Carlos Segarra: Rockabilly, pasión y rebeldía tras 45 años de carrera

“Cerveza, chicas y… rockabilly!” no solo es el nombre del primer álbum con el que Los Rebeldes se dieron a conocer, también es una declaración de principios que define su estilo y esencia musical durante sus 45 años de carrera, en los que se han reafirmado como un referente del género.
Carlos Segarra, voz y guitarra de Los Rebeldes, se ha consolidado como una figura importante del rockabilly tanto en España como en México, gracias a su inconfundible estilo, su energía en el escenario y una trayectoria que ha logrado mantener viva la esencia del género. Su legado ha inspirado a nuevas generaciones de músicos y fanáticos del rock.
En entrevista, Carlos Segarra platicó sobre la influencia musical que recibió de su familia y de otros músicos para la creación del sonido de Los Rebeldes. También habló de su reciente visita a México y de sus próximas presentaciones: el 27 de marzo en Playa del Carmen y el 22 de noviembre en el Grasa y Gasolina Kustum Fest, donde tocará al lado del resto de Los Rebeldes.
¿Cómo te está tratando México?
Bueno, padrísimo. Ya te digo que me encantan los colores de México, la gente, el interés por todo tipo de culturas y, sobre todo, el cariño por la carrera de la banda después de 45 años. Incluso con los músicos con los que voy a tocar no ha sido difícil ensayar, porque ya tocaban mis rolas en sus repertorios. ¡Estoy encantado!
En una entrevista en el Facebook del Grasa y Gasolina alaban tu trabajo y destacan que has sido un referente para muchas bandas de México en el género del rockabilly. ¿Cómo te sientes al ser ese exponente que ha llevado a otras bandas a formar sus propios grupos?
Me siento orgulloso y muy halagado. En el año 61, en España, por la dictadura que teníamos con el General Franco, digamos que el rock & roll más salvaje no llegaba, solo baladas y películas muy fresas.
Entonces, cuando yo tenía 4 o 5 años de chavo —vengo de familia de músicos— se oía un poco más de música de los marinos ingleses o norteamericanos, que traían algo de rock & roll. Pero realmente, antes de escuchar a Chuck Berry, oía a los Teen Tops; escuché antes Popotitos con Enrique Guzmán que Bony Moronie de Larry Williams.
Para mí, los grupos mexicanos que cantaban rolas de rock & roll en español eran una inspiración. Me siento como pagando una cierta deuda que tengo con México, en el sentido de poder escribir rock & roll en castellano y sentirlo en español.
En este sentido, ¿cómo percibes tu conexión con el público y los representantes del género en México?
Es un orgullo que bandas de rockabilly como Los Rebeldes Locos y, en su momento, Los Black Jacks de Kike Cadillac toquen mis canciones.
El 22 de noviembre voy a venir con todos Los Rebeldes para el Grasa y Gasolina, pero ahora es muy fácil ensayar las rolas con gente que ya las tiene en su repertorio. Es una satisfacción. Aparte, hay mucho compadreo, una empatía y una complicidad que, si fueran bandas de otra onda o músicos profesionales que no sintieran mi música como suya, sería todo mucho más difícil y complicado. Pero ahora es divertido, fácil, amable y muy satisfactorio.
Después de tantos años de carrera, ¿qué es lo que te sigue emocionando al subirte a un escenario? ¿Qué te motiva a seguir haciendo esto?
Como decía mi madre: “a ti nadie te obligó, nadie te puso una pistola en la cabeza para tocar rock and roll”.
Aparte está mi placer por la música, que es con la que me he criado como persona y como músico. También ver acá en México o en España a chavos muy jóvenes que prefieren escuchar rock & roll en lugar de la música que suena más en los medios. Y es que hay mucha gente joven que cree que solo existe lo que está sonando en las emisoras más comerciales, pero somos más los que nos gusta el rock que los que no.
¿Qué elementos o sonidos has tenido que incorporar a lo largo de estos años sin perder la esencia del género y, sobre todo, sin perder la esencia de Los Rebeldes?
Está toda la música que me gusta y con la que me crié desde chavo.
Mi papá escuchaba tangos y le gustaban cantantes de swing como Frank Sinatra y Tony Bennett; también me gustan mucho los boleros cubanos y mexicanos, las norteñas, las rancheras, el swing, el jazz, incluso la bossa nova. Me gusta la música de raíz, de alma y de corazón, esa que cuando oyes a un artista recitar o cantar una letra, te contagia ese sentimiento. Hay canciones que no te dicen nada, no van a cambiarle la vida a nadie ni van a dejar una huella.
Toda la música que me gusta la meto en mi cocina, en mi gran olla. Todo eso lo mezclo para hacer mi música, mi propio rock & roll que ya no es rock & roll americano, es en español. Toda esa música que es de sentimiento, de alma y de vida, para mí son ingredientes importantes en mi plato.
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Ahora ya hay una variedad de géneros y subgéneros, pero el rock sigue presente. ¿Cuál crees que es el desafío para mantener vivo al género y sus subgéneros?
Lo más importante es creer en lo que haces, ser constante y apostar por lo que te gusta. No solo en la música, sino en cualquier cosa a la que te dediques, tienes que poner tu alma, corazón y vida, y poder aguantar los malos momentos si realmente crees en ellos.
Cuando luchas por lo que crees y sabes que lo que haces es bueno y le va a gustar al público, al final el tiempo te da la razón, ¡siempre!
La estética del rockabilly forma parte ya de una cultura que ha saltado de los escenarios a las calles. ¿Cómo ha influido esto en tu día a día después de tantos años?
Alguien que se dedica al rock, en general, una persona normal no es. Pero digamos que ser rebelde es ir contracorriente cuando tengo que ir contracorriente. Si la corriente te lleva y estás en lo alto de la ola, surfea, saca tu tabla y agarra la mejor ola. Y cuando no, toca nadar muy largo con tu tabla hasta que llegue la próxima ola.
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Si pudieras darle un consejo a los músicos que buscan mantener vivo el espíritu del rockabilly, ¿cuál sería?
No te rindas nunca, ¡jamás te rindas!
Hace muchos años, Los Rebeldes no éramos estrictamente rockabilly. Es mejor empezar a hacer historias, rolas con letras en las que intentas llegar a la gente con historias reales, tuyas, de donde vives, no de lugares que no te aportan nada.
Al día de hoy yo me considero rockista, y es que no se trata de llevar una etiqueta. Ser rockista es una actitud frente a la vida y de respeto a todos los géneros. Hay una onda de gente joven que está reviviendo los boleros con una nueva identidad: para mí, eso es rock & roll.