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¡Todos queremos ver a Olga!

Escrito por:Arturo Rico

Olga Breeskin fue la figura que definió la vida nocturna de toda una generación. Su talento musical, la cadencia de sus movimientos y su excepcional anatomía la convirtieron en un icono de la belleza y el erotismo cuya leyenda sobrevive hasta nuestros días.

El glamour, la sensualidad y la fama están tan profundamente arraigados al mito de Olga Breeskin que resulta imposible imaginar que en su lugar existiera una joven sencilla que tocaba el violín a cambio de propinas en cafés y restaurantes de la Ciudad de México.

Criada en una familia de artistas —su madre Lena Torres, cantante de ópera; y su padre Elias Breeskin, violinista ruso de fama mundial— , Olga se planteó un futuro en la industria del entretenimiento desde niña. Su padre, quien fuera considerado uno de los tres mejores violinistas del mundo a principios del siglo XX; dedicó los últimos años de su vida formando a Olga como violinista clásica.

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Su destino era ser concertista, pero una serie de eventos fortuitos la llevaron a debutar como vedette. La repentina muerte de su padre en 1969 la obligó a asumir el rol de proveedora en su familia, y así cambió la música clásica por géneros más comerciales. Reemplazo a Mozart por Agustin Lara, las Czardas por boleros, e hizo de Bésame Mucho su tema emblema.

Tocando el violín en cafés y mesones de la famosa zona rosa, fue descubierta por el presentador Raúl Velasco, quien la lanzó al estrellato en televisión. Empezaba la década de 1970, y Olga encarnaba de forma perfecta el espíritu de la liberación sexual y psicodelia de la época. La leyenda comenzó.

Antes de convertirse en vedette —y en la mujer más deseada de México—, Olga no sabía actuar, bailar y mucho menos cantar, pero no hacía falta. Ella misma lo dice: “Las vedettes éramos mujeres guapas  que podíamos entretener al público sin hacer nada”.

1976 es el año en que Olga Breeskin consolida su reinado sobre la Ciudad de México. Al tanto de la conmoción que provocaba en televisión, el expresidente y empresario Miguel Alemán Valdéz presenta por primera vez a Olga Breeskin en la sala de conciertos de su hotel, el Hilton Continental. Su innegable talento musical, anatomía incomparable, sex appeal y la ostentosa puesta en escena, hacen del debut de Olga un evento sin precedentes.

La capital del país se desvela y amanece invadida hasta el aturdimiento por la juguetona resonancia de un nuevo jingle: ¡Todos queremos ver a Olga!. Todo el mundo habla de ella, está en todos lados: Olga en la radio. Olga en la televisión. Olga en las portadas de periódicos, pero también en las revistas más populares de la época: Órbita, Impacto, Bellezas y Su Otro Yo. Jamás se había visto en México una puesta en escena con tal repercusión.

Su erotismo sin precedentes cautiva a las masas. Tocando el violín en tanga o luciendo fastuosos vestuarios Olga conquista al proletariado, pero también a la élite. Celebridades e intelectuales caen rendidos a sus pies. Su lista de amigos ahora incluye a Carlos Monsivais y a José Luis Cuevas, pero también a Juan Gabriel, Verónica Castro y Andrés García.

Fuera de los escenarios las noches de Olga son igual de memorables. Fiestas privadas con El Negro Durazo y Luisito Rey; citas con poderosos empresarios y narcotraficante; se habla incluso de que en el peculiar repertorio de relaciones entre la política y el vedetismo en México, Olga fue participe de un amasiato presidencial, o al menos así lo sugiere ella misma en su autobiografía ‘El Viejo Violin’, de 2014.

Olga Breeskin, la violinista más sexy del mundo, recorre Estados Unidos, América Latina y Europa presentando espectáculos de cabaret ante multitudes que agotan las entradas.

Durante una estadía en Las Vegas, presencia el espectáculo de Siegfried & Roy, y decide integrar animales exóticos a su rutina: un tigre, dos leopardos, una pantera, su famoso chimpancé, cinco tarántulas y múltiples serpientes se unieron al elenco a finales de los años 70. Meses después se traslada a Nueva York, donde contrata a una pléyade de bailarines (todos de Broadway), y así forma el ballet de su show. Por último, viajó a París, donde compró el vestuario del legendario cabaret Lido de Paris. La niña que tocaba el violín en cafés y restaurantes ahora tiene un espectáculo de primer nivel.

En 1977 regresa a la televisión, pero esta vez con su propio programa: “Esta Noche es… Olga”, un ciclo de variedades en el que la vedette monta números musicales al mayor estilo Las Vegas. De manera simultánea, Olga Breeskin entra al mundo del cine, donde se convierte en la figura central de la comedia romántica mexicana.

Su status de sex symbol llamó la atención de Hugh Hefner, quien en 1984 le hizo una oferta millonaria para convertirse en la primera playmate mexicana.  Lamentablemente Olga lo rechazo, y la portada pasó a Elizabeth Aguilar.

Su talento cautivó al público, su sex appeal la convirtió en un icono de la liberación femenina de los años 70, y su incomparable belleza conquistó a toda una generación que, a más de 40 años de distancia, siguen soñando con Super Olga!

Hoy, en su cumpleaños número 70, celebramos la vida y obra de Olga Breeskin, uno de los iconos sexuales más importantes de América Latina.