La Avanzada retrocedió a los 90
Por Cynthia Benítez
Una pelea se desató en el escenario y no la protagonizaron los integrantes de la Avanzada Regia. La Orquesta Sinfónica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla ejecutó un fragmento de El lago de los cisnes. Los violines hicieron lo suyo, los violonchelos también. El maestro Alberto Moreno no se quedó atrás. Las trompetas rompieron con el orden. Empezó el huateque. Las partituras sirvieron como proyectiles por los trompetistas. Los violines guardaron silencio para mejor servir como escudos. Los chiflidos respondieron a la música del ruso Tchaikovsky. Hasta que poco a poco, la orquesta recuperó la compostura para interpretar ‘El Chúntaro Style’.
—Se me enchinó el cuero, como dicen en el pueblo— se escuchó en el Teatro Metropólitan la noche de este jueves.
Las trompetas no anunciaron el toque de queda. Dieron la bienvenida a El Gran Silencio. Se escuchó el familiar: “Si sigo, digo pikiripikiripa”, en voz de Cano Hernández. El contrabajista aprovechó para bailar y brincar. La raza también quería bailar, pero las butacas impedían hacer slam.
—Regrese a su lugar—les ordenó una integrantes del cuerpo de seguridad Lobos, a quienes invadían los pasillos.
Arriba el Norte
Hace más de dos décadas, decenas de bandas regiomontanas se agruparon bajo el concepto de la Avanzada Regia. La generación Culebra había envejecido. Monterrey le arrebató el micrófono mediante una propuesta que apostaba al rock alternativo, mucho más influido por los sonidos europeos, como fue el caso de Plastilina Mosh, Zurdok Movimento y Kinky. Grupos folkloristas que llevaban un tiempo considerable en el under, como Inspector o El Gran Silencio, comenzaron a saltar al mainstream y otros como Control Machete buscaban ser la referencia nacional de los duetos de hip hop como Cypress Hill.
De la mano de sellos como Manicomio o El Mazo, los grupos procedentes de Monterrey, procedentes en su mayoría de familias de clase media alta, encontraron público en la CDMX. Algunos otros como El Gran Silencio, se enorgullecían de su ideología punk al estilo DIY. Al no tener instrumentos, subían a la Macroplaza, uno de los sitios emblemáticos de la capital del estado, para aporrear botes de basura. Como era de esperarse, los ingenieros de audio de la época pegaban un grito en el cielo. “Esto no era como abrir una sopa Maruchan, que le echas agua y se hace. Llevó mucho más tiempo cocinarla”, dijo Cano.
No todo va con cellos
“Es la primera vez que toco con una sinfónica”, confesó Chetes. Cada uno de los músicos regios interpretó dos canciones con arreglos clásicos.
La orquesta tenía toda la actitud rockera. Los violines eran serruchados al ritmo de ¡Sí, señor!, uno de los éxitos de Control Machete, incluida en el célebre Artillería Pesada y que en la voz de Pato Machete nos hizo recordar la banda sonora de la película Amores perros. “El rap no va con violonchelos. No todo va con sinfónica”, expresó un asistente. Algo similar sucedió con Gil Cerezo, de Kinky, muy pocos respondieron al ‘Soun Tha Mi Primer Amor’, pero al pasar a ‘Hasta quemarnos’ algunos más se removieron en sus butacas. Jonaz, Plastilina Mosh, en el popurrí final, desempolvó un ‘Castígame’ que completó la embarrada de los 90.
Big Javi fue el director de coro del público. El vocalista Inspector manejó a su antojo el ambiente del teatro. Los asistentes se quebraron la garganta con ¿Y qué? y ‘Amnesia’, aunque quedó a deber ‘Amargo adiós’.
—Ahí les encargo quitar las bancas— se quejó alguien.
Pasadas las diez de la noche, como si de un hechizo se tratara, ‘La marcha miniatura’ de El Cascanueces, se convirtió en un ‘Círculo de amor’. La combinación del clásico de Tchaikovsky y de El Gran Silencio dio como resultado que todos levantaran las manos, como si hicieran una alabanza a la Avanzada Regia.
