Vive Latino 2022: Fabuloso domingo para pasear en Cadillac
Siempre habrá vasos vacíos en el Vive Latino. Pisoteados en medio de charcos de cerveza, sudor y orines. Esparcidos por el suelo de un Foro Sol en el que seguramente un ingeniero de sonido apagando una consola. Después de haberla obligado a trabajar durante horas. Terminó el Vive Latino 2022. Consumatum est.
No hace mucho Vicentico escupió desde el escenario los versos de “Yo no me sentaría en tu mesa”. Los que parecerían dedicados a quienes aún nos critican por asistir a un festival multitudinario de dos días en medio de una pandemia:
“Por más que quieras sacarnos de nuestro lugar/ y pienses que sólo somos un puñado de idiota / No, no podrás quitarnos lo que hicimos ya”.
Y quizá lo seamos. Sólo el tiempo lo dirá.
Ver esta publicación en Instagram
Derecho a la fiesta
La vida tarde o temprano encuentra el camino, dicen los científicos de Jurassic Park. También la música en vivo. La humana necesidad de responder al llamado que los Beastie Boys hicieron en 1986: You Gotta Fight for Your Right To Party!
Podría escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: caminé casi tres kilómetros para encontrar un taxi que me llevara a mi casa. También que por más esfuerzos que hice por apreciar esa genialidad de la que tantas y tantos colegas hablan respecto a C. Tangana, de plano no me entró. Su música no me conecta y aunque resistí estoico durante unos minutos su actuación, acabé por emigrar como los gansos hacia otros horizontes.
No quería ni siquiera reconocerlo porque creo que me tundirán como a Bart Simpson en el capítulo en que el cuestiona la calidad de la película de Tomy y Daly.
Disfruté de Cecilia Toussaint. También de Residente y la tiradera monumental que se aventó desde el escenario Indio. Seguro a J Balvin le zumbaron los oídos donde quiera que se encontrara.
Residente: “Admiro al Papa, porque cobra sus diezmos y a nadie le parece mal”.
Ni qué decir de Los Fabulosos Cadillacs, Pixies y Groove Armada. Pero el Vive Latino no es uno. En el Festival caben muchos Vives y cada quien cuenta el que le tocó experimentar.
Hasta la cocina
Dijo una amiga que la nostalgia es una herramienta peligrosa para curar carteles. Puede que sí. Pero no olvidemos que el Vive Latino funciona como una fiesta de la prepa o el patio de un presidio de película hollywoondense. La gente se reúne en pandillas.
Están los que se toman el control de la música. A los que les importa poco que a los demás no les conecte, porque ponen lo que ellos quieren. También los geeks que siempre escuchan lo más indie. Están quienes prefieren los hits, los que piensan que la música de antes sí era música (dime tres canciones, chamaco…) y hasta los que bajo los efectos del alcohol se desgañitan en la cocina con la Banda MS.
Lupillo Rivera: “Llené mi bañera de cerveza”
Incluso hay los que tienen hijos con la mitad de años que el Festival y se pasan buena parte del mismo mirándolos saltar en el brincolín del área infantil.
La edición 2022 de este Festival no fue ensombrecida por esa misma pesadumbre que caracterizó al Vive Latino 2020. Charles Dickens dijo que el ser humano es un animal de costumbres. Tuvieron que transcurrir dos años para que nos habituáramos al virus. Parece que hay una luz al final del camino, que tal vez podamos recuperar aquella normalidad que ni siquiera advertíamos hasta que nos la arrancaron.
Escribo estas líneas mientras en la radio el locutor se refiere a los antivacunas que aún insisten en que la Tierra es plana.
Otra vez pienso en Los Fabulosos Cadillacs que desde el escenario parecían describir esta situación: “Siempre hay un idiota para convencer”.
