Hay quienes juran que la mejor forma de empezar el día no es con café, sino con sexo. Y la ciencia —y el placer— les da la razón. El sexo mañanero no solo es una expresión de deseo espontáneo; es también un hábito con beneficios físicos y emocionales que pueden transformar tu rutina diaria.
Durante la mañana los niveles de testosterona y estrógeno están más altos, lo que incrementa el deseo sexual y la respuesta del cuerpo. Una sesión de intimidad al despertar puede liberar endorfinas y dopamina, mejorando el ánimo y dándote un impulso energético que supera al mejor espresso.
Despertar juntos y compartir un momento íntimo fortalece la conexión en pareja. El contacto piel con piel y la liberación de oxitocina —la llamada “hormona del amor”— generan cercanía y reducen el estrés, ayudando a comenzar el día sintiéndose apoyados y sincronizados.
El sexo es, literalmente, un ejercicio cardiovascular. Eleva el ritmo cardíaco, mejora la circulación y quema calorías. Además, los orgasmos matutinos pueden aliviar dolores de cabeza, relajar músculos y hasta fortalecer el sistema inmunológico gracias a la liberación de anticuerpos.
Iniciar la mañana con placer ayuda a reducir la ansiedad y a enfrentar el día con mejor humor. Es un ritual que puede convertirse en una especie de “meditación activa”: desconectas del ruido externo y te concentras en el momento presente.
A diferencia del sexo nocturno, que suele llegar después de un día de trabajo y cansancio, el mañanero es más fresco, relajado y libre de expectativas. No requiere planificación: surge en el instante y se disfruta sin prisas.