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Iron Maiden en Washington

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
La banda británica arrancó su nueva gira mundial en Estados Unidos la semana pasada. Playboy México estuvo presente en el […]
Iron Maiden en Washington

La banda británica arrancó su nueva gira mundial en Estados Unidos la semana pasada. Playboy México estuvo presente en el show de Washington, una probada de lo que veremos en nuestro país el año que entra.

Por Arturo J. Flores. 
Enviado

Fotos de John McCurtie (Cortesía Iron Maiden)

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“Which band did you say?”, me pregunta el mal encarado oficial, que durante la última hora y media se ha encargado de maltratar verbalmente a mis compañeros de detención. Muchos de ellos indios de India, algunos otros asiáticos e incluso bastantes afroamericanos, aunque a la vista el único representante de la franja latina soy yo, esperamos estoicamente a que los gorilas albinos nos revisen los pasaportes y nos preguntes por enésima vez a qué rayos venimos a Estados Unidos.
“Iron Maiden”, le respondo y tomo suficiente aire, dispuesto a explicar, como lo hice con el control de inmigración que en envió a este segundo filtro, que se trata de una banda británica de heavy metal que mañana en la noche se presentará en la ciudad en compañía de Alice Cooper como parte de la fracción norteamericana del tour Maiden England, que arrancó el 21 de junio en Charlotte.
Sin embargo, el policía de al lado que en esos momentos asusta a otro indio, voltea y canta, en la octava más alta que es capaz de desentonar: “Iron Maiiiiiiiiiiden”. Su compañero ríe, me sella contundentemente el pasaporte y me invita a que lo pase bien en su país, con ese tono condescendiente que los norteamericanos tienen para decirte: “lo has conseguido, bienvenido y no dejes de venir a que te humille nuevamente”.

Alice in Terror land

Casi 24 después las luces del Jiffy Lubbe se apagan, aunque la verdad es que hace apenas unos minutos que anocheció. A Alice Cooper lo vimos actuar aún el sol latigueándonos en la nuca. El que lleva nombre de bruja nos recetó un espectáculo breve, pero adorable, sembrado de suficientes hits de forma estratégica como para que los cerca de 13mil sofocados reunidos no dejáramos de celebrar a su lado. De la docena de navajos que asestó, me perdí las dos primeras pero por boca de uno de los periodistas alemanes que viajan conmigo me entero que además de un intro con la voz del inolvidable cronista del horror Vicent Price, Alice prendió la mecha con The black widow y Brutal planet, en las que sacó a saludar a su serpiente consentida. Una de las alemanas jura que el hedor del reptil podía sentirse hasta donde estamos nosotros, sentados en una mesa VIP a unos 20 metros del escenario.
Mientras aquello tenía lugar, yo era el cuarto en una ronda de entrevistas con Steve Harris en su camerino. El bajista de Maiden signó la conversación obsequiándome un disco quemado con tres canciones de su hija Lauren.  Pero cuando caminaba hasta el sitio donde me despatarro a disfrutar de la segunda cerveza de esta tarde en el que el termómetro nos recuerda que 39 grados no son poca cosa, Alice se paseaba de un lado a otro del escenario gritando, a sus 64 que tiene 18 años. Si nos pusiéramos estrictos, la bruja convertida hace tiempo al cristianismo tiene 18 multiplicados por casi 4. No importa, porque muchos de los presentes (la mayoría) también pasan de esas edad pero se comportan como si apenas hubieran apagado 17 en sus pasteles de cumpleaños: gritan, saltan, se sacuden y… al final se sientan un momento para recuperar el aliento.
El espectáculo de Alice no tiene valles, únicamente crestas. Parece un clown traído a fuerzas de conjuros  desde las entrañas del infierno con la misión de entretener a estos niños malcriados que somos los fanáticos del rock pesado. Billion dollar babies es el pretexto para que el cantante reparta dinero de juguete, Feed my Frankestein para que adopte el papel del Dr. Victor, protagonista de la novela de Mary Shelley, y un monigote que compite en tamaño y ternura con el Eddie de Maiden (me pareció ver una de las manos de la mascota de los ingleses arrumbada cuando pasé por el backstage), mientras que el previo a I love the dead funciona para que coloquen a Cooper en una guillotina y le corten la cabeza delante de nosotros. 
Poison es, en definitiva, una de las crestas más altas de la onda. Las rubias se contonean. Los machos se beben las latas como si se tratara de vampiros desesperados por vaciar de sangre los cuerpos de aluminio. Al final cierra con el clásico School’s out y una familia típica americana (madre, padre y dos rosados hijos) que debió dejar el perro en casa la cantan como si de ello dependiera que Iron Maiden saliera después al escenario.

666… the concert of the feast

Por fin el sol se arrodilla en el horizonte para obsequiarnos un descanso. Durante el día me di una vuelta por la dirección más famosa de Estados Unidos, el número 1600 de Pennsylvania Avenue, NW. Saludé a Conceoción Picciotto, una misteriosa anciana que desde 1981 mantiene un campamento de protesta a las afueras  de la Casa Blanca para demandar un cese al fuego y un alto a las armas nucleares. A su derecha, Rim, una mujer activista en pro de los derechos de los animales, se cocía bajo el mismo sol incandescente. Y más a la izquierda, sobre la Plaza de la Libertad, crucé palabras con dos veteranos de Vietnam que igualmente se manifestaban contra la guerra con el calor como testigo.
Todo eso regresa a mi memoria cuando Maiden ha tocado ya cuatro canciones (Moonchild, Can I play with madness, The prissioner y 2 minutes to midnight). En la frente me arden aún los salivazos del sol del día. Bruce Dickinson saluda a Washington y se refiere a DC como “el lugar donde se toman las decisiones importantes”. Hilvana un discurso en contra de la guerra, la violencia y las armas. Entonces presenta Afraid to shoot strangers a una audiencia que le da la bienvenida a la canción con los brazos lo más alto que le es posible levantarlos, como para bajar una nube del cielo. Yo, como mexicano, me conmuevo también teniendo presente que en mi país se libra una guerra absurda en la que se nos obliga a diario a disparar y ser disparados por extraños.

El montaje de esta nueva gira Maiden England 2012 es sumamente atractiva, entretenida, aunque se acoja a los lugares comunes que el grupo nos tiene acostumbrados. Pero como Paul, de EMI, nos dijo a los periodistas cuando veníamos hacia acá: “Aún si no conoces a Maiden es imposible aburrirse en un concierto suyo, ¡son un show!”.
La interpretación de The trooper es la prueba viva de ello. Bruce agita la bandera de Inglaterra en todo lo alto, como es tradición, vestido como soldado del imperio británico mientras nos relata la historia de un soldado más que desfallece en el campo de batalla. Después, sobre el escenario caen luces rojas simulando un baño de sangre para dar la bienvenida a The number of the beast. Y, al fondo, detrás de donde el bajista Steve Harris punta su bajo a la audiencia como si del mástil fuera a disparar un láser, ríe una imagen gigante del Macho Cabrío.
The phantom of the opera es la siguiente. Las guitarras de Dave Murray, Janick Gers y Adrian Smith tejen una exquisita y sólida red de armonías en la que nuestros oídos quedan atrapados como insectos en una telaraña. La vomitada de hits es imparable, como un edificio derrumbándose sobre nuestras cabezas: Run to the hills (en la que Eddie hace su primera aparición, armado con una espada), Wasted years, Seventh son of a seventh son, The clairvoyant (con un performance épico como telón de fondo en la que una esfera gigante de iluminación es colocada al fondo del escenario), Fear of the dark y como tiro de gracia para este público muerto de placer, la canción que el policía del aeropuerto cantó cuando dije a lo que venía a Washington, Iron Maiden.
Tres encores después, el último de ellos con Running free, la gente se dirige a la salida. Algunos borrachos aún se desgañitan con los últimos “Up the irons”.

Una vez en la camioneta, Paul nos dice que le gustó más este concierto que el de Filadelfia, acaecido una noche antes. Sin embargo, reitera, es imposible que Iron Maiden dé un mal concierto porque Nicko, Bruce, Steve, Janick, Adrian y Dave no tienen otra cosa qué hacer. “A estas alturas, no lo hacen por dinero”, dice, “sino porque les fascina. A ver, a sus sesenta y tantos, si Nicko no sale de gira, ¿qué más podría hacer? ¡Aburrirse!”.

Vaya hobby. Y lo mejor, dice mi nuevo amigo, es que el año que entra podríamos verlo en la parte de América que habla espaniol.

 

 

 

 

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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