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Suicidios, asesinatos y bastardos: las historias de los amantes de las reinas

Por: Iván Montejo 29 Oct 2020
Se convirtió en lluvia para seducir a Dánae, con la forma de toro raptó a Europa y transformado en cisne […]
Suicidios, asesinatos y bastardos: las historias de los amantes de las reinas

Se convirtió en lluvia para seducir a Dánae, con la forma de toro raptó a Europa y transformado en cisne se unió con Leda. Zeus era el esposo de Hera, pero su relación no lo limitó a tener múltiples aventuras con diversas diosas que multiplicaron su primigenia.

El espíritu del dios del trueno griego fue revivido en muchas ocasiones por la realeza europea. Sus matrimonios eran resultado de juegos de poder, el amor pasaba a un segundo plano y las alianzas políticas eran el objetivo central. Estas relaciones forzadas provocaron que una gran cantidad de amantes se aprovecharan de las circunstancias: las reinas eran infelices con sus reyes y había cientos de hombres dispuestos a arriesgar su vida con tal de pasar una noche en su alcoba.

 

Un amor joven

Uno de los mejores ejemplos de las consecuencias del matrimonio forzado es María Antonieta, que fue casada cuando tenía tan sólo catorce años con el entonces delfín y futuro Luis XVI de Francia. La unión únicamente fue una estrategia política y, en el mejor de los casos, forjó una relación amistosa entre los esposos.

Quien se convertiría a la larga en el único amor de la reina iba a ser Hans Axel de Fersen, que tenía la misma edad y que conoció a la soberana durante una fiesta. Aparentemente, la relación inició inmediatamente: pasaban horas juntos y se mandaban cartas cuando estaban separados. Los rumores de la relación iniciaron rápido, lo que provocó que el conde tuviera que salir de Francia. Esta partida inició  una apasionada correspondencia entre los dos amantes.

Axel de Fersen participó en varios frentes, entre ellos estuvo Estados Unidos durante la guerra de Independencia; al regresar, se instaló cerca de Versalles, donde se volvió la persona de confianza de María Antonieta y de Luis XVI. Durante la Revolución Francesa hizo todo lo posible para facilitar la huida de la pareja real, pero todos sus intentos fueron en vano cuando su amada fue ejecutada en 1793.

 

Una historia trágica

David Rizzio era un gran músico y un excelente cantante, lo cual lo hizo el favorito de María de Escocia. La relación llegó al punto que ella lo convirtió en su secretario personal para vigilar las relaciones con Francia. Debido a la cercanía, rumores nacieron que ambos tenían una relación y que incluso el cortesano italiano había embarazado a la soberana.

Lord Darnley, el esposo de María, al escuchar los rumores, planeó la muerte del supuesto amante. Era la noche del 9 de marzo de 1566, la reina tenía siete meses de embarazo y estaba cenando con Rizzio. De repente, un grupo de sujetos entró al comedor y le demandó a la monarca que les entregara al amante, cuando ella se negó fue encañonada y el italiano fue apuñalado 56 veces, mientras su amada veía.

 

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“El asesinato de Rizzio” (1787), de John Opie

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Escocia e Inglaterra

En 1861, el príncipe Alberto de Sajonia murió repentinamente después de una fiebre tifoidea, su esposa Victoria sufrió amargamente hasta que un alto sirviente volvió a despertar su interés. Se vestía con kilts, o falda escocesa, y era apodado por la realeza como el “Semental de la reina”.

Su nombre era John Brown y desde la época, era un misterio si la relación entre el escocés y la doncella era más que una amistad; algunos incluso aseguraban que se habían casado en secreto y tenido hijos.

 

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Un testimonio que prueba que existía una relación amorosa lo da el doctor Sir James Reid, que atendió a la soberana por 20 años.  Cuenta que un día vio a los dos coqueteando: “La reina levantó el kilt del escocés y le dijo: ‘Creí que estaba aquí’, a lo que el sirviente contestó: ‘no está aquí’, mientras levantaba el vestido de la soberana”.

La muerte de John Brown destrozó a la reina Victoria, le mencionó a su secretaria que fue la segunda peor perdida de su vida después de la muerte de Alberto.

Los pasos tomados por la Corona a la muerte de Victoria generan más sospechas, debido a que destruyó toda mención del sirviente en los diarios de la monarca y también sufrieron el mismo destino las memorias del misterioso caballero escocés.

 

El único amante

Entre todos estos hombres que conquistaron corazones de la realeza, Robert Dudley es el que destaca. La soberana que se convirtió en su amor secreto fue en su tiempo la mujer más codiciada. Isabel I es recordada como la reina virgen, ya que nunca contrajo matrimonio. Durante su largo reinado conoció a una gran cantidad de pretendientes, pero los rechazó a todos. El noble inglés fue el único hombre que se convirtió en el confidente más íntimo de la doncella del Palacio de Greenwich.

Dudley e Isabel se conocieron debido al fracaso de la rebelión de Thomas Wyatt, que obligó a sus familias a refugiarse en la Torre de Londres. Por estos hechos, Catalina Howard, amiga y tercera madrastra de Isabel, fue ejecutada. Su muerte afectó profundamente a la futura reina, quien prometió que jamás se casaría.

Dudley supo sobre esta promesa y nueve años después se casó con Amy Robsrat. Esta unión no lo limitó para visitar a su amada Isabel, aunque en estos viajes su esposa no lo acompañaba, probablemente para no afectar su relación con la futura cabeza del trono.

Los tiempos eran difíciles, el fantasma de la rebelión los asechaba y en cualquier momento  podían ser perseguidos por la reina María Tudor; la incertidumbre avivó su fuego y pasaban horas compartiendo su amor por la caza, la danza y las largas conversaciones.

Eventualmente, Isabel se convirtió en la reina de Inglaterra y le dio a Dudley el puesto de maestro de caballos, un trabajo que implicaba recurrentes visitas a las habitaciones reales. El deseo por estar juntos fue tal que la soberana ordenó que la habitación de su amante estuviera junto a la suya para facilitar sus encuentros clandestinos.

Los rumores al principio eran inofensivos, pero la situación cambió cuando la esposa de Dudley murió. Un día, Amy ordenó a sus sirvientes que asistieran a una fiesta, en el momento en que regresaron encontraron a su ama en unas escaleras con el cuello roto. Nadie supo si se trató de un suicidio, accidente u homicidio.

 

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“La muerte de Amy Robsart” (1877) de William Frederick Yeames

 

Esto levantó sospechas, sin Amy, Dudley podría casarse con el amor de su vida y llegaría al trono. El escándalo, para desgracia de los amantes, eliminó toda posibilidad de un matrimonio; no podían permitir que se dijera que la reina se iba a casar con un cuidador de caballos que había asesinado a su esposa.

El padre del hijo de Carlota

En México, los escándalos de las grandes familias europeas llegaron con Carlota y Maximiliano. El Segundo Imperio dio lugar a curiosas historias: el miembro de los Habsburgo lloró al ver la pobre bienvenida de Veracruz, los monarcas se llenaron de lodo cuando su carruaje perdió una llanta en el camino a la Ciudad de México y el emperador tuvo que pasar su primera noche en una mesa de billar debido a que su cama estaba infestada de chinches.

No obstante, los mayores rumores provenían de las alcobas del Castillo de Chapultepec. Para todos era sabido que los emperadores no tenían relaciones, muchos pensaban que Maximiliano era impotente, otros aseguraban que había contraído una enfermedad venérea en Brasil y los menos estaban convencidos que la negativa se debía a que su verdadero amor era la hija de un jardinero que conoció en Cuernavaca.

En este mar de palabras aparece Alfred van der Smissen: militar francés que llegó a nuestro país para convertirse en el ayudante de campo de Félix Chazal, ministro de guerra belga. En el momento en el que Maximiliano toma el trono, Smissen se convirtió en uno de los hombres más cercanos a la emperadora.

La caída del Segundo Impero provocó que Carlota tuviera que abandonar el país acompañada de su supuesto amante. A partir de ese momento se recluyó en el Castillo de Miramar, donde muchas personas aseguraron que tuvo un hijo. Supuestamente el fruto de esta relación fue Maxime Weygand, destacado general francés cuyo origen todavía sigue siendo un misterio.

 

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Carlota de México (izquierda), Alfred van der Smisse (derecha) y Maxime Weygand (centro), su supuesto hijo.

 

Alfred van der Smissen continuó su carrera militar, aunque con el tiempo su condición física y mental se agravó. En 1895 terminó su vida cuando se disparó en la cabeza en su hogar, y con su suicidio se llevó a la tumba la verdad sobre la relación que tuvo con la emperatriz mexicana y su supuesto hijo.

Estos hombres cumplieron el deseo de muchos al conquistar el corazón de las mujeres más poderosas de su país. Desgraciadamente, esta acción en muchas ocasiones significaba el nacimiento de rumores que podía terminar su vida. Gajes del oficio, dirían algunos.

 

Por Iván Montejo

 

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History Extra

New York Times

Toptenz

 

 

 

 

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