Chévere, el restaurante que convierte la alta cocina en espectáculo

La lluvia caía con insistencia sobre la Ciudad de México cuando, Llegué a refugio en un rincón que se esconde tras un elevador discreto y un pasillo que parece sacado de una película. En Campos Elíseos 295, en el corazón de Polanco, se abre paso Chévere, un restaurante que se descubre más como un secreto compartido entre quienes entienden que la cena puede ser mucho más que una comida.
Con una estética burlesque, luces cálidas y guiños a los cabarets de La Habana, Cartagena y Casablanca, Chévere ofrece algo más que cocina: propone una experiencia donde cada detalle, el sabor, la música, el ambiente, está coreografiado como una puesta en escena.
A cargo de este escenario está Javier Plascencia, chef reconocido por llevar la cocina de Baja California al mundo, y quien ahora firma una propuesta que, literalmente, brilla con luz propia en la capital.
Cocina con narrativa
La velada comenzó con un menú degustación que se sintió como una narración en capítulos.
El primer acto: una reinterpretación del aguachile, donde el camarón es sustituido por salmón, servido con gajos de mandarina. Fuera de carta, fue la primera sorpresa de la noche.
Siguió una ensalada César clásica, montada al momento frente a nosotros, y una tostada de terrina intensa, profunda, de esas que no piden permiso para ocupar el paladar.
Luego vino un risotto de hongos en su punto, y un steak frites con filete al término exacto y papas crujientes que, en manos de otro chef, serían solo un plato más, pero aquí se sienten como homenaje al sabor esencial.
Todo llegaba con ritmo, con pausa y con precisión. Como si cada plato tuviera su propio libreto.
Tragos con memoria y alma
La noche alcanzó otro nivel con tragos elaborados a base de Reserva de la Familia José Cuervo, un destilado que aportó profundidad, carácter y un guiño elegante al maridaje.
Más que acompañar, estos cocteles conversaban con los platillos y potenciaban cada sabor en la mesa.
Una banda, mil memorias
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Y como toda gran función, la música jugó un papel esencial. La velada fue acompañada por un grupo versátil que logró una mezcla sorprendente de nostalgia y frescura: clásicos ochenteros de Tears For Fears y Eurythmics, pasando por Britney Spears, hasta llegar a Dua Lipa.
Cada canción tejía puentes entre generaciones, y aportaba ritmo y energía sin robarle protagonismo al verdadero eje de la noche: la cocina.
Chévere: donde cenar es un acto escénico
En la terraza con vista a Reforma, entre platos como tacos de pulpo, tostadas de atún y brochetas de wagyu, se comprende que Chévere no es un restaurante: es una experiencia que se vive con todos los sentidos.
Champagne en mano, luces que titilan como estrellas y un escenario que cobra vida… aquí los fines de semana no solo se disfrutan, se celebran.
El arte de vivir bien
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Chévere no es un lugar para ir una sola vez. Es un sitio para volver con calma, con tiempo, con ganas de dejarse llevar.
Cada rincón guarda una época; cada trago, un guiño al tiempo. Y cada plato, una historia escrita en salsa, fuego y precisión.
El chef estrella Michelin nos regala momentos únicos, en cada plato se percibe la fusión entre la tradición latinoamericana y la técnica internacional, entre la nostalgia del pasado y el atrevimiento del presente.
Chévere es un lugar que no se explica… se vive. Es jazz, glamour, fuego, espuma y aplausos.
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