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#DifícilDeCreer: El Rock siempre será un buen pretexto

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Porque la música nos sirve para viajar, porque nunca está de más que una canción nos transporte al pasado y […]
#DifícilDeCreer: El Rock siempre será un buen pretexto

Porque la música nos sirve para viajar, porque nunca está de más que una canción nos transporte al pasado y evoque momentos indelebles, es que Sergio Sepúlveda nos habla de los conciertos más emotivos a los que ha asistido.
Por Sergio Sepúlveda (@sergesepulveda)

30 de septiembre de 1989. Tenía el asiento 22 de la fila W en la luneta intermedia para ver a SODA ESTEREO (así estaba escrito en el ticket) en el antiguo Auditorio Nacional. El boleto me costó 40 mil pesos, pues aún no le quitaban los ceros a nuestra moneda. Días antes había tenido la oportunidad de conocer al grupo en una cabina de radio en un programa de la locutora Martha Aguayo y con esa emoción me fui al concierto con mi amigo Marco Escalante. Era la primera vez que los veíamos tocar y aún recuerdo cómo nos abrazamos emocionados, excitados y embelesados al escuchar al grupo argentino que conocimos a través de rock 101. Pero el detalle que jamás he olvidado surgió cuando soda tocaba “Juego de Seducción”. Mientras Cerati decía: “te llevaré hasta el extremo”, una pareja a escasos cinco lugares, cobijada por la oscuridad y la multitud, hacía su videoclip de la rola; el chavo parado recibía un fugaz sexo oral de su chava, diosa arrodillada. Sí, el rock siempre será un buen pretexto para el sexo.

17 de febrero de 1990. Concierto de Bon Jovi en Guadalajara en el estadio tecnológico de la u de g. Yo estuve a nivel de cancha en primera fila con el ímpetu de mis 17 años de edad, pero llegar ahí fue bastante complicado. Mi padre nos llevaría por carretera a mi mejor amigo, Fabián Manrique, y a mí desde un día antes. Sin embargo, en la semana previa al concierto asaltaron la clínica del imss donde trabaja mi papá y a él lo encañonaron unos minutos con una pistola en la cabeza. Eso le destrozó los nervios a mi padre, quien me dijo que no podía llevarme, además no quería que viajara por autobús. Hasta el jueves por la noche conseguí su permiso y el viernes en la mañana apenas logré comprar pasajes en un camión de tercera categoría. Fabián y yo tomamos el autobús a las ocho de la noche pero a las cinco de la mañana el camión hizo válida su clasificación “de tercera” y se descompuso. Nos bajamos a pedir ride y logramos treparnos a otro camión que llegó a Guadalajara a las nueve. Pasamos al hotel a dejar nuestras cosas y nos fuimos al estadio a ver la fila. Mucha gente estaba ahí desde varios días antes, entonces nos formamos sin haber dormido, sin haber comido y sin la certeza de que el concierto se llevara a cabo, porque el de la noche anterior se había cancelado. A las 8 pm abrieron las puertas y corrimos por la cancha hasta llegar al frente y gozamos la tocada. No obstante, en algún momento, con todo el cansancio del viaje le dije a mi cuate: “tanto sufrir y a mí ni me gusta tanto Bon Jovi”; él contestó: “a mí tampoco”. Los dos nos carcajeamos. Sí, el rock siempre será un buen pretexto para viajar.

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22 de noviembre de 1992. Segundo concierto de U2 en su primera visita a México. Conseguir los boletos fue dramático. Las entradas para el primero se agotaron de volada. Venía manejando y en la radio escuché que se abría una segunda fecha. Aceleré para llegar a casa de mis abuelos y estuve media hora en el teléfono hasta que entró mi llamada y conseguí dos lugares. Pasó el tiempo y un mes antes del concierto mi novia Rosy me cortó, pero como le había comprado su boleto, al acercarse la fecha le hablé para preguntar si quería ir. Ella aceptó y fuimos juntos. Gracias a la voz de Bono logré que nos besáramos y nos reconciliáramos al escuchar “Who´s gonna ride your wild horses”. Al terminar la tocada, ya en el coche, esperamos mucho tiempo para salir del estacionamiento abarrotado, así que seguimos reconciliándonos con el vidrio empañado. Sí, el rock siempre será un buen pretexto para el amor.

25 de noviembre de 1993. El Autódromo Hermanos Rodríguez (hoy Foro Sol), sirvió de ágora para recibir por primera vez en México a un Dios del rock, a uno de los monstruos sagrados, a Sir James Paul McCartney. Desde los seis años soy fan de los Beatles, desde entonces me aprendí de memoria muchas de sus canciones, pero mi emoción al verlo fue minúscula comparada con el éxtasis mayúsculo de mis acompañantes: Mi madrina Alicia, mi tía Silvia, mi tío Alfredo, mi madre y mi papá. A lo largo de las 32 canciones que tocó Paul, todos los presentes viajamos al pasado para cumplir el sueño que nunca se hizo realidad, que los Beatles tocaran en nuestro país. Así, cada canción era una celebración en la que mis tíos y mis papás rejuvenecían, volvieron a ser adolescentes y de nuevo creyeron que todo lo que necesitamos es amor. Ése fue el último concierto al que pudo ir mi papá. Sí, el rock siempre será un buen pretexto para recordar.

Difícil de creer.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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