Amor de prostíbulo: ¿Hasta dónde ser profesional?

¿Hasta dónde ser profesional? ¿Hasta dónde ser humano? Dicho por un necesitado
En la calle:
—Párate allí y atiende—
Me dijeron. Estoy necesitado. No tengo ni para pagar un cuarto y pasar la noche. Solo tengo mis ropas y unos cuantos triques en una maleta… el problema es que, ¿qué voy a hacer si se para un hombre? A las mujeres no les da por estos servicios… ¡Si no soy gay!
—Hola guapo, ¿qué haciendo aquí? —Yo pensaba que no se permitían servicios femeninos por aquí, porque, ¿eres mujer, verdad?
—¿Lo dudas o quieres que te lo demuestre?
—Pues te ves muy sexy.
—Espera nene, ¿quieres que te lo demuestre?
Abre el ropaje sobre su pecho y me muestra sus senos torneados. Por un momento, quedo tonto
—¿Y qué? ¿Te gustan?
—Sí, pero la verdad no tengo con qué pagarte. Además, como verás, yo también busco clientela.
—Pues yo ya acabé, no te gustaría un rapidín conmigo. La casa invita. Es más lindo, si quieres te quedas toda la noche.
Como no creyendo mi suerte no lo pensé dos veces y acepté. Mi problema de la noche estaba resuelto, ya mañana vería qué hacer. Además, hacía mucho que no estaba con alguien y… me habían prendido sus senos.
Me guió por una calle de tantas de la colonia y me condujo a una construcción de un piso que albergaba varios departamentitos. Entramos al primero del lado derecho del pasillo y con mi corazón latiendo la puerta se cerró para dar paso a la noche.

Ilustración de Israel Cruz
Encantado
Fue la mejor noche que había tenido, hasta entonces, en mi vida y eso no era todo, estaba enamorado de alguien de dudosa reputación y que sin parpadear podía cerrar su puño, haciendo añicos mi corazón.
Escuché el ruido del agua proveniente de la cebolla caida al suelo. Esa mujer de experiencia me había atrapado en mi pichonés. En ese momento salió del baño cubriéndose de la cintura para abajo con una toalla, de la cintura para arriba no traía nada. Me comenzó a dar la espalda y se dirigió a su espejo mientras me dijo, –Me agradas ¿Te gustaría trabajar para mí?— viendo su reflejo comenzó a acomodarse el cabello –Necesito alguien como tú, que me ayude con un proyectito que tengo. No hay mucho dinero pero como prestación te puedes quedar a dormir y a comer aquí, ¿te interesa?
—Sí, pero, ¿eres sexo servidora verdad?
—Sí, ¿no te lo parezco?
—Pues… sí.
—No te preocupes voy a tener buen cuidado de ti. Salgo a trabajar de 8:00 pm a 2:00 de la mañana; pero no te asustes, tu trabajo no tiene nada que ver con eso. Eso sí, me debes de atender bien cuando regres ¿De acuerdo?
Ese fue el inicio de una relación personal y laboral salida de una novela kitsch y extravagante. Al medio día atendía sus necesidades, en la tarde trabajaba armando cigarrillos con envolturas exóticas y mensajes de la fortuna que también yo redactaba y, durante la noche, como Karla no tenía televisión, me dediqué a leer los libros y escritos que tenía en un librero bastante maltrecho.
Con el tiempo me fui volviendo bastante hábil en desarrollar mis labores, y esa mujer ardiente fue bastante considerada con lo que me compensaba por mi trabajo, y no me dejaba gastar nada para la casa, solo decía que mi labor era estupenda. Realmente no sabía si era cierto o no, pero comencé a hacer un guardadito, a la par de que se me acababan los libros y me quedaba cada vez más tiempo libre… era feliz.
Pensé que esa buena racha no duraría y no quería estar ahí para cuando todo terminara. Seguramente ella se hartaría de mí y encontraría a otro. Aunque no daba vistos de eso y al contrario, me mantenía contento también dándome ciertas libertades, y hasta propiciándolas. Yo me decía que todo era demasiado bueno como para perdurar, pero me encantaba su descaro y lo bien que me trataba, así que continué.
Así el tiempo pasó y yo comencé a adquirir algunos otros textos, con su permiso, pues tenía que guardarlos en su casa, que no era espaciosa, y comencé a escribir. Y mi vida continuó: sexo al medio día, trabajo en la tarde y lectura y escritura en la noche. Ya no me pude zafar y ella. Como me llevaba siete años de edad y la experiencia de varias vidas, decidió por mí apenas dándome cuenta, y no me dejó ir.
Fue así como reuní el material para mi primer texto largo: Libertades encontradas en la intimidad. Una narración como de amor en el prostíbulo. No fue fácil escribirlo, abrir mi vida y mi perspectiva al público; pero funcionó y se vendió.
Ahora soy famoso, tengo una pareja que me ama y, a veces, me voy a ofrecer mi servicios en las calles a las damas, nada más para no dejar.
