Puis Calzada: el artista detrás de Chester Cheetos y Metallica

Puis Calzada no necesita presentación para los fans más clavados de los cómics, del horror gráfico y el heavy metal. Durante años le dio vida al icónico Chester Cheetos en campañas publicitarias, pero su verdadera vocación siempre estuvo más cerca del infierno que del supermercado.
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Dejó la industria de la publicidad para perseguir su sueño: dibujar cómics de horror y colaborar con las bandas que marcaron su vida.
Hoy, sus pósters oficiales para Metallica, Mötley Crüe, Pantera y Wu-Tang Clan son piezas de culto, proyectadas en estadios o colgadas como reliquias en las paredes de fans.
Su trazo mezcla lo macabro con lo mítico, lo visceral con lo sagrado. Colabora con editoriales de cómic como American Mythology Productions y ha ilustrado para la legendaria revista Fangoria.
Puis no sólo dibuja monstruos: los domestica, los disecciona y los vuelve arte. Y lo mejor de todo: aún no ha terminado.
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Tengo entendido que tu primer gran hit fue darle vida a Chester Cheetos.
Sí, se me dio la oportunidad de entrar a trabajar en un despacho de diseño, y ahí fue donde empecé a ilustrar profesionalmente.
Me involucré en publicidad, y eventualmente terminé dibujando al personaje de Chester Cheetos. Estuve trabajando con él por bastante tiempo, hasta que lo actualizaron a tecnología 3D y, bueno, ya no necesitaban un ilustrador tradicional, ¿no? En ese momento hablé con mi esposa y le dije: “Ya no tengo este trabajo con la marca de botanas… pero quiero intentar hacer realidad mi sueño: dibujar cómics.” Y me apoyó totalmente. Me dijo: “Dale, mientras vemos cómo lo hacemos, yo te respaldo.” Y así fue como empezó todo.
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¿Empezaste haciendo arte directamente para bandas o primero pasaste por proyectos que no te convencían del todo?
Primero hicimos cómics, horror, sobre todo. Después empecé a buscarle camino en la música. Tuve la fortuna de que me dieran la oportunidad de hacer un póster para Mötley Crüe en un concierto en Colombia. Imagínate, una banda que me encanta.
Luego llegó el cartel para Smashing Pumpkins en el Foro Sol, en la Ciudad de México. También hice uno para Wu-Tang Clan en Ámsterdam y otro más para Pantera.
Todas esas bandas me gustan, sí, pero el sueño siempre fue Metallica. Así que empecé a hacer fan art de sus canciones, a moverme, a conectar con gente del medio. Y sí, con el tiempo se dio la conexión. Se logró.
Y al mismo tiempo, en el terreno del cómic, busqué editoriales que publicaran horror, que es un género que me fascina, igual que en el cine. Hay miles de directores de horror que admiro. Y bueno, encontré trabajo ahí y ya llevo más de nueve años ilustrando para distintas editoriales especializadas en terror.
Sigues siendo un artista de la vieja escuela. Has trabajado para la mítica revista Fangoria y en proyectos que hoy son puro culto.
Sí, en Estados Unidos se empezó a armar toda una ola de compañías que hacen playeras oficiales de películas de horror. Pero no cualquiera: me refiero a títulos como Evil Dead, Halloween, Re–Animator… puro cine de culto.
Y me encantó esa idea: diseñar para las películas que me obsesionan desde chico. Empecé a buscar empresas que se dedicaran a eso. Encontré una en Reino Unido y otra en Estados Unidos, y comencé a colaborar con ambas diseñando camisetas con licencias oficiales.
También contacté a la revista Fangoria, que, como sabes, es una institución dentro del horror, y les propuse colaborar. Me aceptaron y desde entonces he hecho ilustraciones para varios de sus artículos. Es una experiencia increíble.
¿Qué es lo primero que haces cuando recibes un encargo? ¿Dibujas una línea, escribes una palabra, pones un disco… o simplemente te quedas viendo el vacío?
Pues depende, pero casi siempre empiezo por la música. Si, por ejemplo, el encargo es para Metallica, lo primero que hago es poner sus discos a todo volumen. Luego empiezo a pensar en todo lo que me gusta de la banda, lo que representa, lo que me provoca.
Tengo una colección enorme de libros: no tanto de arte clásico, sino de arte popular. Libros de pósters de películas, portadas de discos, carteles de conciertos… Me pongo a estudiar imágenes, a empaparme visualmente.
Es como hacer un collage mental, y de ahí voy destilando las ideas que más me atrapan. A veces tomo notas: “Me gusta esto, por tal motivo”. Luego hago una lista con los objetivos del trabajo: qué quiero lograr, qué sensaciones debe provocar.
Después paso a un primer boceto muy simple, solo para sacar la idea. Y ahí viene una parte clave: reviso qué se ha hecho antes. Busco pósters anteriores de la banda, comparo, investigo.
No quiero repetir lo que ya existe ni copiar sin querer. Una vez que confirmo que no estoy pisando terreno ya explorado, detallo el boceto y lo mando al cliente para aprobación. Si lo aprueban, paso a la pieza final: la desarrollo a gran escala, la lleno de detalles, la digitalizo y después le meto color. Es un proceso largo, pero también muy disfrutable. Cada paso tiene su propia magia.
¿Cuándo creas arte para una banda, escuchas sus discos mientras dibujas… o prefieres el silencio para inventar tu propia versión sonora en imágenes?
Lo importante como artista es encontrar ese equilibrio. Si estás trabajando directamente con una banda, sabes que hay que mantener cierta coherencia con su estilo.
Pero al mismo tiempo, también quieres que tu sello esté ahí, que digan: “Sí, es de Metallica, pero también es del artista que lo hizo.” Es tu trabajo, tu voz visual. Siempre trato de que ambos mundos estén presentes.
¿Cuándo sabes que una pieza está realmente terminada? ¿O siempre sientes que podrías seguir corrigiéndola hasta arruinarla?
Pasa mucho. Por ejemplo, los pósters que hice para los conciertos de Metallica en Madrid. Eran dos fechas distintas, pero al final los carteles se unían para formar una sola imagen. Hice una especie de collage temático con canciones que me gustan: Of Wolf and Man, King Nothing, St. Anger, Jump in the Fire… Cada una aportó un elemento visual: hay un lobo, demonios, una muerte al estilo Creeping Death, los brazos de los Jinetes del Apocalipsis.
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El reto es tomar todos esos símbolos y construir una imagen que no se sienta caótica ni sobrecargada, sino coherente. Que como fan la veas y digas: “¡Eso está cabrón!”, pero que además funcione comercialmente. Porque si no vende, no me vuelven a contratar.
Si alguien pudiera ver todos tus bocetos desechados, ¿qué encontraría? ¿Monstruos, héroes, poemas inacabados…?
Creo que muchas ganas de disfrutar el proceso. Hay artistas, sobre todo los que están empezando, que ya quieren ver la pieza terminada, subirla a Instagram y recibir sus likes.
Para mí, hay que tomarse el tiempo. Disfrutar cada trazo. Normalmente no hago un solo boceto, hago dos o tres y trabajo sobre el que más me convence. Así sale algo más sólido, más auténtico.
Cuando ilustras para una banda como Metallica o Ghost, ¿sientes que retratas su presente… o que estás evocando sus fantasmas del pasado?
Siempre parto de las canciones. Para mí, la música es el impacto más grande que tiene una banda, más que su imagen o sus shows. Entonces, me pregunto: ¿Qué me gustaría ver a mí como fan en una playera, en un póster, en una portada?
No se trata de crear una imagen conceptual nada más porque “se ve cool”, sino de hacer algo que yo querría tener colgado en mi cuarto. Si no existe una playera así… la hago. Pero claro, también hay que respetar el ADN de la banda.
En el caso de Metallica, hablamos de cráneos, demonios, Cthulhu. Todo ese universo visual. Y como también soy fan del horror, me muevo cómodo en esa estética.
¿Y qué pasa cuando trabajas con bandas totalmente distintas, como Mötley Crüe o Wu-Tang Clan?
Pues ahí cambias el chip. Si estoy con Mötley Crüe, sé que es algo más glam, más sexy, más de chicas guapas. Y con Wu-Tang, todo gira alrededor de las artes marciales, la cultura callejera, ese universo.
Entonces adaptas tu estilo, pero sin traicionar lo que te mueve como artista. Al final siempre me hago la misma pregunta: ¿Yo usaría esto como fan? Si la respuesta es sí, voy por ahí.
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¿Qué opinas de la “batalla” actual entre artistas y la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial se repite, se copia a sí misma. Todo lo hace como si fuera un chiste de internet, un meme, algo “chistosito”. No hay pasión, ni intención real. Son modas fugaces. Hoy es “estilo Ghibli”, mañana son “figuras de acción”, pasado mañana otra cosa. Pero no hay consistencia.
Las editoriales y compañías con las que trabajo no aprueban el uso de IA, y me parece bien. Muchos artistas tienen miedo, pero yo creo que todavía no hay razón real para preocuparse. Ahorita la IA sirve para hacer memes y fake news, nada que realmente represente una amenaza artística.
Al contrario, esto puede ser una oportunidad para regresar a lo esencial, a lo original. Mira lo que pasó con Kerry King, de Slayer: sacó un nuevo disco y la portada está hecha con IA. Un artista millonario, con una historia brutal… y ni siquiera respeta el medio del que viene.
¿Te imaginas si las portadas de Iron Maiden se hicieran con inteligencia artificial? Sería tristísimo. Hetfield alguna vez dijo que compró su primer disco de Iron Maiden solo por la portada, sin saber ni qué música hacían. Y así nos pasó a muchos.
¿Tú también compraste discos por la portada?
¡Claro! Todos lo hicimos. Cuando ibas a los videoclubes en los 80, sobre todo en la sección de horror, lo que te atrapaba era la carátula del VHS. No había YouTube ni tráilers, no sabías nada de la película. Veías la portada y decías: “¡Esto se ve increíble!”
Luego la película era malísima, pero eso no importaba. Ya estabas dentro gracias al arte. Lo visual importa. Siempre ha importado. Y si no inviertes en lo visual de tu proyecto, estás perdiendo una parte esencial de tu mensaje.
¿Sientes que, para que el arte vuelva a tener valor, hay que regresar a lo básico?
Totalmente. Ahorita tenemos tabletas gráficas, software, todo al alcance. Pero tal vez la diferencia esté en volver al papel, al trazo físico, a los plumones manchando la mesa. Igual que con los viniles.
No necesitas uno porque tienes Spotify, pero tener ese objeto, esa pieza de colección, es otra cosa. Es tuyo. Es un vínculo emocional. Yo tengo mis colecciones: discos, películas, figuras, libros… Lo físico te da pertenencia. Y eso no te lo da un archivo JPEG.
¿Cuál fue la primera imagen que te voló la cabeza de niño y te hizo decir: “Quiero vivir dentro de un dibujo”?
Los cómics, sin duda. Era muy fan del Hombre Araña. Veía esa caricatura viejita de los sesenta que llegó a México en los ochenta. Me encantaba. No me la perdía por nada. De ahí pasé a los cómics porque, al principio, yo solo conocía las tiras cómicas del periódico: Mafalda, Periquita.
Cuando descubrí que había historietas del Hombre Araña, me obsesioné. Empecé a copiarlas, a dibujar las viñetas, y ahí nació todo.
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Desde entonces supe que quería hacer cómics. Pero era otra época: sin redes, sin forma de contactar a Marvel o DC. Solo era un sueño que poco a poco empecé a perseguir.
¿Qué pesa más cuando trabajas para una banda legendaria: la presión de honrar su historia… o la libertad salvaje de reinventarla?
Las dos cosas pesan. Pero si lo haces desde el amor y el respeto, puedes equilibrarlas. El fan verdadero, el que ha estado ahí desde siempre, te lo va a agradecer. Porque se nota cuando lo haces con conocimiento de causa.
En una era saturada de imágenes, ¿qué debe tener un póster para quedarse tatuado en la mente de alguien?
Detalles. Códigos ocultos. Cosas que solo un fan podría reconocer. Como en el póster de Madrid: el hombre lobo con corona es por King Nothing, el collar por St. Anger… Esos guiños los ve el fan y dice: “¡Lo sabía! ¡Esto está hecho para mí!”.
Y sí, me ha pasado que en convenciones se me acercan y me dicen: “Oye, ¿ese detalle lo pusiste por tal canción, verdad?” Y sí, le atinan. Lo entienden. Porque también son fans. Y eso es lo más chido.
¿Alguna vez has creado una imagen tan oscura, tan intensa, que la propia banda te haya pedido bajarle el tono?
Fíjate que no. Nunca me ha pasado que me pidan cambiar una idea o que digan: “Oye, bájale tantito por ahí.” Sobre todo en los cómics, he trabajado con guiones muy violentos, con mucho gore… Y aun así, yo mismo tengo mis propios límites.
Hay cosas que, aunque sean arte, sé que van a llegar a muchas manos. Tiene que ser un producto que funcione, que impacte sin pasarse de la raya. Intento que mi trabajo nunca sea ni demasiado vulgar ni ofensivo, sino que tenga un balance.
Claro que me han llegado guiones donde me piden escenas demasiado agresivas —sobre todo hacia mujeres o niños— y ahí sí digo: “No. Eso no lo voy a dibujar.”
Trabajar en el arte y merch de una banda es casi como construir reliquias de una religión pagana. ¿Te consideras un sacerdote visual del rock?
(Ríe) No sé si sacerdote, pero sí entiendo la responsabilidad. Lo que hago es entregarle a los fans algo que realmente quieran conservar.
No diría que soy parte de la historia de la banda, pero sé que para muchos fans lo que compran (una playera, un vaso, un póster) es un símbolo, una reliquia emocional de ese momento.
La merch es lo que conecta a la banda con su público. Es lo que te puedes llevar del concierto. Por eso la gente se lanza a la primera fila a ver si pesca una baqueta, una plumilla… algo tangible. Que alguien se lleve una pieza mía para recordar ese día especial, eso me emociona mucho.
También tiene algo de arqueología emocional, ¿no? Como si fueras parte de una colección de memorias.
Exacto. Y es hermoso cuando lo ves concretado. Por ejemplo, en el concierto de Metallica en Madrid, proyectaron mis pósters en las pantallas del escenario.
Yo no estaba ahí, pero saber que todo el público en Madrid vio mi trabajo con solo voltear al escenario… no te puedo describir lo que se siente. Es surreal. Siempre digo que esa experiencia fue mi Everest. Ver mi arte ahí, con mi banda favorita, es lo más alto que he alcanzado como artista hasta ahora.
Y si Metallica es tu Everest… ¿dibujar a Spider-Man sería el Kilimanjaro?
(Ríe) Algo así. Sería conquistar otra cumbre soñada. Estoy muy feliz con Metallica y espero seguir trabajando con ellos mucho tiempo, pero también tengo hambre.
Ahorita, por ejemplo, estoy terco con Ghost. Aunque no me han aprobado nada aún, voy a seguir intentando, porque me encanta esa banda. Y sí, quiero dibujar a Spider–Man. Quiero hacer portadas para discos, trabajar en juguetes, figuras de acción… Todavía hay mucho por hacer.
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Lo importante ahora es mantenerme como parte del universo de Metallica, pero no me voy a quedar quieto.
¿Qué significa para ti un error en un trazo? ¿Corriges todo o dejas que el alma cruda respire en tus piezas?
La perfección es imposible. Nunca vas a lograr la pieza perfecta. Todos los artistas pasamos por eso: comienzas algo con emoción, lo trabajas, y al final dices: “Híjole… ya no me encanta.”
Pero como decía Bob Ross: “No hay errores, solo accidentes felices.” A veces haces un trazo que no planeabas, lo ves, y piensas: “No está tan mal… de hecho, queda con la idea.”
Entonces lo dejas. Claro, también pasa que agarras la goma, borras todo o simplemente destruyes la hoja y vuelves a empezar. A veces tu cerebro y tu mano no se ponen de acuerdo, y lo que tienes en la cabeza no quiere salir. Y está bien. Forma parte del oficio.
Después de todo lo que has dibujado… ¿qué monstruo sigue atrapado en tu cabeza, sin lograr salir al papel?
Soy muy inquieto, tengo una imaginación medio perturbadora. He intentado varias veces, pero aún no logro concretarlo. Me encantaría hacer un libro de demonios, una especie de Necronomicón ilustrado.
Siempre me han fascinado esas cosas oscuras. De niño era muy miedoso, y aunque no tuve una educación religiosa muy estricta, sí fui criado en la tradición católica. En el catecismo te metían miedo con el infierno, con el diablo.
Y claro, también le tenías miedo a Dios. Eso me generó una curiosidad enorme por todo lo diabólico. ¿Por qué estas entidades? ¿Por qué ese miedo? ¿Por qué esa narrativa? Así que sí, tengo ese proyecto en mente: ilustrar demonios de distintas culturas, desde los que aparecen en la Biblia hasta los de textos esotéricos.
Pero es un tema tan extenso —legiones, jerarquías, generales infernales— que me intimida. Me da miedo de verdad. No sé si ya estoy preparado para eso… pero llegará.