The Mummies no estaban en vivo, ni de parranda
Ni más ni menos. La noche de Halloween sucedió lo que quizá nadie se esperaba, o al menos no los que han seguido a The Mummies desde su gestación, allá por 1988.
Lejos de sonar crudos y rasposos en su Irrepetible, las cuatro momias rebosaban de alta definición, tanto en su audio como en las chulas imágenes en blanco y negro que los camarógrafos capturaron durante 72 minutos.
Esto quizá funciona bien para una presentación de Coldplay o Madonna, pero no para una banda que ha plagado su música y shows de irreverencia, instrumentos de bajo presupuesto y rolas imperfectas.
No lo digo de manera despectiva, pues lejos de significar insultos simbolizan grandes atributos que han hecho de este cuarteto de San Bruno, California, uno de los máximos representantes del más sucio garage rock nacido en Estados Unidos e impulsores del Budget rock, en donde la filosofía del “do it yourself” es el diésel que hace funcionar su estruendoso y áspero motor melódico.
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EL “EN VIVO” ESTABA MUERTO
A través de un concierto virtual realizado en lo que parecía ser un deshuesadero, y que a todas luces se notaba que era pregrabado, fue como The Mummies incursionó en esta nueva oferta de entretenimiento online.
En punto de las 19:00 hr ya se veía a Maz y a Ruseell encima de la famosa ambulancia Pontiac 1965; mientras que Larry y Trent permanecían de pie sobre el suelo polvoriento de aquel depósito de chatarra que, si bien embonaba con los escenarios rudimentarios en los que les gusta presentarse, se opacaba entre tanta high definition.
In and out fue una de las primeras rolas que salen que aquellos instrumentos. Le siguen Red cobra #9, para después sonar Your ass.
Cuando de los amplificadores escapa I’m bigger than you un camión a exceso de lentitud pasa sin razón aparente. Hasta ahora me sigo preguntando si fue intencional o realmente se trató de algo improvisado, tal como ese repentino descanso que las momias se tomaron para mirar la puesta del sol, jugar al yoyo y leer un artículo de la revista Mad. En fin.
Tras ese fortuito suceso, los vendados retomaron la canción y continuaron con el resto de su repertorio. Food, sickles and girls, I’m gona kill my baby tonight y The balad of iron son las siguientes y en el chat ya se perciben las ganas de armar el slam.
Pero no es hasta que suena la suculenta Dog meat y el resonante cover a He’s waiting de The Sonics, que los fans celebran lo que están escuchando a través de sus celulares, computadoras y Smart Tv’s.
CON CARIÑO PARA EL TROLL
Como si hubieran leído el hate que se traía el usuario de alias “elMench”, quien renegaba de la conexión chafa y amenazaba a los organizadores, suena Shut your mouth y los asistentes virtuales aplauden la indirecta bien directa.
Dan las 20:00 hr con 12 minutos y aquel concierto llega a su fin, pero no los comentarios de los usuarios que preguntan dónde será el after, que exigen una compensación por el tiempo perdido a causa de la mala conexión y aquellos que dicen: “esto debió ser en vivo” o “estuvieron más chidos en el Wild O’Fest 2019”.
Aun con la buena dirección, producción y fotografía de Jim Granato, el Irrepetible de The Mummies se queda como un buen video para YouTube o Vimeo en el que la rudeza y suciedad de sus sonidos cavernarios se transformaron en melodías refinadas, que distan mucho de lo que se pudo escuchar en el festival de garage y surf del año pasado en la Ciudad de México, o en cualquier otro de sus shows.
En esta ocasión los vendajes no se sacudieron lo suficiente, el teclado que escupía sonidos salidos del infierno nomás no se rasgó, los riffs ásperos se hicieron suavecitos y los platillos y voz no retumbaron como se debe.
Pero tranquilos.
THE MUMMIES ¿EN ALTA DEFINICIÓN?
Aun con estas fallas técnicas, The Mummies continúan siendo un referente en la escena del garage rock, un cuarteto que seguramente la próxima vez que veamos cara a cara nos sorprenderá con sus sorpresivas entradas y movimientos desenfrenados y que nos hará querer dar madrazos a diestra y siniestra, confirmando además porqué siguen vigentes y en el gusto de un público que no busca música perfecta, sino aquella que sale de la mera tripa.
