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¿Leer en verdad está tan chido?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Jaime Garba El día en que mi profesor de literatura de preparatoria me preguntó que si me gustaba leer, […]
¿Leer en verdad está tan chido?

Por Jaime Garba

El día en que mi profesor de literatura de preparatoria me preguntó que si me gustaba leer, entendí que jamás debía volver a responder que no. Sin importar la circunstancia o el momento, aquel borrador que trazó una trayectoria perfecta hasta mi frente originando un cuerno chipote, fue la constancia de que debía amar la lectura, pues de lo contrario el sufrimiento aparecería súbitamente. Durante mucho tiempo no comprendí por qué no leer estaba mal, me acercaba a amigos absortos en libros y los veía igual a todos, algunos inclusive un poco más mensos que yo en los menesteres cotidianos. Pero recordando aquella anécdota no me atrevía a investigar qué había de genial en pasar las hojas hasta que tuve entre mis manos el libro correcto, allí descubrí que no hay magia, ni nada extraordinario, sólo buenos ratos, divertidos, intrépidos, historias que valen la pena leerse y que algunas se quedan grabadas en la mente y en el alma. Así es la historia de muchos, lo sé porque me ha tocado conocer gente que a huevo quieren adoctrinar en la lectura y por más que lo intentan no funciona hasta que como a Newton les cae el libro adecuado, golpeándoles la cabeza y desatando la curiosidad. Leer es tan sencillo como eso, leer lo que sea, el Libro Vaquero, revistas de moda o de mecánica, libros de superación, alta literatura, comics, cualquier cosa que guste a cada quien y que le sirva para todo o de plano para nada, tan fácil como dar la vuelta a la última página y continuar con la vida. No leer no es malo, pero créanlo, a veces leer sí lo es. ¿Quién no se ha encontrado con lectoruchos de pacotilla que como patada en el estómago se nos presentan ante ciertas circunstancias haciendo gallardía de su absurda sabiduría? La antítesis del bien que dicen hace leer se materializa cuando llegan esos tipos snobs, citas andantes, golpeando la moral de la gente con conocimientos baratos cada que pueden. Lectores peligrosos que creen que pueden andar por la vida tan sólo con leer. Quieren un trabajo, dicen leer, quieren ligar, quieren leer, quieren conversar, dicen leer, quieren opinar sobre temas de interés, dicen leer… leer, leer, leer antes que respirar. Recuerdo la vez que en una fiesta me tocó ver a un estudiante de filosofía tratarse de ligar a una chica, sé que estudiaba esa carrera porque pude escuchar todo el ritual intelectualoide de seducción. El tipo no era feo, pero en cuanto comenzó a escupir citas y a presumir sobre su currículum lector, en menos de diez minutos la bella dama huyó, pienso, sin querer volver a conocer a un tipo tan pretencioso y falto de personalidad. Pensarán que exagero, pero, ¿ustedes se imaginan conquistar a una mujer presumiéndole sus largas jornadas de lectura, o hablando a través de líneas de libros de Goethe o de Baudelaire? ¿Se imaginan que lo primero que le digan a esa persona es que acostumbran pedirles a las chicas se desnuden para escribirles poemas? Quién sabe si al tipo le habrá funcionado alguna ocasión esta técnica, pero sentí pena ajena, tal como quizá ustedes la están sintiendo ahora que leen esto. La lectura en la mayoría de los casos suele estar rodeada de las mejores connotaciones, y ¡ay! de los que se atrevan a decir lo contrario, porque si para mí fue un chipote, a otros les puede tocar la exclusión de esa linda sociedad donde todos leen por lo menos treinta minutos al día. Qué tan lejana realidad, qué utopía. Siempre que trato de defender a los no lectores me toco la frente y me la sobo como si aún sintiera fresco el golpe que mi profesor me dio, y entre la sobada recuerdo sus sabias palabras: “Si no lees no serás nada en la vida.” Cuando paso por la prepa y veo al profe bajarse de su carcacha con los sacos arrugados y los pelos despeinados, me sigo cuestionando a qué se habrá referido exactamente con lo de ser algo en la vida. Recuerdo bien que siempre traía títulos distintos bajo el brazo, ¿cuántos no habrá leído?, ¿cuánto le habrán servido?

Hace tiempo, de paso por la plaza de la ciudad, me detuve a que me dieran una boleada a los zapatos, para ese entonces ya había tenido a mi manera un grato encuentro con los libros, sincero, sin pretensiones, lo mismo leía un menú de un restaurante que el Ulises de Joyce (ya sé que soné mamón). Me senté en el banquillo y buscando un diario o algo que leer me encontré con una revista Tv y Novelas, la agarré y comencé a hojearla, deteniéndome en algunos párrafos; en eso llegó un tipo con un chaleco que tenía inscrito el nombre de una empresa encuestadora y se nos acercó al bolero y a mí. Se presentó y dijo hacer una encuesta sobre lectura. “Uy joven, yo apenas si sé leer, no terminé ni la primaria”, comentó el señor mientras seguía dándole a mis zapatos. El encuestador volteó y me miró extrañado por la publicación que tenía sujeta con las manos, hizo un gesto de desilusión y anotó algo en una hoja mientras daba media vuelta y se marchaba. Imagino que tanto el bolero como yo quedamos como parte de ese oscuro y negativo porcentaje de no lectores en México.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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