Cosas que necesitas para superar a tu ex:

Tener acceso a toda la discografía de Demi Lovato y La Banda MS.

Una práctica esotérica: puedes empezar a leer el Tarot, obsesionarte con los cuarzos, fingir que sabes de astrología, hacer meditaciones en YouTube o TikTok con mujeres argentinas de dudosa procedencia, o lo que sea.

Hacer ejercicio (no sé realmente si sí necesitas hacer ejercicio).

Abrir y cerrar dating apps frenéticamente.

Regresar con tu ex, pero no por más de dos semanas. Para darte cuenta que no, realmente no quieres regresar con él. No va a cambiar y además, ya te diste cuenta de que ni siquiera te cae bien.

Jaime

Lo conocí en un grupo de Alcohólicos Anónimos y recuerdo verlo entrar y sentir una ansiedad instantánea, como la que se siente cada vez que entra un güey guapísimo a algún lugar y piensas: se va a enamorar de mí, o por lo menos, existe la posibilidad de que se enamore de mi. Jaime era el epítome de todos los niños que me gustaron durante la primaria y la secundaria, pero que mi autoestima nunca me permitió amar mas que platónicamente.

Hasta que un día, soltera, urgida y en Bumble, me encontré a Jaime. Matcheamos y mensajeando por ahí me dijo: “soñé que éramos novios”.

Corte B, estaba acostada en su cama, escuchando Taylor Swift mientras me contaba sus traumas de la infancia, con la entrepierna mojada y unas ganas ridículas de que fuera mío.

Gracias a Dios esta vez la cosa no duro 3 años, sino nueve largos meses, los cuales incluyeron:

Jaime diciéndome te amo por primera vez después de darnos el beso de Feliz Año Nuevo.

Yo corriendo despavorida al baño para marcarle a mi hermana para decirle que Jaime me había dicho que me amaba y que yo no le había contestado.

Jaime y yo al día siguiente, 1 de enero, cogiendo en la regadera mientras sonaba “Amar es Combatir” de Monocordio, y Jaime viniéndose segundos después de que yo le decía te amo de regreso.

Una pelea en carretera que termino con él bajándose del coche camino a una boda y yo en peluca hincada en la grava rogándole que por favor se subiera al coche.

Yo abriéndole la puerta vestida en lencería con toda la casa llena de girasoles para proceder a pelear por 4 horas de algo que ya ni me acuerdo y ni siquiera cogimos.

Hasta que un día lo corté, me gaslighteó, casi le creo, me dijo que necesitaba ir al psiquiatra (lo cual era cierto), lo bloqueé, subí de peso, me operé las chichis y seguí mi vida.

Eli

Era judío y precioso, moreno de ojos verdes. Me lo encontré un día y sutilmente sembré la semilla en su cabeza de que nos viéramos antes de que se fuera de México. Al día siguiente me mandó un mensaje invitándome por café.

Lo que pasó después fueron 3 días de romance puro. Cogimos más veces de lo que cogí con Jaime en 9 meses y no solo eso, puedo decir que, aunque duró 72 horas, hicimos el amor.

Una noche en la Torre Bancomer de Reforma con los cajeros iluminando el espacio con esa luz liminal, Eli me abrazaba y empezamos a bailar. Me estaba tarareando algo al oído y en ese momento pensé que vivía en un Universo que hacía Sentido. Me sentí tan conectada a todo a mi alrededor.

Porque no se trata de tener novio, de saber coquetear, de ser demasiado intensa, insegura o no saberte relacionar. Se trata de sentirte viva. A veces el vehículo para eso es Eli, Jaime o Hugo.

Y pasan los días y cambian los novios y todo se mueve, pero aquí estás, destrozada y más fuerte y sensual. Lista para lo que venga, para reír o llorar.