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Corona Capital: si me ves ahí, no me saludes

Por: Arturo J. Flores 10 Ago 2022
¿Egoísta? ¿Grosero? ¿Desconsiderado? Definitivamente. Los fanáticos de la música somos así. Valoramos cada acorde, y cada progresión. Prestamos atención a los detalles y saboreamos con delectación cada instante del concierto.
Corona Capital: si me ves ahí, no me saludes

Prefiero ir a los conciertos solo o con personas muy particulares. Aquellas que como yo tampoco se ofenderían si alguien les dijera: “si me ves en el Corona Capital, hazme un favor y no me saludes”.

Los conciertos y en especial los festivales se han convertido en pantagruélicos desfiles de sociedad. Los asistentes eligen su guardarropa con la menudencia de un cirujano, en ocasiones con meses de antelación y el día de la verdad hacen hasta lo imposible por ser vistos. A veces a costa de no ver ellos nada.

Paradójicamente, los hospitalities patrocinados por marcas le han ganado terreno a los escenarios. Es mucho más valioso poseer una puesta que te dé acceso a los photo opportunities que al antiguamente acariciado backstage.

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No es extraño que cuando engrosas la masa te encuentres pues, con gente que hace mucho no ves. Ex compañeras y compañeros de la escuela. Vecinas y vecinos a los que dejaste atrás cuando tus padres decidieron mudarse. Ex novias y ex novios, compañeras y compañeros de trabajo con los que quizá compartías una antipatía que la nostalgia transformó en “afecto”. Seres humanos que por capricho de la física están destinados a ocupar el mismo tiempo y espacio que tú: el Corona Capital.

Suelo esconderme detrás de otras personas para no ser identificado por alguno de los especímenes descritos. Me confundo entre la masa no para hacer honor a Ortega y Gasset. Si acaso siento que alguien me sigue con la mirada, me escabullo para no ser reconocido. Agradezco que la imperante obligación de usar cubrebocas vuelva aún más complicado que la gente te salude en medio de un Corona Capital o cualquier otro maratón musical.

No es que sea misántropo. Me considero un ser social que disfruta profundamente la compañía de otros mamíferos como él. Pero me costó mucho trabajo llegar hasta acá.

Si compré boletos, ya sabemos que estos cuestan un ojo de la cara. Si vengo acreditado lo más seguro es que haya tenido que pelear con los colegas con quienes trabajo. Como sea que haya sido, llegué hasta aquí, esperé bajo el sol, me hice sordo a los ruegos de mi vejiga por ser vaciada y seguramente tengo hambre, me caigo de sueño y me duele la espalda.

 

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Por eso no me atrae dejar de apreciar lo que sucede en el escenario. Perderme la canción por la que esperé durante una vida para saludarte, abrazarte y escuchar durante los minutos siguientes lo que ha sido de tu vida: las relaciones que no florecieron, las maestrías que terminaste, las tachas que te metiste o los piratas tuertos a los que enfrentaste en el océano.

Si nos dejamos de ver hace una década y nos vinimos a encontrar aquí, de verdad: si me ves en el Corona Capital, hazme un favor y no me saludes.

Te lo agradeceré en el alma.

¿Egoísta? ¿Grosero? ¿Desconsiderado?

Definitivamente. Los fanáticos de la música somos así. Valoramos cada acorde, y cada progresión. Prestamos atención a los detalles y saboreamos con delectación cada instante del concierto.

Sigue caminando, finge que no me viste y dejemos que la vida se encargue de reunirnos otra vez en un momento mucho más propicio. Una de esas situaciones en las que agradece uno encontrarse a alguien para matar el tiempo charlando: la fila del banco, la sala de espera de un dentista o la sección de embutidos del súper mercado. Un bar en medio de la hora feliz.

Y si no sucede, es que así tenido que ser. Como dice el personaje de Penélope Cruz en Vanilla sky, “tal vez en otra vida, cuando los dos seamos gatos”.

Pero no el Corona Capital. Mucho menos si están tocando los Yeah Yeah Yeahs, los Arctic Monkeys o Liam Gallagher. Me habrás arrebatado algo que jamás te perdonaré. Maldeciré en vez de celebrar nuestro encuentro y te borraré de Instagram apenas te hayas dado la vuelta.

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Si me ves, piensa que soy un antílope en medio de la sabana y permíteme pastar.

Igual que Sean Penn cuando interpreta a un prestigioso fotógrafo de naturaleza en La vida secreta de Walter Mitty y después de haber perseguido durante años a una casi extinta especie de jaguar en el último minuto decide o hacerle una foto y mejor solamente observarlo.

De todo corazón, si me ves en el Corona Capital, hazme un favor y no me saludes.

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