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#MúsicaDeCoñerías: Pasión por las piernas

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Cuenta Ajit Mookerjee, director del Museo de Arte de Nueva Delhi, en su libro Kali: The Feminine Force, que en […]
#MúsicaDeCoñerías: Pasión por las piernas
Cuenta Ajit Mookerjee, director del Museo de Arte de Nueva Delhi, en su libro Kali: The Feminine Force, que en las esculturas de Kali, la gran diosa de la India, se le puede ver yaciendo sobre su espalda con “las piernas abiertas para el culto o con los pies muy separados mientras su adorador bebe bajo el arco de sus piernas el yoni-tattva, la esencia sagrada”.
 
La imagen me subyuga, al igual que el rito al yoni (“vulva” en sánscrito), pero no tanto como el papel de las extremidades inferiores femeninas en esta sensual ceremonia, pues se vuelven antesala del rincón femenino más venerado, pilares del cuerpo del deseo, carreteras que tarde o temprano desembocarán en una caverna que podría, suave y benévola, acoger a cualquier idólatra que, con sabiduría, sepa llegar hasta ese sitio.
 
Es decir, las piernas juegan un papel muy importante en la seducción y en la lista de preferencias visuales de los hombres. Si bien en primer y segundo lugar siempre estarán las tetas y las nalgas, el tercer sitio suele estar ocupado por los muslos, por las pantorrillas. Tanto es su culto, que existe una manifestación de la diversidad erótica y sexual llamada “crurofilia”: quienes la experimentan consiguen excitarse, así como alcanzar el orgasmo, acariciando, pensando o estimulándose con esta parte de la persona deseada.
 
A lo largo de los siglos ha ido cambiando la forma de las extremidades que prefieren los caballeros, no obstante, a partir de la década de los noventa del siglo pasado —en buena medida gracias a las top models— las más adoradas son las piernas largas, de muslos un poco más gruesos que las pantorrillas y de tobillos delgados. 
 
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Yo sufrí durante los ochenta porque al tenerlas esbeltas y alargadas, los chicos se burlaban de mí. Por suerte la moda cambió; unos años después se volvieron una de mis mejores armas de seducción. Ya fuera enfundadas en minifaldas o en leggings y coronadas lo mismo por unos delicados stilettos que por unas gastadas botas vaqueras, unos botines bikers o unas extravagantes sandalias de plataforma, descubrí el potencial erótico de mis piernas. Uno de mis lemas favoritos hoy en día es “debes follar al menos una vez en la vida con los tacones puestos y saber cómo hacerlo sin lastimar, sino excitando al máximo con ellos”. 
 
Pero el gusto se rompe en géneros. Habrá quienes las encuentran escuálidas o demasiado bronceadas. Las posibilidades en su forma, grosor, cuidado y decoración, son tan vastas, que siempre hay manera de explotarlas. Por ejemplo, recientemente descubrí en internet el grupo “I Love Women With Big Legs”, en donde los usuarios suben fotografías de mujeres cuyos muslos son del tamaño de los dos míos más otro tanto; si bien en su mayoría son fisicoculturistas, también hay quienes están más allá de cualquier anabólico, padeciendo alguna enfermedad (aún así tienen sus seguidores).
 
Muchos hombres dicen que lo importante es que ellas las luzcan con faldas cortas, mientras que otros prefieren las largas para meter la mano y explorar el camino sin quitar la ropa, aunque en general alaban un par de piernas bien cruzadas o que sepan lucirse al caminar. Como me dijo Itzael, “inspiran sensualidad, revelan los hábitos de una persona, son un gran símbolo de poder y su movimiento cautiva aún a distancia”.
 
Otros amigos me confesaron que alcanzan erecciones increíbles al acariciar toda la longitud de un par, desde los dedos hasta llegar al yoni, con su clítoris que se hincha como si cada beso en la superficie bajo los muslos accionara un botón de alerta de incendio. Las manos tocándolas con suavidad o con una gran intensidad, pueden revelar ese preámbulo del orgasmo, aumentando las ansias y el deseo de llegar al clímax o seguir sintiendo “eso” hasta en las rodillas (el área detrás de ellas se explora poco, pero genera sensaciones deliciosas). 
 
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Si prueban diferentes direcciones al momento de estimular (y disfrutar) las de su pareja, la harán temblar, porque estará a la expectativa. Como señala Cordelia, “me estimula mucho que me acaricien las piernas y este gesto termine con una mordida en un glúteo o una serie de nalgadas. Esa combinación de suavidad con rudeza me hace gemir”.
 
Hay posturas sexuales donde ellas son las protagonistas: es delicioso abrirlas al máximo en una variante del misionero o elevarlas sobre el tórax del compañero (quien debe estar de rodillas) para que los pies femeninos queden a la altura de sus hombros y así él pueda acariciarlas en toda su extensión. Durante el sexo oral, la tensión previa al orgasmo que se genera en todo el cuerpo provoca que las estiremos. Aquéllas que se han atrevido en ese momento a ver sus muslos y pantorrillas seguro han quedado extasiadas ante la fortaleza de cada músculo de la zona.
 
Sean crurofílicos o no, nunca se priven de sumergirse en las aguas revueltas que generan esos dos remos. Admírenlas como el poeta guatemalteco José Luis Villatoro, quien escribió: “Entras. Te sientas. Cruzas las piernas. Y los ojos se me caen como moneditas falsas, tintineando”. O, de plano, piensen en ellas como en ese piropo guarro que dice: “Si las piernas son las vías, ¡cómo estará la estación!”.
 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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