#LeerALaPlayboy: Goles que saben a letras

Típico, eres un amante de la literatura, la música, el cine y cuanta manifestación cultural y artística existe sobre la faz del planeta que vive tranquilamente sus días, pero ¡oh sorpresa! ya han transcurrido cuatro años, llega el mundial y te sientes como un bicho raro que no encaja en ningún lado. Vas al restaurante con los amigos o a tomar unos tragos y qué sucede, lo único que escuchas y respiras es fútbol. Fútbol por todos lados: en la televisión, en la radio, en revistas, espectaculares y hasta en el rincón menos pensado se siente la fiebre mundialista. 

 

Aunque la vida dependa de muchas otras cosas, este deporte, el que más fanáticos tiene, se apodera de millones, quienes cuentan ansiosos las horas para la patada inicial de esa justa deportiva que despierta tantas pasiones. ¿Qué hacer entonces contra la inmensa marea que se viene sobre nosotros? Sé de un encuentro de poetas que se organiza cada junio desde hace 18 años, para su mala suerte, el pasado mundial de Sudáfrica se empató con las fechas en que se realizó, el colmo fue que se inauguraba justo a la hora exacta del primer partido entre México y el país anfitrión. 

 

 

El organizador, caprichoso e ingenuo, no consideró siquiera mover las fechas porque para él era impensable que el fútbol fuera más importante que la literatura. Lo que sucedió lo podemos imaginar, a la inauguración del encuentro no asistió prensa, ni público, ni vates. “Si no puedes contra el enemigo, únetele”, reza el dicho, por lo cual, para no sentirte aislado de la sociedad, la mejor forma de pasar esta temporada donde todo gira alrededor de un balón, es entendiendo que el fútbol puede disfrutarse tanto como cualquier otra cosa, ni tan, tan, ni muy, muy. ¿Acaso este deporte por antonomasia puede convivir con la literatura y otras manifestaciones artísticas? Preguntamos a algunos autores sobre sus perspectivas entre el fútbol y la literatura, aquí sus respuestas.

 

De alguna forma escribir se parece al fútbol: una suerte de fracaso sistemático, intentar e intentar para que en algún momento, luego de varias batallas a muerte, llegue el gol o una cuartilla que funcione. Los noventa minutos son la consumación del fracaso. Como lo es, también, publicar todas esas cuartillas a las que le dedicaste tanto tiempo. Por otra parte, no hay situación más irreconciliable que la lectura y el fútbol. Si en uno, la emoción suprema del gol te conecta con la animalidad salvaje y el hambriento insisto, en la otra, lo que se atiende es la sutileza del goce. Claro, hay un placer glorioso al leer, pero, a pesar de la explosión, existe un pacto de contención potenciado por la duración. En otras palabras, en la lectura, luego del gol hay emoción (la contemplación), situación que la histeria del fútbol no permite. Eso es, la derrota histérica del fútbol se opone a la victoria eterna de la lectura literaria.

 

La literatura tiene relación con todas las pasiones humanas. No podría jamás abstraerse de una pasión que congrega a millones…

 

El fútbol como deporte lo entiendo y me gusta mucho. Y aunque cada día que pasa me vuelvo más baquetón, jugar una cascarita de vez en cuando con los cuates, me encanta. Sin embargo, el fútbol como negocio y espectáculo me da una hueva tremenda. Los juegos de liga nacional y el Mundial, me causan cero interés. Me da igual si pierde o gana México. Todo lo reduzco a un vil negocio entre los dueños de los equipos a costa del fanatismo de la afición. Me gustan mil veces más las cascaritas callejeras donde no hay nada que perder. Lo único que me podría interesar de la ridícula parafernalia que hay alrededor del Mundial, es que da tema para chotear el asunto con unas cuantas caricaturas.

 

 

El fútbol es como decía Valdano, lo más importante de lo menos importante. Quién sabe porqué pero los escritores mexicanos lo abordan poco, digo comparado con sus contrapartes argentinas, uruguayas e incluso inglesas. En México es una relación de altivez, de no mezclarse con el pueblo llano. En un partido de fútbol se puede narrar muy bien una batalla épica o una amistad fraterna. A mí me encanta, junto con el box y la lucha libre, me parecen deportes que congenian muy bien con la literatura.

 

Mi opinión es que la literatura puede hablar de lo que le sea, si lo hace con inteligencia. Y el fútbol involucra las emociones, por eso resulta interesante. Aunque no es un matrimonio fácil. Valdano no es un escritor. Y, por otro lado, me dan risa los culteranos pedantes que detestan el fútbol, como si fueran indignos de interesarse por cualquier actividad física por debajo del Bolshoi.

 

 

Lo que puedo decir es que como un villamelón total, que no detractor del fútbol, porque de verdad envidio a los que dominan el tema, los libros “Dios es redondo” y “Balón dividido”, de Juan Villoro, me parecen un excelente acercamiento a la pasión, al conocimiento y al amor por el juego. Cada vez me acerco más a él gracias a las letras que me transmiten el cariño por el deporte.

 

La mayoría de los buenos escritores que conozco ama el fútbol. Imagino que porque la literatura como ese juego, en general cualquier juego, son algo serio, en el sentido cortazariano. Celebro que Villoro y Galeano hayan escrito crónicas formidables sobre el fútbol, mas leo a Valdano con reverencia, así como se la profesé al verlo golear junto a Maradona. Del fútbol pienso dos cosas:   1. Es tan apasionante para los autores que aún no se ha escrito una gran novela o un gran cuento en los que pese más la literatura que el fútbol. 2. Cada que pienso en que el fútbol me disgusta, recuerdo a Bertrand Russell afirmando que ‘quien detesta el fútbol desconoce el placer de patear la cabeza del enemigo’. Entonces me digo, Borges qué.