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#LibrosAlDesnudo: ¿Leer sana?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Jaime Garba @jaimegarba   Sí, lo acepto, el título de la columna suena a libro de superación personal, a […]
#LibrosAlDesnudo: ¿Leer sana?

Por Jaime Garba

@jaimegarba

 

Sí, lo acepto, el título de la columna suena a libro de superación personal, a discurso de actor de telenovela a quien le pagan por promover la lectura. Suena chafa, pero pensé a detalle cómo podría nombrar a esto que escribo sin perder la esencia deseada y créanlo, no encontré mejor opción. Lo que puedo hacer para que no piensen ando pregonando minutos de lectura para convertirse en mejores ciudadanos o bondades inexistentes como esos chamanes que dicen asegurar el futuro o encontrar tesoros a cambio de unos pesos; es explicar a detalle el cuestionamiento y tratar de resolverlo.

He tenido semanas pesadas: mucho trabajo, aquí, allá, acullá. Qué les cuento, creo que la mayoría vivimos entre múltiples ocupaciones y tareas por realizar, dejándonos la vida poco tiempo para esos detalles que alimentan el espíritu, pero malamente más bien parecen un lujo. Debido a lo anterior, mis lecturas matutinas se habían pospuesto por menesteres laborales, que si el correo, el ensayo, el reporte, la revisión de algún texto, la clase, entre tantos etcéteras haciendo que mirara a lo lejos mis libros postrados en el librero, pidiendo a gritos continuara con las historias que me estaban acompañando hasta que lo urgente sobrepasó a lo necesario. No obstante, una noche, absolutamente agotado física y mentalmente, decidí prepararme un café y sentarme a leer un poco en lugar de dirigirme directamente a la cama. Abrí mi libro favorito: “Grandes esperanzas” de Charles Dickens y noté que me había quedado hace siglos en la parte donde Pip escucha de un amigo el origen de la maldad y desprecio hacia los hombres de la señorita Havisham. De antemano creía no pasaría de un par de páginas, pero el impacto del fragmento me volvió a enganchar como lo ha hecho siempre y sentí dentro de mí algo que me dio paz, que me purificó del estrés y el ajetreo que padecí. Llámenme cursi pero al cerrar la obra suspiré y reflexioné sobre cuántas veces había sentido eso, concluyendo que no eran pocas.

Cuando escuché por primera vez esas ideas metafísicas, estrafalarias y new age sobre leer, en verdad me reí, “¿leer sana? Tonterías”. Y no soy el único que piensa así, pero en la semántica de la palabra me parece podemos llegar a afirmar que el sentido de sanación puede ser sutil o directamente. Pongo un ejemplo: cuando fui a la Ciudad de México a realizar mi examen de admisión a la universidad, era de las primeras veces que lo hacía solo, sin el cuidado o acompañamiento de alguien, auxilio al que recurría ante el pavor de este pueblerino en la metrópoli. Me costó bastante pero pude tomar el metro del departamento donde me hospedaba a CU, donde realicé lo correspondiente y salí animado. Mas hubo un instante en el que ante aquel inmenso jardín, donde cientos de estudiantes pasaban de un lado a otro con rumbo claro, comencé a entrar en un estado de severa ansiedad que pronto se apoderó de mi cuerpo, pensé “que hago aquí, tan lejos de casa, y si me pasa algo, y si me pierdo, me desmayo, me roban…” Me senté y respiré sin resultados, hasta recordar que en la mochila traía “Madame Bovary” de Flaubert, lectura que llevaba meses realizando sin convencerme del todo. Casi por instinto, como quien se toma una pastilla a mitad de un infarto, leí palabra tras palabra como si fuera un pequeño apenas aprendiendo, todo derivado de la crisis, pero mi cerebro al digerir las ideas, al visualizar a los personajes y fragmentos, fue recobrando la normalidad hasta que mi respiración y mis malos pensamientos desaparecieron. Ese día no sólo terminé la novela, sino que la amé.

En otro momento me pasó algo similar con Juan Pablo Villalobos y su extraordinaria “Fiesta en la madriguera”, sólo, en un departamento, alejado de mi cotidianidad, sin nadie a quien recurrir o visitar, fui al librero y vi la novela de la cual había escuchado tantos cumplidos. La leí toda, la gocé y me hizo olvidar lo vulnerable que estaba y la inmensidad de la soledad. En ambas situaciones la sensación interior que me produjo fue cercana a la sanación. A veces imaginó qué hubiera pasado si los libros no me hubieran acompañado en esos momentos.

Pero también he encontrado sanaciones emocionales e intelectuales, por ejemplo, con el cuento “Un largo paseo hasta siempre”, de Kurt Vonnegut pude superar un mal de amores, proyectando mis sentimientos en Newt, el joven soldado que se fuga del cuartel en el que está enclaustrado para confesarle a su amiga de toda la vida que la ama y a quien sólo le pide como último gesto salir a dar un paseo. El ritmo parsimonioso y romántico hizo que me compadeciera del joven enamorado y que mi dolor se esfumara hasta convertirse en simple nostalgia. Igual sucedió con “Despedida”, fantástico poema de Alejandro Aura en el que se despide de la vida con calma y serenidad, comparando la muerte con un cierre de cuenta de cantina tras un buen rato con los amigos “Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta, pedir los abrigos y marcharnos…” Este magistral poema lo leo religiosamente cuando fallece alguien cercano, y son las únicas palabras de consuelo que le puedo decir a alguien en circunstancias similares, muchos al leerlo me abrazan y me dicen que han encontrado un poco de serenidad.

Quizá la palabra “sanación” no es la más apropiada, pero mientras encuentro otra que le sustituya, me quedo con la convicción de que leer además de divertir, de hacernos imaginar, de potenciar nuestras mentes, también toca los orígenes de nuestros males, como una vacuna que se inyecta apenas un verbo, un sustantivo, la oración completa, y va limpiando la oscuridad que nos habita.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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