The Hives la rompe en el House Of Vans
“¿Es tu banda favorita, México?”. Preguntaba un sudoroso Pelle Almqvist, vocalista de The Hives, al público que con euforia los ovacionaba.
Por supuesto que para satisfacción del vocalista, la respuesta era siempre un estruendoso “¡Siiii!”.
Valió la pena la espera
Pareciera no importar el hecho de haber permanecido dos horas esperando desde que se abrieron las puertas, hasta que The Hives comenzaron a tocar, eso sin contar la hora adicional que los asistentes estuvieron formados fuera del recinto, en una larga fila que daba la vuelta a la esquina de la cuadra donde se encuentra el lugar.
La gente aguardaba impaciente, hasta que por fin aparecieron sobre el escenario.
Ver esta publicación en Instagram
Ataviados ellos con los mismos trajes con los que tocaron en el festival Corona Capital el día anterior.
Un atuendo negro con aplicaciones fluorescentes en forma de rayos y de notas musicales, que con las diferentes luces a lo largo del show, podían verse de un tono verde, amarillo o blanco luminoso.
Adiós celulares
Comenzaron a tocar con fuerza y los brincoteos constantes de Pelle contagiaban fácilmente de energía a cualquiera.
Durante los aproximadamente cincuenta minutos que duró el show, se la pasó saltando, recorriendo cada punto del escenario, acercándose al público por las diferentes rampas que le permitían incluso acceder a la parte trasera superior en donde, a través de los balcones, le extendían las manos para saludar.
Se trepaba frecuentemente a la bocina (monitor de piso) que tenía al frente.
Extendía los brazos como un cristo recibiendo los gritos exaltados de los asistentes con una sonrisa en la cara.
Allí, desde arriba del monitor, agitaba las manos ordenando a los asistentes que saltaran: “Yo pedir que salten”, decía en un español semi atropellado, aunque bastante perfecto teniendo en cuenta el origen sueco de la banda.
Autonombrados por su frontman como “Las Jaibas” (una desviación prosódica de su nombre original: The Hives <haɪvz>) estos músicos de garage rock lo dejaron todo sobre el escenario.
Niklas, el guitarrista, se la pasó arrojando plumillas, Pelle con su español constante, bailoteando y lanzando pataditas voladoras al más puro estilo de Luis Miguel.
Balanceando en ocasiones el micrófono que sostenía por un extremo del cable, para atraparlo en el aire con la mano contraria.
Solo disfruta del concierto
Los asistentes disfrutaban: bailaban, cantaban, gritaban, reían y capturaban momentos del show con la cámara de su celular.
En cierto momento, quienes se encontraban en las primeras filas, llegaron a arrepentirse de esto último, pues Pelle comenzó a “confiscar” los teléfonos que tan de cerca lo grababan.
Se agachaba, estiraba el brazo, y le quitaba a la gente el aparato de las manos.
Acumuló unos quince equipos arrebatados, mismos que iba depositando frente a la batería ante el azoro de los propietarios. Nadie se quejó. Lo tomaron con calma.
Ya sin un celular que los distrajera por estar grabando, los sorprendidos fans no tuvieron más remedio que disfrutar del evento. No les quedaba de otra. Bailaron, cantaron y esperaron pacientemente hasta después de finalizar el show para recibir su equipo telefónico de vuelta.
“Es hora del gran final, y después, otro gran final” expresó Pelle refiriéndose al encore.
Salieron del escenario todos y tras un breve lapso regresaron para culminar. “Oe, Oe, Oe, Oe, jaibas, jaibas” era lo que se escuchaba antes que entraran para rematar el show con un éxito que todos corearon.
¿Era muy tarde? ¿Era muy pronto? “Era Tick Tick Boom”, sencillo con el que finalizarían una gran noche de punk y euforia.
