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Like a Virgin: Todos somos pervertidos

Por: Jimena Gómez 28 Feb 2022
Porque la normalidad no existe, sostiene nuestra Editora. Al final, cada uno de nuestros gustos en la cama nos convierte […]
Like a Virgin: Todos somos pervertidos

Porque la normalidad no existe, sostiene nuestra Editora. Al final, cada uno de nuestros gustos en la cama nos convierte en unos degenerados de lo peor. Y nos gusta.

Por @jimena_blue 

¿Qué es o cómo es el sexo normal? ¿Cómo se siente, se escucha o se ve? De unas semanas para acá me he encontrado con decenas de datos que me han obligado a hacerme estas preguntas; leí, por ejemplo, que el promedio de tiempo que dura un hombre mexicano teniendo sexo es de 9.27 minutos (esto de acuerdo con una encuesta realizada por PornHub a sus usuarios, los cuales seguro redondearon el número). También por algún lugar me encontré con una investigación realizada por científicos de la Universidad de Montreal, Canadá, que afirmaba que la fantasía sexual más común entre las mujeres es la de ser dominada; por otro lado, para arrojar un dato más a la mezcla, resulta que el tamaño promedio del pene mexicano es de 15.1 centímetros. Entonces podríamos decir que la fórmula de la normalidad es algo así como Tiempo/ centímetros por perversión… Pero claro, hacerlo sería ridículo, pues el sexo en sí, siempre es anormal y la fuente de esta última afirmación es empírica y es la vida.

Antes de entrar en mis perversiones, detengámonos en la insana necesidad humana de buscar la norma, esta cosa inventada que el hombre suma, multiplica y divide para apaciguar a la mente de lo inmensurable. Aceptemos que se trata de un engaño, de una verdad a medias, o mejor aún: “una verdad promediada”, pues con la misma facilidad con la que se pueden encontrar estadísticas de lo más “normal”, “común” o “frecuente” en el sexo, también se halla lo más raro y desconocido. El sexo está repleto de fetiches, y éstos están hasta en las parejas más grises; cuando le preguntas a tu novia (mientras te la coges) si así es cómo le gusta, si quiere más duro… Si es tu putita… Cuando quieres venirte en su boca, en sus senos, que se los coma… En las medias de red y los ligueros, en los uniformes de bomberos o de enfermeras, en la crema batida y en morder el labio durante el beso; ahí, amigos míos, hay perversión.

Ahora, si se quiere ir al lado más recio del espectro, aquí les propino una lista de actos y filias que pueden buscar en Google bajo su propio riesgo. Repito, bajo su propio riesgo: The Kentucky Klondike Bar, The Cold Lunch, sinforofilia, Alvinolagnia, Anofelorastia y les quedo a deber un largo etcétera.

Ahora bien, ya que hemos delineado —a muy grandes rasgos— ambos extremos del espectro de lo cochino, hablemos de mí. Yo como Frank Underwood (de la serie de tv House of Cards), creo que: “Todo en la vida se trata de sexo, salvo el sexo. El sexo se trata de poder”, por lo que también coincido con los doctores canadienses y me suscribo a Netflix y a una forma amateur de sadomasoquismo: me gusta dominar y ser dominada.

Ya en un par de ocasiones logré ejecutar mi fantasía, al principio con timidez, pues me di cuenta de que lo más difícil es pedir las cosas. Cómo decirle a un chico que te pegue, que someta, te tome del pelo y mueva la cabeza, avisarle que te vas a quejar pero que debe ignorarte, todo de manera clara y sin arruinar el mood cachondo. Pero claro, como decía mi madre (no creo que pensando en este contexto, pero da igual), en el pedir está el dar. Lo cual me lleva a contarles de un hombre que ¡vaya que sabe pedir! Hace tan sólo un par de meses, un desconocido me contactó por mail (cómo consiguió mi dirección es un misterio) para básicamente ofrecerme sexo. Decía haberme leído en un par de revistas y afirmaba morirse de ganas de conocerme. Por supuesto, lo ignoré. Un buen día mandó un archivo en pdf, un manual sadomasoquista (¡con fotos!), me pidió que memorizara las posiciones 4, 12, 16, y 23 para “una fecha aún por definir”… La fecha sigue sin definirse y claro que no acudiré a la cita; sin embargo al manual sí le he dado uso. Gracias a él sé qué pedir y cómo, descubrí que los fetiches pueden ser parte integral de la vida sexual, si es que así se desea, y que todo tiene cabida sabiéndolo (literal) acomodar.

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