El mito de Frankenstein ha sido contado, distorsionado y reinventado durante más de dos siglos. Pero en 2025, Guillermo del Toro promete devolverle su alma. Con su nueva película Frankenstein, el cineasta mexicano ofrece una lectura profunda y poética del monstruo literario más famoso de todos los tiempos: una criatura que no aterroriza, sino que sufre, ama y busca un lugar en el mundo.
La cinta, producida por Netflix, se estrenará en cines el 23 de octubre de 2025 y en la plataforma el 7 de noviembre, marcando el regreso del director al terreno del horror gótico tras el éxito de Pinocho (2022).
Del Toro siempre ha visto en los monstruos un espejo del alma humana. Desde El laberinto del fauno hasta La forma del agua, sus criaturas no representan el mal, sino la pureza y la incomodidad de ser diferente. En su versión de Frankenstein, el mito cobra un nuevo significado: el monstruo no es el experimento, sino el hombre que no puede aceptar lo que ha creado.
“Frankenstein siempre ha sido una metáfora de nuestra incapacidad para abrazar lo que no entendemos”, ha dicho Del Toro.
Esta visión convierte al personaje en una figura trágica, más cercana a un ángel caído que a una aberración científica.
Desde la novela de Mary Shelley publicada en 1818, Frankenstein ha sido reinterpretado por cada generación: el monstruo de Boris Karloff en los años 30 simbolizaba el miedo a la ciencia; el de Kenneth Branagh en los 90 exploraba la arrogancia humana. Del Toro, en cambio, parece querer reconciliar al creador y la criatura, y llevar la historia al terreno de lo espiritual.
En esta versión, Oscar Isaac encarna a Víctor Frankenstein como un hombre brillante, obsesionado y frágil, mientras que Jacob Elordi da vida a una criatura que combina poder físico con una mirada melancólica y vulnerable. El duelo entre ambos personajes se convierte en una reflexión sobre la paternidad, la culpa y la necesidad de redención.
El cine de Del Toro siempre ha estado guiado por una misma pregunta: ¿qué hace humano a un monstruo? En Frankenstein (2025), esa pregunta alcanza su punto culminante. El director no solo recrea un clásico, sino que lo redefine desde el punto de vista del marginado, del ser que nace sin pedirlo y es condenado por existir.
Visualmente, la película promete ser una obra de arte: atmósferas góticas, texturas decadentes y una iluminación que recuerda a la pintura romántica de Goya y Fuseli. La fotografía, junto con la música de Alexandre Desplat, busca un tono elegíaco más que terrorífico.
El resultado, según quienes han visto los primeros avances, es una historia que combina lo épico y lo íntimo, la belleza y la putrefacción. Una experiencia más cercana a La forma del agua que a Drácula.
Para los seguidores de la filmografía del mexicano, Frankenstein parece el cierre de un ciclo. Sus películas siempre han girado en torno a la empatía hacia los marginados: los fantasmas, los monstruos, los niños huérfanos, los seres invisibles. Aquí, Del Toro lleva esa idea al extremo: el monstruo es, literalmente, el hijo no amado del hombre moderno.
Esta lectura conecta con la sensibilidad del autor: un humanismo oscuro, donde la compasión es más poderosa que el miedo. El “horror” no proviene del cuerpo deformado de la criatura, sino de la incapacidad del ser humano para amar lo que no controla.
Series mexicanas en Netflix inspiradas en sucesos reales
La película tendrá su premiere mundial en el Festival de Venecia 2025, donde competirá por el León de Oro. El estreno en cines será el 23 de octubre, en un circuito limitado, y llegará a Netflix el 7 de noviembre de 2025.
El lanzamiento se enmarca en la temporada de premios, y ya hay expectativas de que pueda aspirar a reconocimientos importantes por dirección, fotografía y diseño de producción.
Con Frankenstein, Guillermo del Toro no busca asustar, sino conmover. Su monstruo no es un villano, sino un reflejo de nuestra soledad y nuestro miedo al rechazo. Al final, el verdadero horror no está en el experimento, sino en la humanidad que se niega a reconocer su propia oscuridad.
En una era saturada de remakes vacíos y efectos digitales, Del Toro propone una mirada profunda, artesanal y emocional. Y tal vez, como en toda su obra, nos recuerde que a veces el corazón más noble habita en el cuerpo más temido.