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Un conspirado mundo alucinante

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Conspiración de las cosas, la nueva novela del escritor mexicano Felipe Soto Viterbo, nos ofrece un intenso paseo narrativo dentro […]
Un conspirado mundo alucinante

Conspiración de las cosas, la nueva novela del escritor mexicano Felipe Soto Viterbo, nos ofrece un intenso paseo narrativo dentro de los delirios de un hombre de éxito trastornado.

Por Adán Medellín

Quizá la madurez nos exige dejar de idealizar el amor para abrazarlo con toda su sordidez. Quizá se trata de renunciar al trabajo después de las acusaciones de un fraude millonario. O quizá madurar se trata simplemente de recuperar la poesía, reencontrar un amor juvenil, cometer algún crimen y volverse loco en el intento.

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El escritor y editor Felipe Soto Viterbo (ciudad de México, 1972) podría decirnos esto en su nueva novela, Conspiración de las cosas. Soto escribió hace unos años Verloso, artista de la mentira y ahora titula su obra con la palabra “conspiración”, en una selección de encabezados que bien podría alertarnos de una clásica noción del barroco: esta vida es una puesta en escena y, a fin de cuentas, todos los que andamos en ella somos meros actores y estamos bastante locos. Basta con un sueño extraño, como el que tiene Diego García, el protagonista de este texto, para que el teatro se derrumbe y no sepamos distinguir los límites entre la fantasía personal, la alucinación y la realidad.

Diego es un próspero administrador que tiene dinero y éxito en el trabajo, una esposa guapísima y una amante que lo idolatra. Conduce un auto magnífico, disfruta de todos los placeres convencionales. Pero su vida no siempre fue así. Diego fue antes un poeta que pertenecía a una cofradía y estaba obsesionado por una mesera-prostituta, Valeria, una chica a la que amó verdaderamente y a la que no ha podido olvidar. Una noche, sueña con Gerardo Paz, un amigo de aquellas épocas, y esta aparición lo devuelve al pasado y lo precipita en un túnel de degradación en que perderá su trabajo, a su esposa, su reputación e incluso se topará con el crimen.

Reseñar las cosas de este modo, meramente anecdótico, es hacerle poca justicia al trabajo de Soto. A primera vista parece una historia más de degradación, el recuento de una pesadilla que podría darnos una lección de moral negativa de los negros tiempos modernos. No obstante, el trabajo del narrador en la construcción del personaje eleva la novela a otro nivel. Porque Diego es un ser totalmente imaginativo y el narrador se repliega para que entremos en un universo que devuelve una ciudad mental y confusa, y así nos hunde en un verdadero mundo alucinante. Las apariciones de los dobles de Diego en distintos lugares, sus pesadillas, los olores pestilentes, los flash backs de una infancia turbia, las fusiones de un párrafo a otro que mezclan los hechos y conversaciones del presente y el pasado, diluyen las fronteras entre lo real y lo delirante, y permiten hacer de este trabajo una suerte de crónica esquizofrénica que no sucumbe a tratar de narrarnos un caso clínico, sino a acompañar al personaje por un tour de pesadilla.

La lucha interminable de Diego con un doble que se le aparece y le revela verdades o amenazas, la posibilidad de su reencuentro con Valeria, sus problemas maritales con una esposa tan bella como vacía y a la que lo une una suerte de amor-odio, el reencuentro con el amigo poeta adolescente, son sólo la punta del iceberg. La ciudad mental, sórdida y atascada de tráfico, que postula Soto a través de su protagonista me recuerda la cita final de Las ciudades invisibles de Italo Calvino. En este caos citadino, es necesario “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.

Ésta podría ser una de las tantas interpretaciones de la novela: adentrarnos y abandonarnos en un infierno mental de un “tipo bien” y revelarnos que está igual de podrido que todos. A la vez, hacer un fresco de la sordidez y el vacío de la sociedad contemporánea. Y al mismo tiempo, entregar una pintura de la atascada e intransitable ciudad de México, con una muestra de sus personajes enfermos y contrastantes. Hiperrealista, pero sin afiliarse a la  gratuidad del exceso, Soto parece decirnos que la moderna Tenochtitlán es un lugar óptimo para desarrollar nuestra locura.

Plagada de sueños oscuros, premonitorios o simétricos, Conspiración de las cosas avanza en su narrativa del delirio hasta darnos un final, si bien no imprevisible, por lo menos arriesgado en oposición a las leyes asfixiantes de cierto realismo. Esto creará problemas de confusión en algunos lectores, porque exigirá atención y el abandono a la lógica tradicional para dejarse llevar por las imágenes, las sugerencias o los delirios de un personaje trastornado. Pero el camino vale mucho la pena. La novela logra sostenerse en la exploración de la locura personal y la alucinación, y es notable por la agilidad narrativa, los manejos temporales, el trabajo con los diálogos y la tensión narrativa constante; de este modo, la novela de Soto se convierte en un privilegiado paseo por los infiernos mentales del mentado hombre de éxito citadino.

Felipe Soto Viterbo, Conspiración de las cosas, México, Random House Mondadori, 2012, 189 págs.

 

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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