Lo que ellas quieren

Ella es la mujer que habla de sexo sin reservas ni sonrojes y que encima (o abajo o de ladito o como sea, dice ella), tampoco nos aburrirá con discursos feministas. Lo que quiere es que comprendamos la compleja mente feminina… por nuestro bien.
Por: Verónica M. Bustamante
@draverotika
Desde hace diez años me dedico a escribir sobre erotismo y sexualidad, sobre el placer, el deseo, filias, fobias y las diferencias de género. Me he dado cuenta de que la mente de las mujeres es una caja de Pandora que con frecuencia se abre, aunque casi siempre frente a sus congéneres, quienes hacen a un lado sus inhibiciones y hablan de penes y vaginas, de posturas, de lo que les hicieron o les dijeron la noche anterior, de si las tetas de una están muy grandes o unas nalgas necesitan “impulso”, si se quedaron con ganas o les sorprendió una manchincuepa nocturna. Entre amigas se desnudan metafórica y literalmente para enseñar sus cuerpos,confrontar sus placeres.
¿Por qué no hacen lo mismo con sus parejas del sexo masculino? A un amplio número les han hecho creer que sus anhelos, sus pensamientos más eróticos y exóticos, se deben quedar en sus cabecitas locas para que el hombre no se espante. Cada cabeza es un mundo, y si a cada tatema le sumamos lo que “pensamos” con las vaginas, entonces tendríamos que dar la vuelta al día en 80 mundos, cosa que sólo Julio Cortázar ha logrado. Cada vez son más las mujeres que comparten con sus amantes lo que sienten y estarían dispuestas a realizar en la cama. De ellas es el reino de esta columna y las verán aquí, mis ya queridos nuevos lectores, porque he decidido abrirles la cueva de nuestro placer. Sí, señores, en este espacio les revelaré con pelos y señales (o, en su defecto, con un buen depilado brasileño) lo que sucede en Vulvalandia… y en el alma de las poseedoras de esas tierras salvajes, encantadoras, misteriosas, contradictorias y deliciosas coronadas por el Monte de Venus.
Les ofrezco, con el corazón en una mano y la tanga en la otra, un pase all inclusive a nuestro mundo. Escríbanme que yo contestaré, pregúntenme que yo pondré el tema a debate en el baño de mujeres, regálenme sus anécdotas o reflexiones, que yo las agradeceré hasta el orgasmo. Espero también que ustedes, lectoras de Playboy —que no sólo la están hojeando por sus artículos interesantes sino porque reconocen la belleza de las chulas que aquí aparecen—, compartan conmigo sus historias. Éste es nuestro planeta, tiene forma de clítoris y vamos a dejar que los chicos entren una vez al mes a nuestra guarida del conejo (por si no lo saben, la palabra “coño” viene del latín cunnus, que significa “conejo”).
¿Qué creen que piensa una chica cuando ve por primera vez un pene? Sí, somos muchas las que, después del primer impacto que significa bajar los pantalones ajenos y encontrarnos frente a frente con “eso” (cuando, claro, lo hacemos por gusto y no por obligación), le decimos a nuestras parejas que está raro, grande, duro… pero pocas veces revelamos lo que sentimos, más allá de la obvia excitación.
Interrogué a una docena de chicas. La mayoría vio un miembro masculino por primera vez entre los 15 y los 22 años. Todas recuerdan un nerviosismo acompañado de curiosidad. Calor en la entrepierna. Humedad. La sensación de que las paredes vaginales se ensanchan, lo que a veces produce un dolorcillo juguetón. Al menos a diez de mis encuestadas les pareció que ese pene iniciático era bastante grande. “Quería saber qué sentiría al tener todo eso dentro de mí. Pensé que era gracioso tirándole a feo, pero no pude evitar tocarlo. Me pareció suave y lo sentí moverse en mi mano. Me dio risa de nervios. No sé si mi novio pensó que era porque no me gustaba. Luego me dijo que si quería chuparlo; respondí no por miedo, no porque no quisiera”, cuenta Aleida, quien ahora se ha vuelto fan del fellatio.
A tres chicas les pareció asombrosa la erección. Admirar por primera vez cómo un pene se levanta hasta que retiembla en sus centros la tierra suele ser más impactante que ver una película de Cronenberg en primera fila. A Estela le maravillaron los ruidos que él comenzó a hacer cuando lo acarició. “Me sentía demasiado bruta, inexperta, pero su respiración era rítmica y sonora. Eso me impulsó a seguir hasta que eyaculó. Me pegó un susto tremendo, ya que no me esperaba ese líquido viscoso y caliente”, señala.
“Nunca se lo dije a Roberto, pero tenía un olorcillo desagradable que me cortaba el entusiasmo. Estaba excitada y quería olerlo, saborearlo, pero me daba asco. Me habría gustado pedirle que lo hiciéramos después de que se bañara y a mí me daba pena hablar sobre ello”, me dijo Erika.
Es interesante la manera en que los detalles de nuestros primeros encuentros quedan grabados de tal manera que, al analizarlos, podemos encontrar claves que revelan reacciones o comportamientos de nuestro disfrute erótico de adultos. Por ello, no está de más que le pregunten a sus parejas lo que más recuerdan de su iniciación en el erotismo porque, uno nunca sabe, a lo mejor una buena ducha antes del agasajo les puede regalar una sabrosa sesión de sexo oral.
¿Qué es lo que más les emociona de hacer un trío? ¿En qué momento serían capaces de tener un encuentro lésbico? ¿Les gustaría ver a sus compañeros masturbándose? ¿Qué posturas prefieren al abrir su “puerta de atrás”? Sigan el camino del conejito amarillo, mis lascivos playboys, que aquí les revelaré la verdad.