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#LIBROSALDESNUDO: LOS MEJORES MAESTROS

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Jaime Garba @jaimegarba Tuve maestros despiadados, uno por ejemplo nos colocaba de rodillas en el centro del patio bajo el […]
#LIBROSALDESNUDO: LOS MEJORES MAESTROS

Por Jaime Garba @jaimegarba

Tuve maestros despiadados, uno por ejemplo nos colocaba de rodillas en el centro del patio bajo el inclemente sol y con los brazos en ángulo de noventa grados nos obligaba a sostener un libro en cada mano. Otro jalaba los lóbulos de nuestras orejas con fuerza cuando consideraba no hacíamos las cosas bien. Otro lanzaba el borrador al menor murmullo y vociferaba lo tontos que éramos mientras nos sobábamos el rostro. Otro usaba la biblioteca como centro de castigo, depositando la triste y equívoca percepción negativa de que aquel lugar no contenía grandes posibilidades de gozo sino que se asemejaba más a un campo de concentración, donde la bibliotecaria en lugar de motivarnos a leer, cual verdugo se encargaba de que estuviésemos quietos cuales estatuas, apenas respirando. También tuve maestros que retrasaron mi pasión por la literatura con lectura de libros como El Quijote, La divina comedia o El Popol vuh en dos días, con exigencias de resúmenes larguísimos (imagine usted lector la dificultad de tales solicitudes en tiempos sin internet y sin la posibilidad de robarse un ensaño en la web). Los hubo también los que pasaron por mi vida sin oficio ni beneficio, quienes jamás me enseñaron nada porque no sabían nada. Sin embargo también tuve maestros excelentes, apasionados, que cuando los necesité me brindaron su apoyo académico y personal. De los dos tipos de profesores aprendí, de ambos tengo buenos recuerdos, porque la educación es así, constituida de triunfos y fracasos. A ambos les agradezco su presencia en mi desarrollo porque en gran parte sé que este que soy se los debo a ellos; sin embargo, a mis treinta y tres años siento una mayor y más honesta gratitud por otro tipo de mentores: los libros.

Hace unos meses, en una entrevista me preguntaban quiénes habían sido mis profesores literarios, ante la respuesta de que fueron Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Ernest Hemingway y Charles Dickens, mi entrevistador, desconociendo probablemente que dos de estos grandes autores llevaban ya muertos mucho tiempo, se impresionó por la formación tan emblemática que creyó tuve. La conversación tomó de inmediato un tono de solemnidad que de pronto no supe si percibir como broma, porque el reportero creía en verdad había estado en un aula con estos escritores y veía en mí (aún sin haberme leído) los dotes heredados de las grandes figuras. Lo que jamás entendió es que aquello era una metáfora, no fueron literalmente mis maestros, sino que su obra había tenido tal repercusión en mí que no podía considerarlos otra cosa que maestros. Y es que no recuerdo a quién le escuché decir que los libros son los mentores que escogemos, pues tenemos en la infinidad de títulos escritos a través de la historia, la libertad de formarnos con pensamientos vastísimos y diversos.

Antes de entrar a la universidad deseaba estudiar filosofía pero las circunstancias me lo impidieron, no obstante hoy me siento afortunado de no haberlo hecho, pues de haberme sometido al sistema curricular de la carrera, sí, habría conocido a grandes pensadores y habría leído obras cumbres de la filosofía, pero es muy probable que tal formación me alejara de la literatura que me gusta: ecléctica, donde tienen cabida todos los géneros, sin importar cánones o modas, aquella que donde puedo leer lo que me da la gana. A veces me siento mal por no ser especialista en literatura rusa del siglo XVIII, en los franceses del siglo de oro o en el boom latinoamericano; cuando alguien me pregunta cómo me he formado o cuál es mi fuerte, al principio titubeo y me ruborizo, pero después caigo en cuenta de que los maestros que he tenido, y que son todos esos libros, no me han colocado en un limbo inclasificable, sino en un paraje fértil que me ha abierto el panorama del mundo.

Sí, estoy agradecido con aquellas personas que me enseñaron tanto de lo malo como de lo bueno que fueron conmigo, pero mi mayor gratitud es hacia los libros que no se cansan ni lo harán, de formar a las mentes ávidas de imaginar, aprender, sentir… vivir.

 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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