LIBROS AL DESNUDO: LEER EL MUNDO A TRAVÉS DE IMÁGENES

La literacidad es un concepto que con la llegada de la modernidad se ha popularizado en diferentes rubros, uno de ellos es la literatura. Definida como la habilidad para recibir y analizar información según el contexto, la literacidad es un tipo de lectura (sensorial: realizada con el oído, la vista, el tacto o hasta el olfato) interpretativa que tiene como fin transformarse en conocimiento; en llanas palabras es la posibilidad de leer todo lo que nos rodea para incluirlo en nuestro bagaje de experiencias.

KATIA REPINA

Si la lectura de obras literarias implica un acto específico, que es el de tomar el libro, abrirlo, usar procesos cognitivos y creativos para entender, vivir y disfrutar una historia, en la literacidad la lectura se da en dos procesos, el primero es estar atento a la vida para leer de ella un catálogo casi infinito de cosas y situaciones, y el segundo es analizar esa información y volverla lenguaje. Es así que se puede leer una tarde de verano en la playa tanto como una canción de Miles Davis tomando una cerveza en un bar; una despedida en el aeropuerto, un encuentro erótico, una visita en el museo, también son ejemplos de cosas que se pueden construir desde la literacidad, pero ¿cómo? Cualquier situación antes mencionada no pasa de ser una experiencia efímera si no tomamos de ella puntos de inflexión, en el caso de actos emotivos la mente lo hace de manera automática: toma del acontecimiento datos fundamentales partiendo de las emociones para preservarlo pero en actos de otro tipo es necesario que el individuo desee apropiarse de ciertos elementos que bajo su lectura formarán parte de su integridad.

Si he realizado la disertación anterior es para sentar las bases de algo muy importante, la fotografía no como mero arte sino como una manera de comprendernos a nosotros y a lo que nos rodea. Y es que aunque la fotografía ha sido reivindicada, pasando de ser algo apreciativo a un ejercicio narrativo (por supuesto sin prescindir de la belleza que puede representar), no es sino hasta hace poco que a los fotógrafos se les considera también narradores sustanciales para entendernos como humanidad.

Soy un sincero admirador de quien ejerce el oficio de fotógrafo, sobre todo de aquellos que en sus imágenes incitan al espectador a realizar una metalectura de lo capturado, amo el trabajo de Andrés Serrano, que con su cámara trasgrede la moral para manifestar discursos de equidad racial y derrumbar tabús sobre atavismos que hemos cargado por siglos; también respeto mucho el trabajo de Francesca Woodman cuya obra, en extrema bella y melancólica, pone a la mujer como eje temático para que el espectador interprete en cada cuerpo múltiples historias a través de las sombras, las poses y los escenarios.

Aunque gusto mucho de la fotografía, no suelo indagar mucho sobre qué se está haciendo en la disciplina, lo cual incluye buscar a nuevos exponentes, pero no me cierro a ver los portafolios de artistas recomendados sea por amigos o por notas periodísticas, esto porque en mi consciente proceso de literacidad me representa la factibilidad de hacer nuevas lecturas sobre tópicos que creía conocer o ya haber abordado; es así que el destino me trajo hace unos meses el nombre de Katia Repina (1988), una fotógrafa documental, videógrafa y artista visual oriunda de Moscú, Rusia, pero que reside en Nueva York con algunas estancias en Barcelona, donde ha realizado parte de su trabajo. El acercamiento con Repina derivó en un diálogo digital a intermitencias el cual me permitió conocer su obra, una tan vigente hoy en día ya que toca sobre todo cuestiones de género, identidad y sexualidad.

Katia ilustra con precisión el concepto de literacidad desde la perspectiva de la lectura de estos temas, los cuales muchas veces son tratados desde la opinión, la crítica o la teorización, alejados de lo fundamental: los personajes y sus vidas. Durante cuatro años realizó un proyecto documental sobre la industria pornográfica y durante dos siguió la vida profesional y privada de la reconocida actriz porno española Marta La Croft; también documentó en Barcelona el cruising masculino. Actualmente trabaja desde hace tres años en un proyecto de video y fotografía sobre identidad intersexual.

Sus temas son muy interesantes, máxime porque vivimos una era de revolución de reconocimientos humanos, donde hombres y mujeres por igual reclaman el derecho de ejercer su sexualidad e identidad sin prejuicios ni discriminación, una revolución que pretende destruir estigmas de una vez por todas y para siempre. Ella lo explica de mejor manera, por ejemplo desde su lectura de la pornografía: “Muchas veces la gente dice que el porno es violento contra las mujeres, pero es que así es nuestra sociedad. El porno es solo un espejo de cómo las mujeres están vistas y tratadas todos los días en la vida real… También me interesan temas donde la gente es juzgada y hay secretismo y vergüenza sin una razón verdadera. No hacen nada malo pero viven bajo presión…” Quien escucha a Repina puede entender que existe un leitmotiv que trasciende la necesidad de capturar una imagen, existe un discurso poderoso que se lee a través de los cuerpos y la cotidianidad, de todo lo que está en ese espacio denominado como fotografía: “Con mis proyectos invito a la gente a conocer otras realidades a las que normalmente no tenemos acceso, y de esta manera aceptar al otro y como consecuencia a nosotros mismos. Todos somos distintos y en esto está la belleza.”

            Por último Katia sugirió los siguientes libros para todos aquellos interesados en sus temas:

            *Pensar la pornografía, de Ruwen Ogien.

            *Gettin off: Pornography and the end of masculinity, de Robert Jensen

            *La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier Montes.

            *Vagina: a new biography, de Naomi Wolf.

Para conocer el trabajo de Katia pueden ingresar a su web: www.katiarepina.com/

Por Jaime Garba

@jaimegarba