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Corona Capital: cuando el cantante de The Strokes te empuja

Por: Arturo Flores 20 Nov 2019
Del Corona no tiene selfies ni videos, sólo recuerdos. El mismo formato en que muchos de nosotros encapsulamos el primero, segundo y quizá hasta el sexto Festival.
Corona Capital: cuando el cantante de The Strokes te empuja

La primera vez que vine a un Corona Capital no recuerdo que pudiera subirme a una rueda de la fortuna; grabar un video en tiempo real, que después sería proyectado en una pantalla gigante, o tirar de una cuerda atada a las fauces de un dinosaurio para que le tomaran una fotografía.

Puede que hubiera activaciones de marcas, pero yo, como decía José José, “no lo recuerdo”.

En aquella remota primera edición del Corona Capital, los celulares de moda, el iPhone 4 y el Samsung Galaxy S, apenas ofrecían 5 megapixeles. Insuficientes capacidades para grabar un video de alta calidad en el que apareciera Julian Casablancas paseándose entre los aferrados que se apelotonaban delante suyo, como sucedió el domingo cuando el neoyorkino inició su presentación con The Voidz.

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–Yo estaba ahí, tomando fotos, cuando se acercó Julian y me empujó– me platicaría el lunes una compañera de la oficina– ¡Yo feliz de que me hubiera tirado… al piso!

Tampoco, con aquellos ahora vetustos artefactos hubiéramos podido registrar desde diferentes ángulos, como varios da cuenta YouTube que lo hicieron, la actuación de Billie Elish en el escenario Corona Light. Hace una decena de episodios, en el Corona Capital no había VIP con WIFI, una app que nos recordara 15 minutos que ya iba a tocar tal o cual banda, ni tampoco se robarían tantos celulares como hoy en día en cualquier reunión multitudinaria.

A la chica que me contó emocionada que el Stroke Mayor le había propinado un empellón la despojaron del suyo en medio de la aglomeración. Del Corona no tiene selfies ni videos, sólo recuerdos. El mismo formato en que muchos de nosotros encapsulamos el primero, segundo y quizá hasta el sexto Festival.

Los único que tal vez permanezca desde aquella primera edición somos algunos de nosotros. Unos más gordos, otros más calvos. De hecho, me comentó otro colega el día que nos vimos, “hace mucho que ya no iba a un Festival porque mis amigos de antes, con los que salía, ya no salen más”.

El domingo llegamos temprano y aprovechamos para darnos la vuelta por el Museo Corona. Las fotografías de Kraftwerk, Foo Fighters, los Chemical Brothers y la exhibición de aquellos vasos conmemorativos de plástico –cuando aún beber en ellos no había sido estigmatizado por la policía ambiental en la que nos hemos (y para bien) convertido– nos arrancó a varios un suspiro.

Imágenes cortesía de OCESA

Mientras viajaba al pasado como Marty McFly, recordé las palabras del poeta Renato Leduc, que como advirtiendo lo que esa noche nos haría Bloc Party interpretando de corrido su Silent Alarm, escribió: “sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo”.

Pero el Corona Capital capítulo 10 sirvió como pretexto para que algunos se (nos) destrampáramos a tiempo. Por ejemplo, los que con The B-52’s (quienes por cierto le pidieron a una humanidad que primero se desharía de un riñón antes que de su celular, que guardara su teléfono) se sacudieron como langostas en el sartén. También los que lloramos en la mejor tradición de las plañideras del rock con el folk escocés de Travis o quienes nunca vimos en vivo a Nirvana, pero saltamos otra vez como niños, aunque el lunes las rodillas nos lo reclamaran, cuando Weezer covereó Lithium en su encore.

Hubo cosas que no cambiaron. Como la impecable presencia de dandis de los integrantes de Interpol. Paul Banks podrá sacudir el infierno con su barítono, pero nunca se despeinará en el camino. Trajeado de negro como si asistiera a un perpetuo funeral, el cantante y guitarrista clausuró la celebración del primer festival anglófono que tuvo la Ciudad de México cuando aún se llamaba Distrito Federal.

Camino a una zona Uber que más bien parecía zona de guerra, se nos iban descargando en la cabeza, igual archivos en .RAR los momentos vividos el 16 y 17 de noviembre. Aquellos días en los que le ponemos pausa a la vida y nos mudamos a un país en el que suena música en vivo, en el que como metáfora del mundo real hay que competir por un poco de oxígeno, un pedazo de tierra donde poner los pies, un poco de comida y un sitio cerca del fuego.

Miami Horror, Two Door Cinema Club, Phantogram, Brutus, Keane o Kurt Ville. Da igual. Tal vez en 10 años más el Corona Capital tenga lugar en el espacio exterior. Entonces esta crónica se escribirá en una HAL9000.

 

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