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#DeTresDedos: Perec y la narrativa beisbolera

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Como pocos hombres, Georges Perec (París, 7 de marzo de 1936 – Ivry-sur-Seine, 3 de marzo de 1982) amaba las […]
#DeTresDedos: Perec y la narrativa beisbolera
Como pocos hombres, Georges Perec (París, 7 de marzo de 1936 – Ivry-sur-Seine, 3 de marzo de 1982) amaba las listas de todo tipo: de supermercado y publicitarias, catálogos de venta, registros de inmigrantes, inventarios de calles y transportes urbanos. Su pasión era tal que llegó a trabajar como archivero durante años en un Centro de Investigación de Neurofisiología. A su modo, esa extraña afición contribuyó para convertirlo en uno de los escritores más excéntricos y creativos del siglo XX.
 
Perec era un “contador” en su acepción más literal. En sus fotografías de adulto, lo primero que resalta es su mirada pícara, su barba abundante y una expresión de niño genial a punto de hacer una travesura o de adolescente loco.
 
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El escritor nunca abandonó su vocación por inventariar cada minucia de lo cotidiano y la aplicó para dar forma a una de las obras más provocadoras de la literatura francesa. Su escritura era una especie de cámara cinematográfica, no exenta de ironía, que grababa y clasificaba cada estímulo y detalle de la vida. Para él, cada lista que engendraba la modernidad humana era un relato que condensaba la vida social, sentimental y secreta de la gente. Durante años, recopiló sus propios sueños y realizó un notable trabajo autobiográfico donde registraba hechos e imágenes significativas para él y para su generación. “¿Cómo leer las huellas / cómo ir más allá / ir detrás / no detenernos ante lo que nos fue dado ver / no ver solamente aquello que sabíamos / que veríamos?”, escribió en “Ellis Island”.
 
Amante de los desafíos y las listas de palabras, Perec se dedicó a crear crucigramas para la publicación “Le Point”. También escribió un libro basado solamente en las anotaciones de todo lo que vio al quedarse sentado en la plaza Saint-Sulpice de París durantes tres días, en diferentes momentos de la jornada (“Tentativa de agotar un lugar parisino”). En otra oportunidad, creó un filme al lado de Robert Bober y un poema basado en su experiencia en Ellis Island, la isla neoyorquina que era el máximo punto de inspección y entrada de los migrantes europeos a Estados Unidos que perseguían el sueño americano (unos 16 millones de personas entre 1892 y 1954).

Aunado a su vocación de catalogador, Perec amaba los desafíos que le presentaba el concepto del límite. Se imponía una restricción temática, lingüística o estructural y trabajaba con base en ella para crear una obra experimental, usando un método que le debe mucho a otro escritor extraordinario, Raymond Queneau, y al grupo Oulipo (Taller de Literatura Potencial). Por ejemplo, Georges escribió una novela entera (“La Disparition”-“La desaparición”) sin usar la letra “e”, la vocal más abundante en su lengua nativa, el francés. Su novela más ambiciosa y reconocida, “La vida: instrucciones de uso”, usa la técnica de un rompecabezas y se concentra en narrar con piezas o fragmentos las relaciones variables que se dan a lo largo del tiempo entre los inquilinos de las diferentes habitaciones de una casa parisina.
 
Límite, registro, variable, cuenta, estadística, registro. Todos son conceptos matemáticos en la composición de la poética de Perec y son los mismos que encontramos en el deporte que finalmente nos atañe: el béisbol. Este juego de pelota se distingue por su narrativa lenta, fragmentaria, estratégica y calculada, llena de variables y estadísticas absolutas. Todo parece ser objeto de catálogo durante el partido. En el béisbol se identifican patrones y tendencias en los jugadores. Se trae un pitcher determinado para enfrentar a un determinado bateador, se mide la velocidad de cada lanzamiento y el porcentaje de bateo. Se estudia con profundidad al rival, como en una partida de ajedrez en un diamante.
 
A muchos, esta naturaleza cadenciosa y pausada los aburre; a sus fanáticos les fascina. Porque a pesar del control matemático y de la complejidad de sus reglas, la siguiente norma en el partido nacerá de la excepción del turno actual. Cuando un hombre se para frente a la caja de bateo, todo puede pasar, pero además todo puede ser contado. El hombre asignado es la máxima variable: puede batear a la banda contraria o tener problemas con la curva o modificar el destino de una serie con un solo batazo. El partido se funda en un hombre que debe recorrer un cuadrilátero hasta home, en la limitante de un solo bateador enfrentado a nueve jugadores de campo y en las múltiples posibilidades que nacen de aquel bat: hits, strikes, cuadrangulares, sacrificios, rodados, toques de pelota, entre tanto otros.

Como haciendo las delicias de Perec, cada punto básico es registrado al fondo del parque, en un tablero que archiva sintéticamente las acciones más destacadas del cotejo y que, sin embargo, esconde una historia secreta donde el juego siempre es más que la suma de sus partes. En tiempos de béisbol o de Clásico de Otoño, me habría gustado ver los partidos junto al gran Perec. Me lo imagino contento, archivando datos, y casi creo que puedo escucharlo contar, contar, contar.

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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