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#LibrosAlDesnudo: El libro imposible

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
  Por Jaime Garba @jaimegarba Este video te puede interesar   Cuando hace algunos años decidí dedicarme a escribir, en […]
#LibrosAlDesnudo: El libro imposible

 

Por Jaime Garba

@jaimegarba

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Cuando hace algunos años decidí dedicarme a escribir, en cierta ocasión recibí un consejo de una buena amiga bastante culta y con mucha experiencia en el periodismo. Me dijo: “Si quieres ser un buen autor, no sólo debes leer mucho, sino a ciertos literatos”. Confiando en su trayectoria le di la razón y le pedí que me prestara un libro para comenzar mi “preparación literaria”; la obra que me facilitó fue “El amante de la China del Norte”, de Marguerite Duras, libro que con todo y pena debo confesar en aquellos ayeres no entendí en las dos ocasiones que lo devoré con entusiasmo, creyendo insulsamente que el simple acto de repetir palabras en la mente me volvía más sabio.

Pronto me arrepentí de haber seguido aquel consejo, porque entré en una especie de crisis y obsesión donde me sentía mal, tonto o mediocre por no terminar un libro o no entenderlo. Así fue durante un tiempo considerable hasta escuchar a uno, dos, tres… decenas de autores en entrevistas o artículos, que dejaban libros, fueran recomendaciones, estuvieran prodigiosamente reseñados, fuesen clásicos o best sellers; sin ningún problema, porque coincidían en que bajo ninguna circunstancia sentirse atado a una lectura hace bien. Pero aun así no es fácil seguir esa sabia sentencia, porque la promotoría de lectura nos ha dicho directa e indirectamente que debemos poner en un pedestal absolutamente toda cosa escrita, lo que luego suele confundir a jóvenes lectores que crecen en la era de la reverencia al libro, sin mayor filtro o disertación.

Como para muestra basta un botón, he invitado a un grupo de respetables escritores para que nos compartan sin pudor alguno, cuál ha sido su libro imposible, aquel que les ha “partido la cabeza”, que tiraron sin miedo en el camino o que les haya hecho sentir que el tiempo pasa muy lento.

Jaime Mesa. Escritor mexicano, autor de “Rabia”, “Los predilectos” y “Las bestias negras”, publicados por Alfaguara.

Tengo una regla muy específica: no terminar un libro si no me gusta o es malo. Les doy de 20 a 50 páginas para averiguarlo. Con 100 mil libros extraordinarios allá afuera por qué perder el tiempo con escritores que escriben mal o que, simplemente, sus mundos no me dice nada. Así que tengo pocas rabietas de frustración por haberme encontrado con libros “dolor de cabeza”. Sí recuerdo algunos, sobre todo que he abandonado. En primer lugar, “Prozac Nation” de Elizabeth Wurtzel, al que llegué con muchas ganas y que me mató de aburrimiento porque sólo es el diario de alguien que está deprimido, que anuncia que se va a matar y nunca se mata. La gran proeza de este libro es que cada que voy a abandonar uno nuevo recuerdo éste y me da fuerzas para cerrar las tapas de una vez por todas. Otro libro que dejé en la página 73 es una recomendación de Isaí Moreno: “Intemperie” de Jesús Carrasco. No tengo duda de que es una espléndida novela, llena de belleza y curiosidad sobre el espíritu humano pero su ilustre preciosismo y la sensación, expresa, de que los personajes son de porcelana, me perturbó hasta el hartazgo. Todos son “el chico”, “el pastor”, “el padre” y ese refugio en lo general me recordaba, mal, el artificio y convirtió la novela en un ejercicio de ballet: exagerado y afectadamente delicado y natural.

Luis Panini. Escritor mexicano, autor de “El uranista” y “La mala hora”, publicados por Tusquets.

 

Comencé a leer literatura a los 11 años. El primer libro que leí también fue el primero que no pude terminar de leer: la “Divina Comedia”, de Dante Alighieri. Entonces lo leí porque a esa edad poseía la certeza de que al morir terminaría en el Infierno y me interesaba averiguar los pormenores de mi futuro domicilio. Así que, una buena tarde, compré el mamotreto en un supermercado no muy lejos de la casa de mis padres y me dispuse a leer los 33 cantos durante una noche de lectura enfebrecida en que el autor relata los sinsabores que enfrenta mientras desciende, acompañado por el poeta Virgilio, ese cono invertido compuesto por nueve círculos funestos, uno que lamentablemente no incluye la circunferencia dentro de la cual penarán los metrosexuales. Justo después de terminar la sección dedicada al Infierno, la cual me dejó plenamente satisfecho, no me interesó continuar con el Purgatorio, mucho menos con el Paraíso.

Iván Farías. Escritor mexicano, narrador y crítico de cine, ha publicado “Entropía” (Nitro Press) y “La ciudad y sus muertos” (Paraíso Perdido). Es colaborador de Playboy México.

 

Creo que hay libros que son como petardos, como grandes cruceros y que debemos de leer por obligación, so pena de vernos mal como escritores. “La broma infinita” es uno. No pude con las digresiones y los muchos pies de página. A Foster Wallace lo prefiero como cronista. “Ulises” fue otro. Pasaba páginas y me sentía timado. Lo abandoné. Zambra en todas sus presentaciones. No encuentro la genialidad que le adjudican. Ni “Bonsai” terminé. Una cosa de clase me impidió continuar con Proust. Y no es pereza. Tolstoi, Dumas, Dickens no me dejarán mentir. Pero sí prefiero la historia por sobre la forma.

Pedro Ángel Palou. Escritor mexicano, novelista y ensayista, ha publicado “La amante del ghetto” y “No me dejen morir”, publicados por Planeta. Ganador del premio Xavier Villaurrutia en 2003.

 

Uno de los libros con los que más me he “partido la cabeza”, si se puede llamar así, es el “Finnegans Wake”, de Joyce. Era yo en la adolescencia y la primera juventud un joyceano irredento y después de estudiar seriamente a Nicolás de Cusa y a Giordano Bruno y a Vico dije: yo puedo traducirlo. Me quedé en las primeras tres páginas. El resultado se publicó en El Nacional en un suplemento que dirigía Manuel de Ezcurdia en 1986. Tenía 25 notas a pie de página (y eso que eliminé 40 más). Es un libro que como dijo Joyce, mantendría entretenidos a sus críticos. Y a sus locos traductores. Lo interesante es que El Cuenco de Plata, en Argentina planea sacar este otoño la primera traducción íntegra del libro en español. Espero una versión casi sin notas, realmente literaria que no necesite del aparato crítico, como era mi absurdo caso, para entenderse. El traductor, Marcelo Zabaloy ya hizo un trabajo impresionante con el Ulises, después de la clásica traducción de José María Valverde y la anterior de Salas Subirat. Estoy contando los días para tener el libro en mis manos y resolver, al fin, el rompecabezas que me planteó luego de haberlo leído íntegro tres veces su imposible traducción.

 

 

Roger Michelena. Editor venezolano, asesor de proyectos editoriales. Director de FB Libros (Ficción Breve Libros).

 

Interesante pregunta sobre libros y autores que he decidido abandonar a su suerte y no seguir leyendo… La verdad son muchos, más de lo que el pudor intelectual me permitiría mencionar, pero diré que me sangraron los ojos y abandoné lecturas de la editorial Porrúa, aquellas ediciones de doble columna me daban repelús; casi en el mismo tenor y pavor me causaban las ediciones de Gredos con notas a pie que superaban con creses el número de páginas de cualquier capítulo y que con lupa en mano es la única forma de poder seguirles el paso. Pero entre los autores que no he podido pasar de hojear y guardar de nuevo, está Shakespeare en la edición de Aguilar, papel biblia de 2209 paginas a doble columna, pero el motivo no es la calidad de esa edición, ese libro me salvó la vida, así literalmente, en uno de mis paseos por bares caraqueños me acompañó ese volumen, no recuerdo el motivo, seguramente alguna hermosa niña estaba incluida; ebrio y muy tarde ya, camino a casa con Shakespeare bajo el brazo intentaron asaltarme, al ver el volumen que temblaba en mi mano sólo llegue a escuchar: “déjalo tranquilo, es un hermano, mira, lleva una biblia”. Desde ese día no he podido volver a su lectura sin antes acto de contrición propósito de enmienda y un enorme miedo a no volver a beber si logro leerlo.

 

Arturo Flores. Escritor y periodista mexicano, ha publicado “Te lo juro por Saló” (B de Bolsillo) e “Instrucciones para jugarse la vida con Satanás” (Instituto Mexiquense de Cultura). Es editor de Playboy México.

 

Comencé a leer “Crepúsculo” por curiosidad. Para conocer los motivos de que un best seller se convierta en tal. Sin embargo, no pasé de la página 120. Fue todo un logro llegar hasta allá. Estoy acostumbrado a que las historias que me gustan o bien cuentan algo, pasan cosas o bien el uso del lenguaje representa un descubrimiento. En el caso de “Crepúsculo” no hay nada de eso. Lo dejé porque me aburrí de que no sucediera nada, que todo fuera un monólogo interior, sin acción, de su protagonista. Supongo que la mente y la imaginación del público de ese libro es así. Sin acción.

 

Isaí Moreno. Escritor mexicano. Ha publicado “Pisot” (Premio Juan Rulfo a Primera Novela en 1999) y “El suicidio de una mariposa” (Terracota). Profesor en la carrera de Creación Literaria en Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

 

Uno de los libros cuya lectura nunca he podido concretar es “Paradiso”, del cubano José Lezama Lima, autor de poemas y ensayos que tienen en mí un gran entusiasta. De sobrada maestría escritural, “Paradiso” posee la mayoría de los elementos que deseo en una novela: panorama de mundo y enigma. Es expansiva. Es digresiva y absoluta. Conozco bien lo expresado sobre su carácter órfico y malicia narrativa por dos gigantes como María Zambrano y Daniel Sada. Al abrirse de pronto la novela se hallan frases elocuentes y sabias, o bien, juguetonas. Pero desde hace varios años, “Paradiso” no pasa de ser un libro de carácter oracular para mí: hallo al azar fragmentos de exquisita lectura entre su mar de páginas, se me delata un autor diestro en la ironía, mago con el lenguaje la mayoría de las veces. Mi incógnita consiste en por qué no he podido leerla nunca de corrido. Por alguna causa la novela rebasa mi capacidad de atención, sus palabras se me deslizan de la memoria inmediata, incapaces de llevarme a la ilusión de continuum de otras novelas. Así, luego de la susodicha hojeada azarosa acabo cerrando el libro.

 

Omar Nieto. Escritor mexicano, ha escrito “Teoría general de los fantástico” (UACM) y “Las mujeres matan mejor” (Joaquín Mortíz), finalista del Premio Letras Nuevas 2012.

 

Llamadas de Ámsterdam (2009) de Juan Villoro me pareció un altibajo entre las excelentes “El Testigo” y “Arrecife”; debajo del poder narrativo de su No Ficción, que lo hacen uno de los mejores cronistas del continente. La trama de coincidencias de esta nouvelle sobre las llamadas telefónicas desde una Ámsterdam que no es la capital de Holanda sino la calle del mismo nombre en la colonia Condesa, se me hizo una viñeta de violentas elipsis (trote hípico del ex hipódromo que fue esa colonia) que no dibujó a personajes profundos. La trama me pareció un artificio al que se le ven los “hilos de tramoya”, lo mismo que la Europa de “Viena Roja” (2005) de Tryno Maldonado, metal pesado que me obligó a recriminarme su compra. Suelo ser masoquista. Nunca abandono un libro, pero en los dos casos veo una clara diferencia entre “artificio” narrativo y “artefacto” narrativo, último concepto que en mi opinión, no se logra en ambas obras.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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