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#DeTresDedos: El nacimiento de Muhammad Ali

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
En la foto, él está sumergido en el agua en una guardia armónica, concentrada y retadora. Es quizás la pose […]
#DeTresDedos: El nacimiento de Muhammad Ali
En la foto, él está sumergido en el agua en una guardia armónica, concentrada y retadora. Es quizás la pose más tranquila de su juventud, porque tiene la boca cerrada y guarda la respiración mientras espera para lanzar un ataque que fulmine a un rival invisible. Es 1961, Miami, durante un entrenamiento. Flota como una mariposa, pica como una abeja. Ésa sería una de tantas frases que le heredaría a la historia y la literatura del deporte. 
 
Cincuenta años atrás, le decían “Louisville Lip” (“el bocón de Louisville”, su ciudad natal). Pero los nombres cambiarían de la burla a la gloria y uno no puede evitar la pregunta: ¿dónde empieza el mito de Cassius Clay, que luego se llamaría Muhammad Ali por elección personal y religiosa, que luego sería el boxeador más grande de todos los tiempos? ¿Acaso inicia con su medalla de oro olímpica en Roma 1960? 
 
Cuando hablamos de Ali, un punto de partida ideal para su historia es la conmemoración de los 50 años de su pelea con Sonny Liston, ocurrida el 25 de febrero de 1964. La revista Time ha llamado a aquel combate en Miami Beach: “La noche en que El más grande nació”. En Estados Unidos, el evento se recordó con bombo y platillo. Durante la semana previa se hicieron programas especiales en honor al pleito. La pelea fue retransmitida y comentada, con entrevistas a sus protagonistas en las esquinas y el cuadrilátero. Angelo Dundee, su mítico entrenador, decía que Clay había transformado el boxeo en un deporte global, que lo había sacado de un cuadrilátero para entregárselo como espectáculo al mundo.
 
Suena ambicioso, pero cuando uno reflexiona, Dundee tiene bastante razón. Aunque la pelea de Ali fue promocionada como “La pelea más grande del siglo”, usando el mismo mote que tantas otras, el pleito con Liston fue quizás el primer gran combate globalizado de la era moderna. La televisión empezaba a desplazar al radio, las imágenes triunfaban sobre la voz. La pelea fue seguida y difundida como ninguna de sus antecesoras. A partir de aquí, las metáforas y las frases de Ali convertirían al box en un “prime time” que no sólo sería observado como un entretenimiento de masas populares, sino que tendría un espacio de reflexión entre los intelectuales más brillantes de su tiempo. 
 
Pero volvamos a Clay vs Liston I. Liston era el favorito, venía de cuatro defensas brillantes del campeonato de los pesos completos. Pese a su capacidad probada, la gente no tomaba en serio a Clay. Estaba envuelto en una ola de descalificaciones que lo tildaban de payaso y arrogante. Pero el autodenominado “chico lindo” no cedió. Ansioso de ganarse el respeto y de vencer la marea popular que esperaba que Liston le cerrara la boca a golpes, Cassius se dio el gusto de usar una avalancha de epítetos para denostar a Liston, gritonearle e incluso se atrevió a decir que éste caería en el octavo asalto. (Ya había predicho y cumplido el nocaut de otro de sus oponentes, el campeón británico Henry Cooper, en 1963.) La historia pondría en su lugar a los peleadores aquel 25 de febrero. Al inicio del séptimo asalto, Liston –exhausto y lastimado- se retiraría de la contienda pretextando un dolor en el hombro, producto de un golpe de Ali. Se dice que lo hizo porque no soportaba caer ante los puños y el juego de piernas de su rival. La explosión de gritos y ademanes de Ali en el encordado sellaría su primer campeonato profesional y el principio de una época.

Siempre me ha sorprendido la capacidad narrativa de Ali. Nacido en un ambiente rural, atacado por el racismo, sobreviviendo en ambientes violentos, con una educación básica, me parece uno de los grandes narradores del siglo XX. Muchos lo han dicho y él mismo lo reconocía: Ali era diferente. Estudiaba con estrategia a sus oponentes  pero los vencía no sólo con su magnífico juego de piernas, su velocidad y su capacidad de anticipación. Lograba la victoria usando la cabeza, desde antes de subir al cuadrilátero, en ese juego mental y psicológico que se ha ido a pique en tantas tandas de penalti decisivas del futbol mexicano.
 
Ali vivía y moría por su boca, pero sobre todo por su cabeza. Por sus locuras antes del ring. Por sus predicciones, sus comportamientos que rayaban en lo psicótico, por sus versos que fueron reproducidos en periódicos y merecieron incluso críticas literarias serias. En una extraordinaria entrevista que PLAYBOY le realizó en octubre de 1964, Ali le daría a Alex Haley algunas de las más extraordinarias respuestas que alguna vez he leído en boca de un deportista. Le contó a nuestro reportero  que desde niño sus combates estaban llenos de otros niños que esperaban que alguien le quebrara esos labios gordos desde los que hablaba y fanfarroneaba, que su primera pelea fue a los 12 años contra un niño blanco y ahí conoció su primer triunfo. Ali dijo sin tapujos que quiso saltar desde muy joven al profesionalismo, porque no quería llegar acabado a su primer combate.
 
Oyendo hablar a Ali, me impresiona esa especie de arte de la ficción que le permitió dominar a Liston en la legendaria pelea que la prensa deportiva recuerda en estos días. En las páginas de PLAYBOY, Ali describe su manera de intimidar a los rivales, habla de meterse en la piel del otro peleador, de distraerlo con su boca para jugar con el adversario en el ring. Juega con su voz como un narrador consumado para transformar a su rival en un personaje de la trama que lo convirtió en un inmortal del deporte:
 
“Sí (estudié a Sonny Liston). Su estilo de pelear. Su fuerza. Su punch. Cosas como ésas, pero eso era sólo una parte de lo que estudiaba. Cualquier boxeador estudiaría cosas como ésas del boxeador con el que va a pelear. Lo importante para mí era observar cómo actuaba Liston afuera del ring. Leí todo lo que pude de sus entrevistas. Hablé con la gente que lo había rodeado o que había hablado con él. Me tiraba en la cama y reunía todas esas cosas y pensaba en ellas, para tratar de hacerme una imagen de cómo trabajaba su mente. Y así fue como se me ocurrió que podía manejar las cosas, podía usar la psicología contra él –ya sabes, picarlo y ponerlo tan nervioso que ya lo habría vencido antes de que subiera al ring conmigo. ¡Y fue justo lo que hice!.”
 
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Cassius Clay analizaría detalladamente round por round de la gran pelea y hasta recordaría uno de sus episodios más famosos, cuando se atrevió a intentar tirar la puerta del lugar donde dormía Liston a las 3 de la mañana, poco antes del encuentro. Con la picardía de un genio enloquecido, Ali le reprocharía a Liston que no “examinara cuidadosamente” todas estas acciones, que no tuviera una mente tan rápida como la de él. “Cuando un hombre cree que estás loco, pensará dos veces antes de actuar. Imagina que estarás dispuesto a hacer cualquier cosa”, le dijo a PLAYBOY. Pero Ali no estaba loco. Estaba más cuerdo que muchos, era un dotado físicamente y era un hombre inteligente con hambre de gloria. Eso lo llevaría sin discusión a la realeza del deporte mundial. 
 

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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