La noche del 8 de agosto en el Auditorio Nacional fue un hito para la música electropop en México. Será recordada como el día en que Moenia cerró un capítulo importante de su historia.
Y no, no quiero alarmar a los fans. El trío conformado por Alex Midi, Jorge Soto y Alfonso Pichardo está más vivo que nunca, incluso estrenando nuevos sencillos que formarán parte de su próximo álbum. Pero lo que sucedió esa noche fue algo más simbólico, más emocional.
Esta crónica no comenzará por el inicio del show, sino por su clímax: ese instante en que un grito unísono hizo retumbar el coloso de Reforma.
Una figura prominente, con un aura más gótica en contraste con el estilo industrial de la banda, se robó la noche cual vampiro absorbiendo la energía de la multitud.
Era Juan Carlos Lozano, el primer vocalista de Moenia, cuya voz dejamos de escuchar en la banda a inicios de los 2000.
Aunque ausente por años de los escenarios, su voz sigue intacta. Fue el complemento perfecto para interpretar dos de los temas más icónicos del primer álbum de Moenia: “Contigo estaré” y “Déjame entrar”. El momento fue tan poderoso que lo que vino después quedó envuelto en pura melancolía.
La noche comenzó con una atmósfera casi religiosa. Cruzadas rojas iluminaban el escenario y, cual monjes en un ritual moderno, los integrantes de Moenia se ubicaron en una plataforma elevada junto a sus sintetizadores para abrir con “No hay fe”.
A pesar de algunos visuales algo aleatorios y ciertas fallas técnicas —de las que nadie se salva—, el público mantuvo la energía al máximo, coreando temas como “¿En qué momento?” y “Juegos de amor”.
Esta última, junto a “Ni tú ni nadie”, fueron las únicas canciones del repertorio de Stereohits que tocaron esa noche. Y aunque sabemos que Moenia no es una banda de covers, se extrañaron algunas de sus reinterpretaciones clásicas, tan bien adaptadas a su estilo synth.
Uno de los momentos más sorpresivos fue la aparición de Paty Cantú, quien con su potente voz le dio un giro inesperado e interesante al sonido del grupo.
Entre los momentos destacados (al menos para mí), estuvo ese intercambio de roles cuando Alex Midi tomó el micrófono y Pichardo se puso al sinte.
Un “switcheo” memorable no solo por romper la rutina, sino por demostrar que los tres son músicos completos.
Así dieron vida a “Blue Monday”, el clásico de New Order, que por unos minutos nos transportó a una discoteca ochentera.
Y por supuesto, no podía faltar “Manto estelar”, ese instante icónico en cada concierto de Moenia donde el público enciende sus celulares y, juntos, crean un cuerpo de luz que flota por la Vía Láctea. Pero en el Auditorio Nacional, ese momento se volvió aún más especial.
La noche transcurrió con un Pichardo que se convirtió en anfitrión, llevándonos de la mano no solo a través del repertorio, sino también con palabras de aliento y agradecimiento, conectando con quienes lo necesitaban.
Fue una noche fiel al nombre de la gira: “Estamos Bien Tour”.
Y sí, Moenia sigue de gira. Así que si tienes la oportunidad de verlos, no te los pierdas.
Porque además de una banda con una trayectoria impresionante, siguen siendo un faro emocional para sus fans, una experiencia que trasciende lo musical.
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