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#PlayboySeLee: Volvió la pelota caliente

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Hacemos una previa con los pronósticos, las estrellas, los equipos a seguir y los cambios reglamentarios en esta nueva temporada. […]
#PlayboySeLee: Volvió la pelota caliente
Hacemos una previa con los pronósticos, las estrellas, los equipos a seguir y los cambios reglamentarios en esta nueva temporada. Playball!
 
El calendario litúrgico del beisbol de las Grandes Ligas tiene una división fundamental. En primera instancia, está el tiempo profano de la offseason, donde se rinde —en el tenor de cualquier industria millonaria— un culto estratosférico a los dólares. Es cuando —en sus mejores trajes— negocian dueños, gerentes generales, televisoras, agentes, jugadores, la asociación de jugadores; Scott Boras, el paladín de la ambición, y ahora incluso raperos. Es el tiempo de los contratos millonarios, los arbitrajes, las cláusulas y las especulaciones.
 
Tras el trabajo burocrático y del ritual propiciatorio del Spring training, es hora de cantar playball. Cruzando el umbral de abril, comienza el tiempo sagrado que tiene su culminación gloriosa en octubre. Es hora de materializar tanta expectativa en el parque de pelota a lo largo de 162 partidos, en cuyo recorrido podemos juzgar si ese brazo zurdo vale 30 millones al año o si tal bate merece un contrato multianual y multimillonario. Comienza la euforia primaveral.
 
El Opening Day es una fiesta nacional en EU y para todo fanático del rey de los deportes. Es una especie de fuego nuevo, un renacer —pregúntenle a Grady Sizemore, estelar jardinero alejado de los diamantes por múltiples lesiones, recién firmado por los Medias Rojas de Boston—; plagiando a Borges, es “la ilusión de un nuevo comienzo”. Millones de fanáticos pueden tener la esperanza legítima de que su equipo jugará buena pelota durante seis largos meses para llegar a la fiesta otoñal y a la Serie Mundial.
 
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Playball! 
La temporada 2014 estará marcada por ciertas novedades que podrían interpretarse como un avance, pero que sólo el tiempo y el desarrollo del juego permitirán juzgar. Las colisiones en el home plate, en el momento en que se escribe este texto, están en franco peligro de extinción. El lío reglamentario está por definirse; el asunto será si esto funciona en detrimento del espectáculo o los ajustes pasarán desapercibidos. Por otro lado, la expansión de las repeticiones —como apoyo o nulificación de la autoridad de los umpires— marcará una diferencia rítmica en el acontecer del juego, la cual esperemos que sea de lo más sutil. Tal vez esta medida no se habría instrumentado sin la oprobiosa incursión del umpire Jim Joyce en la historia: quitarle un juego perfecto a un pitcher, en una decisión de rutina equivocada, merece un castigo ejemplar como la horca o la silla eléctrica.
 
A los asuntos reglamentarios sumemos que es el primer año sin Roy Halladay y sobre todo sin Mariano Rivera, quien deja un hueco abismal en la historia del beisbol, además de la última temporada —según él— de Derek Jeter. Las salidas de Mariano y Jeter significan, junto a la migración de Robinson Canó y la suspensión disciplinaria de Alex Rodríguez, que el clubhouse yanqui está en peligro de quedarse sin alma, liderazgo y representatividad.
 
Masahiro Tanaka, quien dominó categóricamente el beisbol profesional nipón (24 ganados, 0 perdidos en 28 salidas y una efectividad de 1.24), y cuya expectativa congeló el mercado de abridores hasta su firma con los Yankees de Nueva York, compartirá la atención de los reflectores con Clayton Kershaw, de los Dodgers, quien rompió récord del contrato más caro de la historia para un lanzador. En sus respectivas ligas, este par de atletas millonarios está obligado a ser lo más brillante de la lomita. 
 
Siendo optimistas, podría ser otro año del picheo. Además de este par de promesas estelares, rotaciones como la de San Luis, Washington, Los Angeles, San Francisco y Cincinnati —en la Liga Nacional— se perfilan como las mejor articuladas. En la Americana, Oakland, Boston, Detroit y los Yankees de Tanaka destacan por su picheo abridor. Esperemos que la historia del nipón en las mayores se aleje del triste destino de Matzusaka.
Es un año, además, en el que esperamos el renacer de Pujols y la consolidación de jóvenes como José Fernández, Michael Wacha, Wil Myers y Yasiel Puig. Miguel Cabrera puede seguir reinando como el pelotero más productivo de la gran carpa, con el acecho de Mike Trout, Chris Davis y el rastafario Andrew McCutchen.

La bola de cristal
El este de la Liga Americana es la división más mediatizada gracias a la rivalidad Boston-NY. Pese a que la sobreexposición mediática suele vulgarizar el espectáculo, la competitividad en la Costa Este ha sido constante y emocionante. El pronóstico: una encarnizada lucha entre el campeón Boston y Baltimore, con NY muy cerca, Tampa Bay no tan rezagado y Toronto en el sótano.
 
Detroit, con un picheo abridor veterano de la mejor calidad comprobada, de nuevo se perfila como el campeón de la Central de la Americana: Verlander, Aníbal Sánchez y Max Scherzer no me dejarán mentir. Cerca estarán los renovados Indios de Cleveland, perseguidos por la frescura de Kansas City, que aunque perdió a Ervin Santana, mantiene una base sólida. Chicago pasará sin pena ni gloria mientras que los mellizos son la tumba en vida de Joe Mauer, uno de los peloteros más completos en los últimos años.
 
En la Costa del Pacífico, Oakland es uno de los proyectos mejor logrados, gracias a la maña de Billy Beane. Si el liderazgo de Mike Scioscia no está en decadencia, si resurgen Pujols y Hamilton, y el picheo angelino no sufre lesiones significativas, Anaheim tendrá muchos recursos para pelear la división. Son muchas condiciones, pero podría pasar. El trabuco texano, un picheo con profundidad y la experiencia de Ron Washington pueden mantener a los Rangers en la pelea. Por su parte, no me atrevo a hacer un pronóstico para Seattle. Canó tendrá que llenar el hueco dejado por Ichiro y demostrar que un equipo construido sobre una base de dos estrellas —él y Félix Hernández— puede tener aspiraciones de playoff. Houston dará de qué hablar en unos cuantos años, no por ahora.
 
El este de la Nacional: Washington, con nuevo manager, está obligado a sobresalir, por tener el roster más completo. Atlanta mantiene una base poderosa pero le falta sustituir el espíritu del retirado Chipper Jones en el terreno. Filadelfia debería volver a la pelea, pero dependerá de la salud de su base veterana y de una buena temporada de su rotación abridora, también entrada en años. La melancolía de Paul Auster se perpetua con el continuo fracaso de los Mets de Nueva York, un conjunto de personajes trágicos sin Matt Harvey, sin bullpen y con la soledad de David Wright; Granderson y Bartolo Colón algo aportarán —tal vez sólo en taquilla— pero no hay salvación este año para los metropolitanos. De Miami hay que ver a José Fernández y luego huir del parque o apagar la televisión.
 
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En la central de la Nacional está la batalla más pareja de todo el beisbol. San Luis tiene la mejor rotación, bien equilibrada en cuanto a juventud y experiencia; Pittsburgh es una novena redonda, bien trabajada, con un manager agresivo y uno de los peloteros más vistosos, Andrew McCutchen; Cincinnati tiene a Joey Votto, siempre candidato al más valioso, así como un staff de picheo envidiable. Muy por debajo de esa pléyade, Milwaukee y Chicago pelearán por el sótano.
 
Para finalizar, en el oeste imperará la desbordada inversión de los Dodgers de Los Angeles. En Arizona, Paul Goldschmidt, con la protección del recién llegado Mark Trumbo, así como un picheo joven y aún por consolidarse, deben mantener una distancia corta de los millonarios californianos. San Francisco depende de la salud de Matt Cain y Tim Lincecum para redondear uno de los cuerpos de abridores más efectivos de la historia reciente, mientras que Colorado puede dar pelea si no hay lesiones prolongadas en su plantel. San Diego tendrá que esperar.
 
Safe en home
La temporada 2014 del beisbol de Grandes Ligas tiene algo especial. Hay carne nueva y viejos lobos de mar. Hay potencial humano en un mar de dinero. Las modificaciones reglamentarias no deben interferir con el desarrollo natural del deporte. En lo personal, quisiera que no se eliminaran las colisiones, las jugadas más violentas  y espectaculares del beisbol. Por otro lado, las pausas en el beisbol son naturales y armoniosas y están perfectamente justificadas. Ni la creciente presencia del video en el juego ni el avasallador paso de la tecnología tendrán jamás derecho de modificar el ritmo y el trascurrir del rey de los deportes, cuya principal belleza poética es que se mantiene al margen del tiempo, lo refuta.
 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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