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LIBROS AL DESNUDO: LA EXTINCIÓN DE LA LECTURA

Por: Jafet Gallardo 06 Jun 2018
Más de alguno recordará la vieja costumbre que tenían nuestros padres de comprar enciclopedias para tenerlas en esos libreros de antaño capaces de resistir su gran peso...
LIBROS AL DESNUDO: LA EXTINCIÓN DE LA LECTURA

Por Jaime Garba @jaimegarba

Más de alguno recordará la vieja costumbre que tenían nuestros padres de comprar enciclopedias para tenerlas en esos libreros de antaño capaces de resistir su gran peso, aunado al de las figuras de porcelana, estéreos de doble casete y disco de acetato, así como los retratos familiares. Aquellos armatostes solían ofrecerlos vendedores casa por casa o vía telefónica y representaba un gran negocio, pocas familias de clase media no se daban el lujo de tener una colección de enciclopedias, donde la marca y la cantidad signaban el status. A diferencia de lo que podía pensarse, eran adquiridas para consulta y no para adornar la casa, allí solíamos hacer las tareas buscando palabras y definiciones, ante la carencia del futuro y la Web; eran sin duda una herencia que algunos aún poseemos. Era grato subirse a una silla y buscar en orden alfabético, con la emocionante incertidumbre de pensar si encontrarías o no aquello que te ayudaría a terminar la tarea, de lo contrario, tenías que emprender un viaje a la biblioteca a buscar entre miles de libros.

De adolescente, lo único que me permitía vencer el miedo al dentista era llegar a la sala de espera y leer las revistas de historia, Muy Interesante o los libros del Reader Digest que el médico ponía a disposición de los pacientes, aquellas novelas norteamericanas me salvaban por un instante de la ansiedad y tortura que estaba por venir. También recuerdo que por aquellos años yo y mis amigos visitábamos cada semana el puesto de revistas, donde comprábamos comics u otras publicaciones que nos atraían por la foto de portada; cómo olvidar mis visitas en solitario a aquel negocio ubicado en un mercado, merodeando cual ladrón para encontrar el momento exacto en que nadie me viera y preguntar por el precio de la Playboy o alguna de las revistas eróticas que más que imágenes contenían texto, leer aquello me causaba tanto placer como las fotografías estupendas de la revista del conejo.

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Pienso en todo esto porque de pronto me encuentro con una paradoja: todo el tiempo leemos pero parece se está extinguiendo la lectura. ¿A qué me refiero? Por supuesto que leemos, máxime en una época donde la tecnología nos ha habituado a ello, estamos todo el día en el teléfono, dispositivos, en las redes sociales o trabajando en plataformas que exigen de lectura y escritura; es normal en nuestros estilos de vida, pero pareciera que esa lectura es superficial. ¿Cuántos de nosotros recordamos con claridad el contenido de un correo electrónico, una publicación en Facebook, un mensaje de WhatsApp? ¿Qué impacto tienen en nuestro pensamiento y manera de ver la vida? Es como si el formato estuviera supeditado a la brevedad para seguir consumiendo, acostumbrando a la memoria a desechar.

No es que antes fuésemos más y mejores lectores, pero sí tal vez existía más calidad en las palabras digeridas, no sé ustedes pero mis profesores me obligaban a ir a la biblioteca a llenar fichas de trabajo con títulos, citas y párrafos que nos exigía una labor mental más completa, pienso que de allí derivó que en mi cabeza aún vivan fragmentos de poemas e información que de haberla consumido en internet ya no la recordaría. No dudo que nuestros vertiginosos ritmos de vida nos orillen a leer apenas unos segundos cuando antes parecía existía tiempo de sobra para leer. Me es clara la imagen de señores en las plazas con sus diarios abiertos leyendo las noticias, las señoras en los cafés con las amigas chismeando fragmentos de  Jane Austen, las tardes con los cuates en el cuarto de alguno de ellos leyendo historietas, gritando, emocionándonos, sintiéndonos felices.

Quizá exagero al decir que la lectura se extingue pues vivimos también, y hay que decirlo, un tiempo donde se publica mucho, donde el consumo de libros no es tan desalentador como quieren hacerlo ver las estadísticas, veo las ferias, a la gente con sus libros, o inclusive expresiones literarias en las mismas en redes sociales y recobro la calma. Tal vez es sólo la nostalgia devenida por la edad, pero tampoco bajo la guardia, no me fío de todo lo que se escribe y lo que se lee ya que no es un secreto que hay literatura comparada a la comida chatarra, que engorda, que quita espacio a lo importante. Táchenme de loco pero extraño que me obliguen a leer, con disciplina, ritmo y cadencia; a memorizar, quiero creer que aquel régimen me formó como lector, ahora teniendo la libertad de crear mi ruta lectora, mientras pienso que las nuevas generaciones no tienen los suficientes acercamientos a la lectura, para ellos no existe, es igual a tedio. ¿Qué será? ¿En verdad se estará muriendo la lectura? ¿La estaremos matando? No me imagino un mundo sin leer, de verdad que no, y espero no ser el único.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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