La velada arrancó alrededor de las 21:10 horas con una transmisión en vivo desde los camerinos. Elena Rose, visiblemente emocionada, saludó y agradeció al público antes de pisar el escenario. Su entrada fue como una explosión de luz: “Este Lunario me lo merezco”, dijo con el corazón en la garganta, mientras interpretaba su poderosa balada Me lo merezco. Seguida de No quiero pelear y Catira, encendió el ánimo de la sala con una intensidad que no dejó espacio para distracciones.
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Cada tema fue una historia viva, acompañada de una banda en directo y coristas que elevaron la experiencia a otro nivel. Pero no fue solo la música: Elena interactuó con sus fans como si fueran viejos amigos. Aceptó obsequios entre risas, lanzó besos y corazones desde el escenario y hasta se bajó para pasearse entre el público mientras interpretaba Carteras chinas, su colaboración con Los Ángeles Azules que refuerza, en palabras suyas, su amor y respeto a México.
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La noche se llenó de sorpresas. En un momento íntimo y acústico, Elena tomó una guitarra eléctrica y regaló baladas que hicieron brotar lágrimas. Poco después, el escenario se transformó con la llegada de artistas invitados. Lagos subió a cantar Blanco y Negro, y minutos después, el público enloqueció con la aparición de Danny Ocean y Jerry Di. Juntos interpretaron Caracas en el 2000, una colaboración que no solo unió talentos venezolanos, sino también a una comunidad entera de fans que ondeaban banderas y coreaban con orgullo.
Elena Rose. Foto de Santiago Covarrubias / Cortesía de Ocesa.
El clímax del concierto llegó con orióN, la colaboración que catapultó a Elena a la fama. “Esta canción me cambió la vida”, confesó antes de que el público se adueñara del coro, en un momento catártico que dejó la piel chinita por la increíble recepción del público a esta interpretación.
Y cuando parecía que el show había terminado, los gritos de “¡otra, otra, otra!” retumbaron como un rugido. Elena volvió al escenario para despedirse con una joya inédita: Aleluya, una canción aún no lanzada oficialmente pero que ya promete convertirse en un himno dentro del género urbano. La interpretó con una mezcla de ternura y fuerza, como si nos dejara ver una parte de ella que aún está por descubrirse.
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Durante casi dos horas, Elena Rose ofreció mucho más que un show. Regaló un pedazo de su alma, convirtió el Lunario en un santuario de emociones y dejó claro que su ascenso en la música urbana no es casualidad, sino resultado de talento, autenticidad y una conexión profunda con su gente.
Salimos del recinto con los oídos llenos de melodías, el corazón palpitante y la certeza de haber presenciado el inicio de algo grande.