La Ciudad de México da por inaugurada su temporada de luces, buenos deseos… y uno que otro exceso, con el encendido del árbol navideño en Manacar, ese coloso de vidrio que domina Insurgentes como un faro para quienes aman pasear, mirar, comprar… y ser vistos.
Porque sí, la Navidad también es un espectáculo, y en Manacar lo saben: luces que hipnotizan, tiendas listas para la cacería de regalos y un ambiente que huele a café y shopping bags.
El encargado de encender el árbol, fue Aarón Mercury, influencer, creador de contenido y uno de los rostros más comentados tras su reciente paso por La Casa de los Famosos México.
Pero lejos del escándalo y la adrenalina del reality, lo que encontramos en él fue algo distinto: un Aarón más centrado, más templado, más dueño de sí.
Quizá ese sea el verdadero premio del encierro mediático: aprender a respirar antes de reaccionar. “Me dejó una mayor tolerancia a la frustración”, confesó, “y la capacidad de mantener la calma cuando algo no me gusta”.
Hoy, Aarón baila —literalmente— en Las Estrellas Bailan en Hoy, se exige, se pule y se prepara para lo que viene: su salto al mundo de la actuación, donde ya comienza a dar sus primeros pasos y donde sueña con dejar huella en el cine y las series.
Esa ambición, sin prisa, pero sin titubeos, lo mantiene con los pies firmes en la tierra y la mirada clavada en el futuro.
Y cuando el tema volvió a la Navidad, se relajó y sonrió.
Admitió sin pudor que lo que más disfruta desde siempre son los regalos, los intercambios, esas dinámicas que mezclan juego, sorpresa y un toque infantil que todos fingimos no tener.
Allí apareció el Aarón más genuino: el que disfruta, el que vibra, el que todavía se maravilla con lo que viene envuelto.
Manacar, por su parte, lució en su mejor versión.
Entre su diseño contemporáneo, su zona gastronómica que invita a quedarse más tiempo del necesario y ahora ese árbol que invita a reflexionar sobre el año próximo a terminar y el futuro del que, aunque incierto, siempre esperamos lo mejor.
Así, la invitación queda abierta: ir, mirar, perderse un rato y regalarse una tarde.
Finalmente, mientras él árbol se iluminaba, Aarón dejó caer una frase que resume perfectamente el mood de la noche, de la temporada y quizá de su propio momento vital:
“Si pudiera pedir un deseo, creo que pediría que la vida me siga tratando como me está tratando, porque me está tratando muy lindo”.
Navidad, al fin y al cabo, también es eso: saber reconocer cuando la vida te guiña el ojo… y devolverle la sonrisa.