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CRÓNICA GODÍNEZ: LAS INDISCUTIBLES VENTAJAS DE SER NINI

Por: Jafet Gallardo 06 Oct 2016
En realidad lo fui sólo por temporadas, porque siempre me vi obligado a estudiar. Pero cuando llegaban las vacaciones de Semana […]
CRÓNICA GODÍNEZ: LAS INDISCUTIBLES VENTAJAS DE SER NINI

En realidad lo fui sólo por temporadas, porque siempre me vi obligado a estudiar. Pero cuando llegaban las vacaciones de Semana Santa, las de Navidad o el tan anhelado verano, entonces gozaba del exquisito privilegio de no tener nada qué hacer. Era un NiNi honorario.

Por Arturo Flores @ArturoElEditor

Disponer de tiempo libre es mucho mejor que tener un millón de dólares. Claro que nunca he contado con semejante dinero en mi cuenta, pero si lo tuviera, sólo había una cosa que me gustaría comprar: más tiempo libre. Pocas veces, cuando eres joven y no tienes otra tarea por delante que la de rascarte los dídimos que a los hombres nos oscila en medio de las piernas, valoras ese tiempo que te sobra a raudales. La dicha inicua de perder el tiempo, dijera el poeta Leduc.

Porque desde el primer día que comienzas a trabajar no paras más. Las vacaciones, a diferencia de cuando eres NiNi, son un espejismo de descanso dado que –y más desde que se inventaron las laptops y los smartphones– resulta imposible desconectarse de la oficina. Tarde o temprano te descubres contestando un email en la playa, en medio del campamento o a la mitad de una película en la que Scarlet Johanson esté haciendo topless. Siempre te prometes que será el último. Y nunca lo es.

Cuando era NiNi podía masturbarme sin prisas, pero también coger sin mirar el reloj. Es verdad que en ocasiones no alcanzaba para el hotel, que muchas veces me arriesgarte a hacer crecer la especie utilizando el condón que desde meses atrás se ocultaba en un resquicio de mi cartera, pero no importaba. Porque siempre hubo un arbusto en Ciudad Universitaria detrás del cual arrancarle el brasier a mordidas a una condiscípula.

Necesitabas tan poco para ser feliz cuando eras NiNi. Sobre todo si viviste antes del WlFi. Una botellita de charanda que por pocos pesos te matara suficientes neuronas como para volar. Un walkman con un caset grabado de Pearl Jam. Tres o cuatro cigarros sueltos para llenarte la panza de humo a falta de otro manjar. Un libro de Sade subrayado, para leer a una sola mano. Un cuaderno para hacer garabatos. Una princesa universitaria para quien todo lo anterior fuera suficiente como abrir las piernas y dejarte nadar en su humedad.

Entonces dos horas se convertían en semanas. El tiempo se medía en orgasmos y la vida era un beso de lengüita que no tenía fin. Ahora mismo escribo esto mientras transcurre una junta delante de mí. Y me imagino que la numen oficinista que expone en la pantalla una hoja de cálculo de Excel, alguna vez fue una NiNi que también se dejaba besar desprovista de apuros, a quien el mundo le parecía un sitio tan amplio que podía uno estirar los brazos sin abarcarlo. Tentado estoy a invitarla a que nos revolquemos en la primera alfombra de césped que se nos ponga delante, que lancemos nuestros celulares al cesto de basura, que nos portemos indiferentes ante las miradas de quienes nos vean meternos mano en público, que le digámonos al unísono al reglamento que se puede introducir al final del intestino la regla aquella de que entre colegas no es ético compartir fluidos.

Ella y yo podríamos ser NiNis otra vez. Cagarnos de risa de la quincena, el recorte de presupuesto y la tarjeta checadora que como emperador romano decide quién debe o no vivir. Pero entonces me acuerdo que el Uruapan me da gastritis. Que el walkman fue reemplazado por el Mp3 y que para tocar a Pearl Jam (que ya nadie escucha) necesito mi celular. Que dejé de fumar hace un sexenio porque quiero vivir un poco más. Que necesito comer a mis horas, sentado a la mesa y en menos de una hora y media, para que no sienta que me desmayo. Que en vez de garabatos, en mi libreta escribo listas interminables de pendientes. Que ya no puedo leer a Sade sin mis anteojos.

A veces extraño tanto ser NiNi. Luego me acuerdo que para que una beldad como la que tengo enfrente me lleve a pasear a las nubes con un blow job tengo que pagar yo la cuenta, y se me pasa.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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