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#DeTresDedos: Cortázar y la Liga MX

Por: Jafet Gallardo 31 May 2018
Hace unas semanas, en el inicio de la Liga MX, escribí en Twitter que mirar un partido de tu equipo […]
#DeTresDedos: Cortázar y la Liga MX

Hace unas semanas, en el inicio de la Liga MX, escribí en Twitter que mirar un partido de tu equipo en la jornada 2 era un verdadero acto de fe. Cada temporada, los seguidores de los equipos del futbol mexicano se sientan ante la televisión o en las butacas de los estadios, esperando que el espectáculo de su liga aparezca en alguna parte. Que haya una chispa que mantenga prendida la veladora de la pasión por tus colores.

Por Adán Medellín (@adan_medellin)

Muchos amigos están decepcionados con el arranque de sus equipos. Cruz Azul y Pumas han penado o pasado sin gloria las primeras jornadas del campeonato; Chivas siente de cerca las llamas del descenso. Entre los llamados “Grandes”, los únicos aficionados felices son los del América y viven en el dulce cantar del superlíder. Sin embargo, el torneo mexicano es tan breve como irregular, y en él cualquier alegría dura lo mismo que un suspiro.

Con cada inicio futbolístico, los especialistas exponen razones y sugerencias para mejorar el nivel de la liga. Se habla de la reducción de extranjeros, del uso de jóvenes y canteranos, del torneo largo vs el torneo corto, de las posturas tácticas resultadistas de los directores técnicos o de las pifias directivas o arbitrales. Pero mientras pensaba en esos discursos de cada temporada, recordé que este 26 de agosto se cumplen cien años del nacimiento de uno de los máximos narradores de las letras hispanoamericanas: el argentino Julio Cortázar.

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Cortázar me enseñó a pensar a mí y a muchos otros a través de la magia. A través de la posibilidad, la fantasía o el espejo. Me enseñó a entrar en el fluir del relato y pensar la vida fuera del esquema narrativo que le impone el sistema conocido del mundo, del cual no ha quedado excluido el futbol moderno. El futbol es un negocio también, los goles y los jugadores se cotizan. Se vive el esquema de la recesión económica en el campo, de la eterna crisis del virtuosismo, de los obreros que no pueden revelarse contra el dictado del técnico soberbio o miedoso.

Pensé en los cien años de Cortázar y en cuánto había cambiado el futbol en ese periodo. Desde el mítico y ultraofensivo 2-3-5 hasta la casi extinción del 10 –el creativo, el mago, el inteligente, el talentoso- de los campos del juego. Porque el futbol de nuestros días ha probado que se puede ganar sin magia y eso es una de las verdades más dolorosas en un deporte que está hecho para entretenernos y darnos alegrías. La ausencia de Cortázar me recordó la falta de magia que vemos en la prosa de nuestras canchas: los partidos monótonos, las subidas y bajadas pronosticadas, los relevos defensivos presupuestados, las faltas tácticas. Los equipos en problemas que pactarían el empate antes de saltar al campo.

Pensé en Cortázar mirando uno de nuestros partidos y levantándose a los cinco minutos para ir a buscar sus historias de cronopios y famas. Para vomitar conejos por la indigestión que nos causan tantos encuentros prescindibles y aburridos. Me imaginé a Cortázar dándole la espalda al futbol, poniendo un disco de Charlie Parker y viviendo en el jazz donde fluía la magia y la improvisación, dos elementos que apenas asoman en nuestras canchas.

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Creo que he pensado tanto en Cortázar porque el buen Julio me trae a la mente la playera número 10. El jugador que tanto nos hace falta porque encarna una idea futbolística que algunos consideran ya obsoleta y enferma de romanticismo y nostalgias. Lo cierto es que en los tiempos en que los programas físicos extienden la capacidad muscular y pulmonar de los atletas, aún no se puede agrandar el cerebro y alumbrar el oscurantismo en la cancha con una dosis de talento. El 10 puede ser alto y calvo como Zidane, o pequeño y rechoncho como Maradona, o jorobado y entrón como Cuauhtémoc. O en las letras, puede tener problemas de gigantismo y una pronunciación afrancesada y extraña como Cortázar.

Así es, si me pidieran una comparación literaria entre escritores y futbolistas, diría que Julio Cortázar es un 10. Hay que ver cómo juegan las palabras de un lado a otro en su prosa mágica, reiterativa, musical, que te envuelve y de pronto te explota en la cara con un desenlace sorpresivo. Una hoja seca llevada por el viento y convertida de pronto en una página viva y palpitante, como lo era el famoso tiro con efecto de Didí, uno de los grandes 10 de la historia, un disparo que quebraba inesperadamente y se incrustaba en el ángulo ante la sorpresa del portero rival. Hablo de ese Didí a quien Eduardo Galeano ha descrito como un ícono africano que disparaba sus flechas envenenadas plantado desde el centro del campo, lanzando medios goles que completaban los pies de Pelé, Vavá o Garrincha.

Del mismo modo, cuando lees sus páginas, Cortázar ya se está dando la vuelta y tu defensa ha sido vulnerada y un momento después tú estás recogiendo la pelota dentro de tu portería. Gol o asistencia de Julio. Cortázar no se repetirá a pesar de sus imitadores, pero lo que hemos visto es real y podremos reconocerlo cuando encontremos al próximo de su estirpe. Nos pasó con Huidobro, con Rimbaud, con Poe, con Cervantes y con toda esa compañía visionaria. Los miramos explotar con la alquimia del verbo y crear los caminos para dejarnos de frente a los mundos, personajes, ideas e imágenes que nos hacen encarar nuestra condición humana.

Quizás eso es lo que espero en el futbol de mi Liga y por eso lucho contra mí mismo para sintonizarlo. Un pasaje de música e inspiración y realidad en el argumento monótono de un partido, un rostro en éxtasis después de un gol o una pincelada, un arquero valeroso o villano, la entrada de un nuevo héroe en el jugador debutante, la fuerza de la magia que no puede contenerse y vendrá después de los cuentos de Cortázar, en una cancha empastada.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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