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“Yo quería ir a una fiesta swinger”

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
El universo del intercambio de parejas visto por nuestra nueva columnista. Estamos seguros de que estos “Desvaríos Nocturnos” se convertirán […]
“Yo quería ir a una fiesta swinger”

El universo del intercambio de parejas visto por nuestra nueva columnista. Estamos seguros de que estos “Desvaríos Nocturnos” se convertirán en una de tus columnas favoritas.

Por Sandra Corcuera
@SandraCorcuera
www.SandraCorcuera.com

¡Los swingers! Personas que viven su sexualidad tan libremente que disfrutan compartir a su pareja con otras en intercambio (yo con tu marido y tú con el mío) al mismo tiempo, viéndose, ¡y con singular alegría! Ellos sin lugar a dudas están en otro nivel, mis respetos. La confianza brutal que se profesan para mí es ciencia ficción. Sólo de imaginarlo ya se la hice de pedo a mi novio (como cuando sueñas que te puso el cuerno y al despertar le armas el mega pancho, hum, ¿qué se cree…?).

En fin. Resulta que tengo varios amigos que lo practican desde hace años, cuyas historias y formas de pensar me despertaron la curiosidad.

Manuel por ejemplo, muy listo él, siempre iba con amigas a sus fiestas de intercambio de parejas, nunca con su novia, porque “la novia, no se comparte”. Yo le decía que era un swinger de pacotilla. En cambio, Juan Miguel era uno de hueso colorado. Se la pasaba tratando de llevar a todas sus novias al “lado oscuro” para que probaran las mieles de este mundo. La mayoría salía despavorida en cuanto trataba de iniciarse. Encontró a su media naranja sexual en Laura, una jovencita “infiel por naturaleza” ―según decía ella― a la que le pareció un planazo eso de acostarse con otros con el permiso de su novio. Ella sí entró al lado oscuro con todas las de la ley. Un día, al llegar de su clase de teatro, Laura le contó a Juan Miguel que se había tirado a su profesor en los vestidores. Él quiso saber todo con lujo de detalle: lo que le gustó, cómo se lo hizo él, cómo le quitó la ropa, qué le tocó ella, si gritó, si alguien los vio. Cuando ella acabó su historia, los dos estaban cachondísimos y se echaron un buen round.

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Un año después, en el cumpleaños de Laura, el regalo del novio fue el siguiente: pasó a buscarlos una limusina que les iba a dar un recorrido por Madrid en la noche, con champaña, caviar y una playlist adecuada para el momento erótico-festivo-sexual. Al entrar en el auto los esperaban un chico y una chica muy bien vestidos para la ocasión. Corte A: Laura abierta de piernas sobre el desconocido ya sin pantalón. Juan Miguel mirándola disfrutar, mientras la otra chica sentada de espaldas en él brincaba y brincaba sobre sus muslos con la falda por las axilas y las bragas por los tobillos… Laura lo agradeció como el mejor regalo de cumpleaños de su vida, Juan Miguel se casó con ella, tienen un hijo y siguen swinguereando bien felices.

El pasado 14 de febrero, el primero que yo pasaba soltera en años, recibí una propuesta indecente y sumamente interesante: mi amiga Maira, ex prostituta de lujo y muy metida en estos ambientes, me invitó a la fiesta swinger con motivo del día del amor y la amistad. ¡Qué gran ocasión! Plan cero romántico y por fin tendría oportunidad de verlo con mis propios ojos. Por supuesto no pensaba participar, ¿cómo creen? Sólo quería echar un ojo.

Así que no me lo pensé, me puse un vestidito ni muy putis ni tan equis (había que encontrar el balance). Maira me pasó a buscar con unos amigos y nos fuimos a dicha fiesta.

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Era un antro swinger de los más decentes del DF y ese día se iba a poner bien bueno. Supuse que eso significaba que iba a presenciar la superorgía. El lugar tenía una pista de baile en el centro y la rodeaban unos sillones estratégicamente ubicados para ver todo desde ahí. Y no era difícil ver “todo”, porque las chicas usaban camisetas como si fueran vestidos. La mayoría no llevaba ropa interior o su ropa era transparente. Vamos, que quedaba poco a la imaginación. Ya del otro lado de la pista, separada por una cortina negra, había una sala cuadrada con sillones contiguos donde se supone que iban a ir entrando los que ya estuvieran calientes y quisieran pasar a mayores. Era la sala común. Entrando por el pasillo, ya había salitas separadas para fiestas más íntimas, sólo los que participaran. Nada de mirones, pues.

Llegamos como a las 23 horas y poco a poco la gente se fue animando en la pista. Yo observaba divertida cómo las chicas tomaban la iniciativa, ¡se empezaban a meter mano entre ellas! Y ya ahí se atrevían sus parejas, que iban soltando una mano aquí y una allá a la chica de al lado y todas se dejaban toquetear alegremente. Yo no hacía más que mirar el reloj porque ya llevábamos dos horas ahí y no sucedía gran cosa que me indicara que había llegado la acción…

Entonces se me acercó un chico y me dijo emocionando: ”¿Tú eres Sandra Corcuera?”. Automáticamente me vi en las redes sociales y a mis padres renegando de mí. Ése fue el “cue” para aplicar la bomba de humo. Amablemente me despedí de mi amiga y compañía y corrí al coche dejando atrás las risas libidinosas, los toqueteos, las luces de neón, el humo y las faldas-cinturón que dejaban las pompas al aire.

Yo quería ir a una fiesta swinger y me fui antes de que pasara algo. Creo que fue un fracaso mi primer intento, pero no me daré por vencida, ¡volveré!

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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