Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

#LeerAlDesnudo: Crónica de un asalto a un lector

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Vivo en una ciudad “tranquila”, y entrecomillo la palabra porque hoy en día la tranquilidad en nuestro país es un tema […]
#LeerAlDesnudo: Crónica de un asalto a un lector

Vivo en una ciudad “tranquila”, y entrecomillo la palabra porque hoy en día la tranquilidad en nuestro país es un tema más que subjetivo. Por ejemplo, se puede vivir en un lugar con una taza alta de asesinatos y secuestros, pero tal vez caminar sin temor a ser asaltado y ser despojado de las pertenencias sacro individuales como son el teléfono, la tableta o la computadora; o por el contrario, se podría radicar en una ciudad libre de crímenes atroces pero sucumbir constantemente a robos apenas saliendo de casa. Sea como sea, lo que es difícil de concebir en nuestro México es que alguien se arriesgue a ir a la cárcel por robar libros. Esto lo cuento porque la semana pasada viví un hecho inusitado. Caminaba de noche por las “tranquilas” calles de mi ciudad, cargando en mi mochila sólo con mi Kindle y un par de libros que acababa de comprar en una librería en el centro.

Por Jaime Garba (@jaimegarba

Eran las diez y el ambiente se mostraba desolado. Llegué al punto en el que vi la posibilidad de cortar camino por un mercado que para la hora seguro estaba deshabitado y lúgubre pero que la experiencia me decía no habría por qué temer. Dudé, eso sí, un segundo por mero instinto, así que verifiqué mi inventario y concluí que no corría gran riesgo, no llevaba celular ni mis tarjetas, y el Kindle aunque costoso y entraba en el status de dispositivo tecnológico, no le di mayor peso porque en robos pasados mi pobre lector había sido desdeñado aludiendo los perpetradores que si no podían entrar a Facebook no servía para nada. Tomada la decisión me adentré al mercado y apenas unos metros un tipo cholo se me acercó aplicándome la máxima: “Préstame cinco baros carnal”. De haber tenido se los hubiese dado, porque cualquiera que conoce la dinámica de un cholo sabe que si no se los das pasan a cobrarse por cuenta propia por medio del “basculeo”. Me pidió nos hiciéramos a un rincón más oscuro y sacó mis cosas de la mochila, miró mis hermosos libros y el Kindle (el cual tengo en una funda de libro antiguo) y con una mueca de decepción pues supongo pensaba encontrar una computadora o algo importante, me preguntó cuánto valía lo que tenía entre sus manos. En un impulso lectómano le respondí: “¡Un chingo!”, pero no me refería al valor monetario sino al amor simbólico. No obstante mi asaltante no entendió esto y se marchó cual universitario con ellos bajo el brazo a un ritmo parsimonioso, al tiempo que guardaba una navaja pequeña en el bolsillo del pantalón. El mundo se me acabó en ese instante, en mi Kindle iba a la mitad de “La verdad del caso Harry Quebert” de Joël Dicker, y moría por saber sobre el asesino de la protagonista, además, uno de los libros adquiridos era la recomendación de un buen amigo que juró amaría el texto.

Este video te puede interesar

Al día siguiente desperté un poco más tranquilo, a fin de cuentas la vida sigue, ¿no?, y al marchar hacia mi trabajo tomé el atajo del mercado que de día no representaba más que señoras comprando el mandado, vendedores de frutas, verduras y demás. Casi salía cuando el mismo cholo me sale al paso, me saluda como si fuéramos amigos de toda la vida y de una bolsa de plástico saca ¡mis libros y mi Kindle! –Ey, compa, tus chingaderas nadie me las quiere comprar, ¿cuánto me das por ellas?- ¡Era acaso una broma!, el bato me estaba vendiendo mis propias cosas. Pero a sabiendas de que no habría otra forma de recuperarlos le ofrecí cien pesos, lo suficiente para el vicio. Sus ojos brillaron, con lo que entendí que no esperaba que nadie le diera tanto por mi tesoro. Sentí una paradoja deemoción y tristeza ante tal cosa, ya sabrán por qué. Hicimos el trato y me marché a mi cotidianidad. En la oficina pensé si lo que me pasó me convertía en un caso único y mi memoria me trajo un recuerdo que me hizo analizar el valor real de los libros.

Hace tiempo robaron la librería Educal de la ciudad, un hecho muy extraño porque ésta se encuentra en una de las calles más transitadas y donde las posibilidades de ser vistos son muchísimas a cualquier hora; sin embargo los ladrones se llevaron, créanlo, muchos miles de pesos, en ¡libros! El crimen fue un misterio porque nadie concebía que alguien arriesgara el pellejo por estas cosas que según las encuestas a pocos les interesan, ni mucho menos se entendía cómo pensaban redituarse con ellos, vamos, un libro no es como vender una cadena de oro o unos aretes. ¿Qué sucedió con todas esas obras? ¿Cuál fue su destino? Nadie lo supo y es un enigma que creo a muchos más bien emociona porque se tiene una especie de fe robinhoodiana, ¿acaso se robó para repartir entre los no lectores?, ¿los ladrones despojaron al sistema de publicaciones de la federación como una especie de reto intelectual?

Qué efecto tan emocionante causa robar un libro y no un arma, tomando en cuenta que cuando la última sale de un almacén lo que le depara no es un grato uso, a diferencia de un libro, siendo lo más probable que pase a postrarse ante los ojos un lector. Al menos eso es lo que espero, claro, mientras que no sean, por supuesto, los míos.

Te recomendamos
Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?