Este jueves, en el Auditorio Nacional, Emmanuel y Mijares volvieron a compartir escenario, como parte del arranque del Two´r Amigos 2025, transportándonos a los años 80 y 90 con sus grandes éxitos. Fue una noche llena de pasión y energía, donde cada canción evocaba recuerdos y emociones profundas.
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Me resulta curioso cómo la música trasciende generaciones. Mientras algunos de mis amigos hacían fila en el Estadio GNP esperando ver a Twenty One Pilots, yo me encontraba en el Auditorio Nacional esperando a Emmanuel y Mijares. A pesar de que no pertenezco a la generación que los vio en su auge, su música ha sido parte de mi vida desde siempre.
Desde el inicio, quedó claro que este no sería un concierto cualquiera. Emmanuel y Mijares no solo cantan, sino que dominan el escenario con una confianza y entrega impresionantes. Emmanuel es un torbellino de energía: baila, salta, juega con los músicos y se mueve con una seguridad absoluta, contagiando al público con su entusiasmo. A sus 69 años, tiene más energía y baila mejor que yo a mis 23. Mijares, en cambio, se mantiene más reservado y serio, aunque igual se adueña del escenario con su poderosa voz. El contraste entre ambos hace que el show sea dinámico y entretenido.
Emmanuel y Mijares. Foto de Lulú Urdapilleta / Cortesía de Ocesa.
Uno de los aspectos más interesantes fue la diversidad del público. Había desde adultos mayores hasta millennials y uno que otro perteneciente a la generación Z, como yo. Me llamó la atención ver familias enteras compartiendo este momento, incluso presentándose entre sí antes de que comenzara el show, como si este concierto fuera la excusa perfecta para una primera cita.
El setlist superó mis expectativas. Al inicio pensé que el concierto sería corto, pero me equivoqué. No solo cantaron todos sus éxitos, como Rey Azul, Chica de Humo, Soldado del Amor, Para Amarnos Más, etc., sino que la energía nunca decayó. La dinámica del show fue perfecta: comenzaban cantando juntos, luego Mijares se quedaba solo, después volvían a unir sus voces y, finalmente, Emmanuel tenía su momento en solitario. Esta alternancia mantenía el ritmo del concierto de manera fluida y emocionante.
Los cambios de vestuario también fueron un detalle llamativo. Emmanuel optó por camisas estampadas y de colores vibrantes, zapatos brillosos y pantalones ajustados, reflejando su estilo dinámico y extrovertido. Mijares, en cambio, se mantuvo fiel a su esencia clásica, con trajes oscuros y elegantes, sin brillo. Estos contrastes también ayudaron a reforzar sus personalidades y estilos en el escenario.
Emmanuel y Mijares. Foto de Lulú Urdapilleta / Cortesía de Ocesa.
La gran sorpresa de la noche fue la participación de Lucero Mijares, quien, con su impresionante voz, dejó claro que el talento está en la sangre. Su interpretación de El Privilegio de Amar con su padre fue uno de los momentos más emotivos del concierto, seguido de un popurrí en el que incluyeron La Puerta de Alcalá y Amante Bandido, haciendo que la audiencia enloqueciera.
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A lo largo del show, el público nunca dejó de entregarse. Desde el primer minuto, gran parte del Auditorio se puso de pie para cantar y bailar. Y aunque en algunos momentos otra parte del recinto —donde yo me encontraba— permaneció sentada por respeto a quienes tenían movilidad reducida, al final nadie pudo resistirse a ponerse de pie, bailar y entregarse por completo.
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Se sentía el cariño genuino del público, sobre todo hacia Emmanuel, quien recibía gritos y ovaciones en cada pausa de la canción. Además, es impresionante ver y escuchar cómo, a pesar de los años, sus voces siguen sonando impecables. No hay playback aquí; sus risas, bromas y comentarios espontáneos con el público lo confirmaban.
He asistido a muchos conciertos, pero este fue especial. No importa si su música está de moda o si compartes o no sus ideologías; lo que viví en este concierto fue pura emoción, talento y espectáculo en su máxima expresión.
Cuando supe que iba a cubrir este evento, sentí que era un regalo. Nunca creí posible escucharlos en vivo; pensaba que su retiro (o algo peor) llegaría antes de que pudiera verlos. Pero el destino me sorprendió y me regaló una noche inolvidable.