RODADA 2.0: NO ERES TÚ ES TU BICI…

Por Elizabeth Santana @ElixMorgana

Vivo en un edificio pequeño, de esos que caracterizan a las urbes sobrepobladas como la nuestra, cuyas escaleras y paredes son tan angostas que tras meses… continúan representando un reto para cargar mi bici de casi 13 kilos con ruedas 700x38c. Habito en un 4to piso, la altura ideal para poder recibir los rayos del sol porque detesto los lugares oscuros.

Hace pocos días decidieron pintar las paredes de pasillos y escaleras, está bien pensé, aunque en realidad fue mentira. Prefería el tono desgastado que no sabes si corresponde a unas paredes viejas o a que los transeúntes trasnochados y enfiestados se sujetan con las manos sucias para seguir el camino a su piso.

Confieso que en esa pared mugrosa había rastros de mis llantas. No es fácil subirla intacta, aunque bajarla sí. Las primeras veces que me percaté de ello, por no decir que era obvio que chocaba con la pared (hasta que deje de hacerlo tras “prueba-error” y uno que otro volantazo en la cara) solicité autorización para fijar un soporte en planta baja (en ese huequito que queda debajo de las escaleras), pero me fue negado…

Pintaron la pared y hoy más que nunca lucen las huellas de los neumáticos. Pero tocaron el timbre y fingieron no saber nada, el responsable de mantenimiento me preguntó en tono políticamente correcto: “Oye Elizabeth, ¿sigues viajando en la bici?”. Sólo fue por cortesía, por encontrar una forma de empezar el diálogo, ambos sabíamos la respuesta… Fue una situación vergonzosa, no sabía si esconderme o botarme de la risa.

Llegamos a un trato, voy a limpiar cada rastro de huella que quede. Compañeras ciclistas me sugirieron un trapito y otras más hasta la migaja del pan. Ayer en un catálogo de accesorios para el hogar, me di cuenta que las ventas hacia las mujeres se han diversificado, ya venden ganchos para que sujetes tu bici en casa o fundas para cuidarlas del polvo. Por un momento consideré adquirir esa cobertura, para ponerla en la llanta trasera, que es la que deja rastros en la pared.

Pero hoy pensé que no es necesario, que seguiré buscando ese ángulo o la fuerza necesaria para elevar la bicicleta de tal forma que no deje huella. Después de todo podría ser peor, recordé esa experiencia en la que una chica que vivía en Tlatelolco quería comprar mi bicicleta plegable. ¿El motivo? Vivía en un piso 21 pero su elevador llevaba días dañado…

En las calles hay parquímetros, estacionamientos y franeleros. Y los departamentos con cajón para el automóvil se vuelven un lujo que muchos pagan. Pero me pregunto, ¿algún día los edificios contarán con racks o biciestacionamientos de forma predeterminada?