Max e Iggor Cavalera regresan al grito de: ¡Fuck Trump’s Wall!
Fotografías de Raquel Coss
El ocaso llegó para llevarnos a un tiempo lejano. A un pasado donde al productor Scott Burns le robaron todas sus pertenencias en un hotel de Brasil cuando viajó para realizar el tercer disco de una banda relativamente nueva; a un remoto recuerdo de la ocasión en que un fan de la banda fue asesinado a hachazos a la mitad de un concierto promocional para el cuarto disco.
Max e Iggor Cavalera este lunes regresaron al Circo Volador para revivir ese violento, pero excelso, pasado. Fue el tiempo en que Sepultura conquistó al mundo, una realidad que no estaba exenta de presiones.
El salto técnico de Morbid Visions (1986), su álbum debut, a Schizophrenia (1987) fue brutal, en buena parte gracias a Andreas Kisser, guitarrista que suplió a Jairo Guedz, se trató de un radical aumento en la producción, complejidad y profundidad en las letras. El avance le mostró al mundo que Sepultura tenía el potencial para convertirse en el nuevo Metallica, pero vino con la constante presión de superar con creces el material anterior.
El pasado es ahora
La noche comenzó con ‘The Insurgent’ de Repvblika, banda de Black Metal mexicana que con ‘Konstruktivizm’ y ‘Snuff Democracy’ calentó los motores de lo que sería una noche épica. Su acto fue más que oportuno, una especie de susurro del tiempo en el que Sepultura apenas comenzaba y trataba de hacerse de un nombre propio dentro del mundo del Black Metal.
Los Cavalera entraron con ‘Beneath the Remains’ y los muros del antiguo Cine Francisco Villa retumbaron con los gritos de varias generaciones que han visto pilas de cuerpos y ciudades en ruinas por la violencia que no conoce tiempo: “Who has won?/ Who has died?”.
Se trató de un preludio a una curaduría de los mayores éxitos de Beneath the Remains: ‘Inner Self’, ‘Stronger Than Hate’, el exceso riff de ‘Mass Hypnosis’, ‘Slaves of Pain’ y ‘Primitive Future’. Con ese arsenal rápidamente demostraron que, a pesar de unos kilos de más y los cambios en la alineación, Max e Iggor (junto a Marc Rizzo en la guitarra y Mike Leon en el bajo) son el “Sepultura Verdadero”, cántico que no tardó en llegar.
La insurgencia
El intro de ‘Arise’ fue una especie de calma antes de la tormenta que significaría las mejores canciones de Arise. ‘Dead Embryonic Cells’, ‘Desperate Cry’, ‘Altered State’ e ‘Infected Voice’ aumentaron al máximo la intensidad del mosh pit y saltos, además de la frecuencia de los sospechosos fluidos voladores, los crowd surfer y las manos de fuego que tanto pide Max.
La noche cobró una atmósfera diferente al llegar ‘Orgasmatron’, la demanda que exigía Sepultura se relajó un poco para dar paso a una especie de homenaje a los sonidos que crearon a los hermanos Cavalera. El tema del legendario Lemmy con una sección a capela, ‘Dirty Deeds Done Dirt Cheap’ para relajar los ánimos y ‘Troops of Doom’ con la introducción de ‘Raining Blood’ para regresar con la brutalidad.
Fue ahí cuando el espíritu de resistencia de los hermanos se apropió del escenario, Max pidió que se abriera el mar para realizar un Wall of Dead, a un lado llamó los “Narcosatánicos” y al otro los “Caníbales”, un muro particular que le dijera “¡Fuck Trump’s Wall!”.
Todo terminó con los dos gritos infaltables, el clásico de Chaos A.D., ‘Refuse/Resist’, y ‘Roots Bloody Roots’, en la que Max Cavalera mostró con orgullo su raíz latina con una playera de la selección mexicana.
Jamás se podrá revivir a la perfección el pasado y es imposible revivir cuando los hermanos Cavalera con Andreas Kisser y Paulo Jr. tocaron en la Arena Adolfo López Mateos. A pesar de ello, treinta años después pudimos aproximarnos por hora y media a aquella mítica tarde de 1989.
