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#LibrosAlDesnudo: Dime con quién andas y te diré qué lees

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
Por Jaime Garba @jaimegarba La lectura tortura cuando se te impone cual cinturón apretado más allá de la medida de […]
#LibrosAlDesnudo: Dime con quién andas y te diré qué lees

Por Jaime Garba

@jaimegarba

La lectura tortura cuando se te impone cual cinturón apretado más allá de la medida de tu cintura. No encuentro mejor analogía, pues quién no ha vivido esa sensación de sofocamiento cuando se está en el sofá, moviendo el trasero para un lado, para otro, la espalda recta, curva, respirando lento, luego agitado, girando el cuello en círculos, colocando la mano sobre la nunca… y tantas cosas más, intentando mitigar la desesperación causada por leer algo que nomás no nos calza.

En estos tiempos parecería tonto imaginar lecturas impuestas más allá de las estrictamente necesarias en la escuela, pero sorprende que entre la sociedad lectora aún existan tabús, estigmas, que ni los más abiertos promotores se atreven a romper.

Juan Domingo Argüelles en su libro “Leer es un camino…” le dedica un pequeño párrafo a la idea de que la única manera en que alguien puede leer libros “palomeritos”, “domingueros”, o como usted les quiera llamar a esas obras consideradas menores; sin que se le juzgue de traidor a la alta literatura, o peor aún, de imbécil, es siendo Vargas Llosa o Fernando Savater, autores que cita porque en algún momento, ausentes de pudor, afirmaron leer este tipo de obras, aunque bueno, no se imaginen que se refieren a libros de Yordi Rosado o de John Green, para ellos esta literatura menor, o “infraliteratura”, como le denomina Harold Bloom, son noveletas o títulos que han pasado sin pena ni gloria por la historia o que la crítica las ha catalogado como intrascendentes. Pero bueno, estoy seguro que incluso si estos consagrados leyesen algo de obra populachona, su séquito encontraría la manera de intelectualizar las razones de ello.

Y es que ¿a poco no es terrible que tengamos que pertenecer a un círculo o gremio para que validen nuestro afán lector? Dime con quién andas y te diré que lees, así de fácil, así de duro. Porque no pocas veces me he topado con el linchamiento de gente por leer el Ulises de Joyce o el Fausto de Goethe sin ser filólogos o licenciados en letras. No se diga leer a León Portilla o a López Austin sin ser historiadores y afirmar entenderlo: pecado. O tener afinidad por la generación Beat y ser un Godínez, no, allí hasta he presenciado la absurda intención de querer impedir la lectura de Kerouac por el simple hecho de que quien tiene el libro entre las manos usa corbata y trabaja en horario de oficina, como si el alcoholismo y la drogadicción fueran requisitos.

Esta segmentación es terrible pero existe, y casi nadie se salva de ella, es como la sociedad misma, por más abiertos o radicales que nos proclamemos, en algún momento nos atrapa. Yo, por ejemplo, no niego que he tenido que cerrar libros de súbito y poner mis brazos sobre ellos, fingiendo el rostro, cuando alguien se acerca y me pregunta qué leo y no deseo que se enteren de alguna penosa pero gozosa lectura. Sé de un par de conocidos que ante circunstancias similares optan por forrar los libros, así, nadie jamás se ha enterado qué leen, preferible vivir en el misterio que verse desenmascarados por una comunidad lectora que no teme en señalar a diestra y siniestra a quienes no cumplen con los requisitos absurdos de un formato de lectura autorizado sabrá por quién diablos.

Será por eso que muchos decimos haber leído el Quijote un montón de veces cuando vamos con los amigos intelectuales, o claro, el nuevo libro de Pérez Reverte aunque sea un asco, cuando nos encontramos que los del grupo del círculo de lectura lo han programado para su próxima sesión, incluso decimos haber disfrutado José Trigo de Fernando del Paso cuando alguien más se atreve, en la gran farsa, a decir que lo amó, aunque en realidad estuvo a nada de lanzarlo por la ventana a la décima página.

Ojalá que esa máxima de “Dime con quién andas y te diré que lees” se venga abajo, ojalá los lectores saliéramos del clóset sin importarnos que nos excluyan de esos matusalénicos círculos que sólo sirven para la pose e inútil acreditación, genial sería que de pronto los cafés y las plazas se llenaran de nuevo de ávidos lectores, seguros por el placer de sus historias, y nada más.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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