Con apenas 32 años, Mia Goth se ha ido colando en la cultura popular con una mezcla hipnótica: rostro angelical y aire etéreo, mirada que insinúa misterio, y una capacidad para elegir papeles que exudan tensión, sensualidad y riesgo. Hoy, con su participación en Frankenstein dirigida por Guillermo del Toro, ese lado sexy (entendido como magnetismo, presencia corporal y voluntad de ruptura) vuelve a primer plano.
Mia Gypsy Mello da Silva Goth nació el 25 de octubre de 1993 en Londres, hija de madre brasileña y padre canadiense. Su camino arrancó en el modelaje adolescente, lo que le dio ese aspecto de “muñeca viva” con el que muchos la identifican. Pero fue al cruzar al cine cuando su sensualidad (más allá del cuerpo) se amplificó: roles intensos, físicos o psicológicos, que quedaron grabados.
Su debut fue en Nymphomaniac (2013), del polémico Lars von Trier, que ya de entrada la situó como figura capaz de asumir alto voltaje narrativo. Le siguieron papeles en A Cure for Wellness (2016), High Life (2018) y Suspiria (2018) —todos filmes que exigían intensidad, cuerpo, riesgo— y cuando llegó la comedia romántica Emma (2020), mostró que también podía modular su presencia.
¿Pero qué entendemos aquí por “lado sexy”? No es solo atractivo físico: es la capacidad de detener la mirada, de generar energía corporal y mental. Mia lo ha ejercido como pocos en trabajos de terror, ciencia ficción o thrillers. En la trilogía de horror de X (2022) y Pearl (2022) y su continuación MaXXXine (2024), ella interpreta personajes que son tanto presa como depredadora, inocencia convertida en horror, deseo convertido en violencia.
En estos papeles, el sexo, el cuerpo, la mirada —elementos tradicionalmente “sexy”— se combinan con tensión extrema. Esa dualidad es su firma: belleza inquietante + fuerza interior.
Y ahora llega Frankenstein. En este esperado filme de Guillermo del Toro, Mia asume dos roles: Elizabeth Harlander y Claire Frankenstein, lo que amplifica aún más su presencia en pantalla. La actriz lo dijo claro: “Nunca había tenido tanto miedo de entrar en una película. Realmente no”.
En la entrevista con Tudum, explicó cómo al probar un vestido para Elizabeth sintió que de golpe “hacía clic” y comprendió que llevaba dentro ese personaje. Este nivel de inmersión y vulnerabilidad también conforma parte de su “sexy-factor” actual: no se trata solo de ver a una mujer deseable, sino a una actriz que se compromete con el personaje, que se transforma y que deja ver tanto fragilidad como poder.
Para un público masculino, Mia Goth ofrece varios elementos de interés. Primero, la estética: un rostro que combina inocencia y riesgo. Segundo, los roles: ella misma eligió películas donde el género, el cuerpo, el deseo, la violencia y el poder se cruzan. Tercero, la evolución: ya no es solo la chica “guapa del cartel”, es protagonista y fuerza narrativa. Esto crea una fascinación distinta: no solo quiero verla, quiero entenderla. Y cuarto, la actualidad: su papel en Frankenstein la coloca ahora mismo en un contexto de gran visibilidad.
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Si bien su filmografía va más allá del terror o del “lado sexy”, es en la conjunción de estética + intensidad donde Mia Goth brilla. No es la actriz típica de “papeles ligeros”; sus elecciones son demandantes. Y para un sitio masculino que busca perfilar mujeres de presencia, de poder, de magnetismo, Mia encaja perfectamente: belleza reconocible + compromiso actoral + figuras de deseo + roles que desafían.
Mia Goth no es solo otra cara bonita en Hollywood. Es una presencia que se construye desde lo inquietante, lo erótico y lo transformador. En Frankenstein, su doble rol le abre una nueva etapa; en su paso por terror, ciencia ficción y comedia ya mostró que su “sexy” va más allá del físico. Es inteligencia, intensidad y voluntad escénica. Para un medio masculino interesado en figuras femeninas que sean más que un accesorio visual, ella es una apuesta segura.