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Dentro del Mítin. Diario de un Acarreado

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
| Peña Nieto | Su copete pa’ llevar Doña Elisa es una mujer que pasa los 40 años, entusiasta, entrada en carnes […]
Dentro del Mítin. Diario de un Acarreado

| Peña Nieto | Su copete pa’ llevar

Doña Elisa es una mujer que pasa los 40 años, entusiasta, entrada en carnes y muy feliz de ver por fin a Enrique Peña Nieto. No le pregunto su edad, pero sí su nombre y a qué se dedica. Es empleada en el gobierno de Tlaxcala desde hace más 15 años. Sindicalizada y en espera de su jubilación. Estoy arremolinado a las afueras de la Plaza de Toros de Apizaco, el coso más grande del estado de Tlaxcala. Le pregunto con alegría, así que no duda que yo sea otros de los muchos seguidores del priísta. “Va ser nuestro próximo presidente”, dice convencida. Según me cuenta, ella se enteró del evento gracias que el “licenciado”, un funcionario local de su municipio, los fue a invitar unos días antes. “Va a haber camiones que los traerán y llevarán”.

Días antes, en los medios locales daban cuenta de que Sergio González Hernández, dirigente del PAN del estado, le había mandado un par de libros de preescolar al candidato presidencial para “superar sus deficiencias”. “Se le harán llegar a través de su dirigencia estatal dos libros… uno se llama Lectura Comprensiva, para un mejor aprendizaje, y Bubbles, para que mejore su conocimiento del inglés”. Al CEN tricolor y a la militancia, el chiste no les causó gracia. Pero tampoco les importó. La Plaza de toros estaba tan llena que mucha gente se quedó afuera. Dentro, la plana mayor en el estado está presente, con la cereza en el pastel, que era Beatriz Paredes Rangel, tlaxcalteca y candidata a Jefa de gobierno del D.F.

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Afuera nos entregaron gorras, banderines, globos aplaudidores y demás parafernalia para poder vitorear al candidato. Algunos traían comida embolsada. Jugos y tortas, según con quién habías venido. “Le dan en su camión”, me dice un señor que repartía aguas. Otros regalaban camisetas rojas de la pasada campaña a gobernador, aunque algún mercadólogo les dijo que cambiaran el color, porque las nuevas son verdes con el logo del partido estampado muy cerca del corazón. Hasta copetes para llevar se pueden conseguir, emulando al candidato presidencial.

Un artista de la televisión

Antes de entrar pierdo a doña Elisa, que asegura no ser votante, sino “fan” del mexiquense. Adentro, todo es faraónico. Grandes logos del PRI adornan el templete que se alarga hasta dentro del público y es rematado por un atril donde van leyendo los oradores. El acto es corto. Hablan todos los que tiene que hablar, y reciben sus aplausos, en especial Beatriz Paredes. Al final toma la palabra Enrique Peña Nieto. Hasta ese momento todo había sido a la antigua usanza priísta, es decir, grandes arengas, mucho llamar al público, muchos políticos levantando puños, mucho recurrir al chovinismo (“Tlaxcala, cuna de hombres trabajadores”, “Tlaxcala, indómita”). Pero Peña Nieto es diferente. Sabe mover sus manos, acentuar sus dichos con movimientos de brazos y repetir una y otra vez “Tlaxcala” y “Tlaxcaltecas”. Tiene una pauta y la sigue. Sabe aplicar los gestos, utilizar sus brazos con la camisa arremangada, mirar a la gente y al final, como si de un artista de televisión se tratara, sale a convivir, brevemente con la gente. Su discurso no tardó más de diez minutos y habló de generalidades. En aquel momento no podía llamar al voto, la veda electoral se lo prohibía, pero eso no le quitaba hacer señalamientos, aunque tibios, casi velados, al gobierno federal y a sus detractores. El acto es breve, pero contundente. La gente sale feliz y aborda ovinamente los autobuses, camionetas, combis en los que llegaron. En la arena de la plaza de toros queda la basura de los alimentos y algunos banderines de plástico.

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Superecologista entre la masa | AMLO |

Me enteré de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador en el IFE por medio de un correo electrónico que enviaron a alguien muy cercano. Él es representante del “gobierno legítimo” y recibe, cada tanto, información sobre el candidato perredista. Antes ya había recibido en el correo normal una tarjeta con el águila juarista, en donde lo comprometía a ser vigilante de las urnas en las próximas elecciones presidenciales. Tenía un mensaje en donde López Obrador lo invitaba a “no dejarse arrebatar el voto”, como en el ejercicio anterior.

Él no fue, yo sí. La ciudad de México es el máximo bastión perredista del país. El partido del sol azteca se quedó con todos los líderes naturales del priísmo de los ochentas, así que saben movilizar gente tan bien como sus adversarios tricolores. La idea principal de los mítines es mostrar “el músculo”, demostrar que grandes cantidades de gente están con ellos. Además, López Obrador tiene una estructura alterna tan poderosa que garantiza que hasta en estados poco proclives a escucharlo, haya gente.

A diferencia de Enrique Peña Nieto, donde van militantes de vieja cepa, pero muchos jóvenes y mujeres; con el perredista el grueso es gente que pasa de los treinta años, muchos pintan canas. Ahí veo a los personajes que están en todas las marchas defeñas: Superecologista, un hombre en una bicicleta, siempre vestido de verde, con hojas cafés de tela pegadas a su ropa y una gran bandera de colores. También están muchos de los antiguos comunistas que venden libros en el centro de la ciudad. Sin embargo, los que obtuvieron lugares en la explanada del Instituto Federal Electoral son los pocos elegidos que llegaron temprano y que pudieron ver en trajes negros a los dirigentes de los partidos de la coalición, los funcionarios del IFE y al propio candidato presidencial.

Luego del acto protocolario dentro de las oficinas, sale una pequeña comitiva a dar un discurso en un temple pequeño, con un atril de plástico transparente. Ahí, muy serios y adustos, los tres dirigentes de los partidos, su coordinador de campaña y el candidato, saludan a la concurrencia. El toque institucional lo da el color de la corbata en los trajeados, de acuerdo con su partido. Por el Movimiento Ciudadano, Luis Walton, café; del Partido del Trabajo, Alberto Anaya, rojo comunista; por el PRD, Jesús Zambrano, amarillo. Ricardo Monreal y López Obrador traen corbatas neutrales, es decir, negras. La de Obrador tiene unas ligeras rayas azules, que apenas alcanzo a distinguir.

Sus “eses” escondidas

El discursos es menos incendiario que el de hace años, que el de hace unos meses. Obrador hace sus pausas características, su lento hablar, sus eses escondidas. Sus movimientos no son tan estudiados, ya se han incorporado a su persona. Años de estar en campaña lo han hecho verse natural frente a las masas. La gente aplaude cuando exige trato justo y cuando declara que dará pensiones, cuando recuerda los programas sociales del gobierno del distrito federal. Todo es público amigo.

Pero éste no es un mítin clásico de PRD, no hay el gran templete con banderas y el rostro del candidato, ni el animador que calienta a la gente y que les va enseñando las arengas que deberán gritar cuando llegue el discurso estelar. Es un acto más pequeño, sin expendedores del diario Regeneración, sin cantar el Himno Nacional, sin la fiereza que caracteriza a Obrador. No hay chistes por lo bajo, que es como salpimenta sus actos normales, ni oradores-abridores. La gente le aplaude cuando se baja y de inmediato busca contacto con él. La principal diferencia con Peña Nieto es que sus seguidores van a ver a un santón, no a un pop star. Lo cual para la seguridad es un descanso. Las “fans” de Peña Nieto quieren tocarlo para quedarse con algo de él. Las “fieles” de Obrador sólo quieren tocar su ropa y sentirse salvadas.

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| vázquez mota | Al amparo de la Diosa de la Cumbia

Recuerdo la cara de Maquío, el histórico candidato presidencial panista “boteando” en el centro del DF, o haciendo huelga de hambre en el Ángel de la Independencia para exigir que se abrieran los paquetes electorales en donde se había dado la victoria al satanizado Carlos Salinas de Gortari. Hay fotos donde se ve al actual presidente panista, Felipe Calderón Hinojosa, con su familia, pidiendo dinero en botes para la campaña de Maquío.

Esos tiempos quedaron atrás. Para la toma de protesta de su actual candidata, Josefina Vázquez Mota, rentaron el Estadio Azul y contrataron a Margarita, la diosa de la cumbia, para amenizar el acto. La meta era llenar con 36 mil asistentes, la capacidad máxima del coloso, y que se demostrara el arrastre de la panista. Sin embargo, el cálculo y la operación les fallaron.

Para escribir este artículo esperaba el momento en que dieran la hora, la fecha y la hora en que sería. Esto se dio a conocer con dos días de anticipación en su página y en un comunicado breve de prensa. Los panistas son muy organizados, pero la Ciudad de México no es su territorio. Días antes había asistido a un desangelado mítin en la delegación Miguel Hidalgo donde se candidateaba Lía Limón, ahora diputada local independiente de la asamblea legislativa del DF. Y ex esposa del anterior consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde. La delegación Miguel Hidalgo es casi el único coto de poder que le queda al PAN dentro del DF. Pensaba: si ni ahí podían llenar una plaza pequeña, menos podrían con un estadio de las dimensiones del Azul.

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Ya no había paraguas

Eso lo confirmaría la propia Lía Limón en entrevista con Carmen Aristegui cuando abandonó a su partido, y la realidad, el domingo 11 de marzo. Llegué tarde, casi a las doce y media. Afuera había un caos vial por los muchos autobuses en los que habían traído a los asistentes. La diosa de la cumbia cantaba sus éxitos renovados con un ritmo más “tribal” y electrónico. El sol caía fuerte, tanto que uno debía estar a la sombra. Ya no había paraguas blanquiazules, pero sí algunas gorras blancas con el nombre de la candidata en azul. Pedí uno e intenté entrar al estadio. “¿De dónde viene usted?, me dijo una señora con todo el kit electoral: gorra, camiseta, banderín y una pancarta. De acá del DF, respondí. “Es que ésta es la puerta 2, de ésta a la 6 son para los del estado de México.” Le pregunté que si podía entrar por ahí. “Pues sí, pero ya llega tarde”, me respondió. Mientras yo encontraba las escaleras, la gente, apenas terminó la música, comenzó a salirse. El calor había logrado su cometido.

En el sonido local pidieron un aplauso para Vázquez Mota y ella comenzó su discurso de unidad mientras la multitud, fundida por el sol, hacía la diáspora. Abajo el espacio donde estaba la plana mayor panista tenía sillas y era circular, para que los oradores pudieran girar 360 grados. Miranda de Wallace iba de blanco; Cordero y Santiago Creel se habían quedado en mangas de camisa, contrastando con Gustavo Madero en saco y la tradicional corbata azul claro. La cantante colombiana se veía rozagante en su vestido multicolor.

Josefina sonreía a pesar de que la gente continuaba saliendo. En ningún momento se le vio atemorizada o que dudara. Continuó arengando al público y pidiendo que la apoyaran. Afuera la gente ya abordaba sus autobuses y esperaran que los regresaran de donde vinieron.

Muchos llevaban botellas de agua iguales, que les dieron durante el acto. Algunos comían tortas que, aseguraban, les habían regalado antes de salir. “A nosotros nos dieron sólo una banderita”, me dijo una señora acompañada de sus dos hijos.

En mi cabeza, siempre que salgo de un mítin, suena La Marcha de Zacatecas y me río. Todo ha cambiado, pero todo sigue igual.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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