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MESSI, VESTIDO DE AZUL Y BLANCO

Por: Jafet Gallardo 17 Ene 2020
POR CARLOS GUERRERO WARRIOR @carloslguerrero   Este video te puede interesar HACE UNAS SEMANAS, EL MUNDO FUTBOLÍSTICO Y LA NACIÓN […]
MESSI, VESTIDO DE AZUL Y BLANCO

POR CARLOS GUERRERO WARRIOR

@carloslguerrero

 

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HACE UNAS SEMANAS, EL MUNDO FUTBOLÍSTICO Y LA NACIÓN ARGENTINA TEMBLARON CON LA NOTICIA DE SU APARENTE RETIRO DE LA ALBICELESTE. NUESTRO COLABORADOR DESCUBRE EL ESTADO MÁS PURO DEL ASTRO ROSARINO ENTRE EL FANGO DE LA DERROTA.

Lo que pudo ser un choque de trenes terminó por ser una carrera parejera. Mientras uno aceleraba, el otro bajaba de ritmo. Y así, se invertían los papeles una y otra vez. Ni Argentina ni Chile pudieron en 90 minutos romper el hielo de una final congela- da por los altos niveles de tensión. Dos equipos que sufrieron mucho más de lo que disfrutaron el partido. Era más grande el temor a caer en el calabozo del error al deseo de encontrar el tesoro del acierto. Y justo en ese túnel de miedo, se acorralaron entre patadas y fallos, hasta encontrar algo de luz y serenidad con el efecto placebo llamado “penales”.

Con tobillos amorfos y empeines dolidos, con muslos fatigados por el ácido láctico y con la mente puesta en todo y nada, llegó la definición desde los once pasos para conocer al campeón de la Copa América del Centenario. Ochenta y un mil espectadores en la tribuna. Mayoría argentina. Un graderío albiceleste que no cesaba en cánticos como si con altos decibeles fuera factible cerrarle las puer- tas a esos fantasmas que los han perseguido en los últimos años. Las cábalas que se ven en las canchas de Boca, Independiente, Rosario Central, Racing y River, entre otros, se concentraron como batido de licuadora en aquella noche de New Jersey.

No sirvieron de nada. Chile cerró los ojos. Respiró profundo. Desde hace tiempo están acostumbrados a jugar por nota. Si a los andinos les colocaran una venda en los ojos, Alexis Sánchez sabría perfectamente a dónde tirar la pelota para que ésta llegara a los pies de Vargas. Eso mismo hicieron en la tanda de los penales. Apretaron la mirada y se abrazaron al fresco recuerdo de hace un año cuando en idénticas circunstancias aniquilaron al mismo rival. Chile sólo tuvo que inhalar profundo para acordarse del aroma de la victoria y así cobrar cada tiro con certeza, confianza y categoría.

Argentina, a diferencia de los chilenos, se tapó la cara de miedo como lo haría un niño en la sala de cine con una película de terror. A la albiceleste se le vinieron los ingratos instantes de todas las fina- les que ha perdido en cadena. Los demonios vencieron a Argentina, dirían aquellos que buscan justificaciones en todos lados menos en las piernas y en la mente de los futbolistas. Relatarán a las genera- ciones siguientes que ante Chile, en un par de ocasiones, malvados entes colocaron oxidados grilletes a los genios de la pelota y que por eso erró Higuaín y por eso falló Messi.

De ser así, no existe talento suficiente que pueda aniquilar el miedo. Si el mejor jugador del mundo no tiene la cruz bendita para exorcizar demonios, parece que nadie más la tendrá. Messi se hartó de orar por todos y de la sotana albiceleste se ha despojado en medio de la frustración, la desesperación y la poca esperanza.

A unos cuantos metros de mi posición de comentarista en la cancha, fui testigo de cómo el astro del Barcelona se partió el alma en mil pedazos buscando respuesta como estudiante en pleno examen y esperando una sociedad, cual desesperado hombre de negocios sabedor que está a punto de irse a la ruina.

Banega no fue suficiente, Higuaín volvió a fallar como siempre y Agüero no pesó. La clase de Mascherano no alcanza para hacer los goles que él evita cuando el limitado aparato defensivo argentino deja avenidas tan libres como una metrópoli en madrugada.

Entonces, Messi por delante, utilizado como estandarte para abrir fuego en los penales, fue enviado a la guerra con la consigna de colocar la bomba en el objetivo adecuado y de paso, para poner el ejemplo al resto del batallón. Pero el mejor del mundo decidió mostrar su lado más humano esa misma noche. Mandó el misil a la tribuna hasta caer segundos después en un mar de lágrimas.

A lo lejos pude ver cómo buscaba explicación en el césped, ca- bizbajo y nauseabundo, mientras los penales los seguía conquistando Chile. Sí, el mejor del universo también llora, sufre y se siente desvanecer. También pierde la cabeza, declara caliente y permite que el hígado tome el control de sus palabras.

Por un momento fue el “pecho frío” de toda Argentina, el verdadero demonio, el enemigo que acecha la casa, el responsable y el hijo de todas las despechadas. Si así, al más grande futbolista de la actualidad y al mejor pagado de toda la historia se le crucifica, ¿qué será de los pobres mundanos y terrenales que no somos nada?

Todavía Messi debió soportar más de quince minutos con los músculos fríos y con la camiseta congelada mientras comenzaba la ceremonia de premiación. Otra final más perdida. Tan acostumbrado a ganarlo todo, esta vez se fue con las manos vacías y con un lloriqueo de recién nacido que no tiene idea de lo que le sucede. Un pequeño que nació en la cuna equivocada dispuesto a nunca más vestir la albiceleste.

Costosa Copa América para Argentina que hasta Martino terminó por marcharse. Ahora Messi tendrá que encontrar el arrullo blaugrana para volver a dormir placenteramente y entonces sí, conciliar de nueva cuenta el sueño allá donde no hay demonios ni pesadillas. Allá donde los fantasmas, más que espantar, le rinden culto y le piden fotografías.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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