Sombras tenebrosas

¿Habrá luna llena este viernes? Y si no la hay, no importa, igual se estrenará en México la nueva película de Tim Burton. ¿Otra vez Johnny Depp? Sí, alabado sea Nosferatu.
Por Arturo J. Flores
Te extrañaba, Tim, viejo amigo. El panorama sin ti se estaba poniendo –paradójicamente– de terror. Existe un puñado de advenedizos de la noche, villamelones de las tinieblas, atreviéndose a llevar a cabo cualquier cantidad de barbaridades; desde romances soap-opereros (soa-POP-ereros) entre vampiros mirreyes (vampEROS), chicas lindas (lobukis) y niños lobo (licÁNTRO-POPs), hasta realizadores con dotes resucitadores que extrajeron de sus tumbas a Abraham Lincoln y Edgar Allan Poe para obligarlos a corretear más chupasangres y asesinos seriales.
Por eso, nada mejor que abrir la puerta del séptimo arte y celebrar, como te mereces, tu regreso a la pantalla con una historia de esas que no sólo sabes contar, sino que te afanas en vivir todos los días de tu vida. Acabo de leer una entrevista en la que confiesas que nunca has escrito un tweet, aunque se han escrito miles en tu honor. En contraparte, vistes siempre y por completo de negro, dibujas monstruos compulsivamente y se cuenta que vives en una Mansión londinense conectada por un túnel secreto con la de tu esposa, Helena Bonham-Carter. Y por si fuera poco, coleccionas calaveras.
Sombras tenebrosas se inscribe ni mandada a hacer en la febril euforia vampírica que se vive en el mundo editorial y cinematográfico, pero lejos de subirse a la ola, representa un “¡a ver, pongamos orden!”. Me recuerda tanto al comercial de tequila en el que aparece José María Yazpik y dice: “Es hora de poner orden en el mundo del tequila. Hablemos de tequila”.
Hablemos de vampiros, pues. Barnabas Collins, originalmente protagonista de una serie televisiva de los 70, pero trazado por tu maquiavélica y despeinada cabezota de espantapájaros y encarnado por Johnny Depp, la madre de todos los freaks hollywoodenses, resulta fascinante. Ayer por la noche asistí a la premier y me atrevo a asegurar que –igual que la chica que me acompañaba– la mayoría de las mujeres que asistieron salieron del cine enamoradas del monstruo (ojo, del rol y no del histrión), convertidas a la fe de Collins, asumidas como groupies de ultratumba y resignadas a tener sueños húmedos de miedo hasta que el sol las arrancara de los brazos de Morfeo para devolverlas a la rutina de todos los días.
La anécdota es sencilla: Barnabas es un mujeriego que, luego de despechar a una bruja, es transformado por ella en vampiro y encerrado durante dos siglos en un féretro. Cuando es desenterrado, en octubre (“por eso está lleno de calabazas”, dice el sirviente de la mansión Collins de Collinsport), Barnabas se muere de hambre. Lo primero que hace es beberse a los trabajadores de la construcción que lo liberan, después les pide disculpas y se encamina hacia su hogar. Ahí se da cuenta que su apellido perdura, no así la grandeza que distinguía a su familia. Decidido a restablecer el prestigio de su apellido (“mi padre decía que la familia es la única y verdadera riqueza”, le confiesa a Elizabeth Collins, descendiente y heredera de Barnabas) y vengarse de la bruja Angelique Bouchard (una espectacular Eva Green a la que como zombies quiséramos hincarle el diente), Barnabas toma la riendas de sus parientes para montar de nuevo un negocio de alimentos marinos.
Saturado de mala lecha y gags cómicos, guiños sexuales no explícitos (la escena en la que el vampiro y la bruja hacen “violentamente” el amor, lo mismo que aquella en la que se sugiere que la psiquiatra alcohólica le hace un “favorsito” oral a Barnabas, son adorables aunque nada explícitas. Podrían ser vistas a las 5 de la tarde en televisión abierta y dan más risa que calor) y referencias obligadas al cine de serie B son sólo algunos de los ingredientes con los que cocinaste una película a la altura de tus oscuras capacidades, mi buen Tim. Si a eso le añadimos la participación de Alice Cooper, el trabajo musical de tu inseparable Danny Elfman, el soundtrack rockero en el que lo mismo cupieron los Killers, Black Sabbath o los Moody Blues, entonces el festín de miedo está servido. Los lugares comunes del género se presentan por requisito, porque sin ellos, no sería una peli de terror: la tormenta, el relámpago pirotécnico, la muchedumbre enardecida que busca linchar al fenómeno del pueblo, el beso bajo la luz de la luna. Se llama poesía visual.
Oda a las ojeras
Tu vampiro es sanguinario, pero no cruel. Mucho menos cursi como el primo bastardo Eduardo que anda por ahí. Tu bruja es extremadamente sexy, pero simpática. La fotografía nos introduce en ese universo tan tuyo de las sombras y los esqueletos y las chicas, ¡oh, Tim, las chiiiicas! Debo decirte que comparto esa fascinación que tienes por las ojeras. Podrían escribirse ríos de tinta poética acerca de esas lindas manchas de mapache que sueles imprimir en tus musas, lo mismo en Winona Ryder en Beetlejuice, que en Gatúbela (Michelle Pfeiffer) en Batman, en la muñequita de El Cadáver de la Novia o cualquier otra caracterización de Helena, tu mujer. En Sombras Tenebrosas le tocó a Bella Heathcote (Victoria/Jossette) encarnar a esa fijación tuya con las mujeres pálidas como tazas de cerámica, ojerosas como recién salidas del ataúd, rubias tono Marilyn Monroe, con expresión de Lolita Zombie.
Gracias Tim, por devolver la dignidad a Transylvania, por caracterizar mucho más a Johnny Depp como el conde Orlock de Murnau y no como al Draculita endulcorado crepuscular. Gracias por ser tan tú, Tim. Dicen que te repites, los que gustamos de platicar contigo a través de tus películas sabemos que en tus repeticiones justificas tu grandeza. Eres como el abuelo freakie que nos cuenta cada dos o tres años una nueva historia de horror. Repítete hasta el infinito, Tim, at náuseam, porque en este mundo matraca hacen falta zombies, vampiros y licántropos como los tuyos.
Let’s talk about vampires, Mr. Burton.
Sombras tenebrosas
Estreno: 22 de junio