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#LaPielImpresa: ¿La televisión está muriendo?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Por Facundo @facufacundo Yo soy un hijo de la televisión. Casi cada aspecto de mi vida actual está relacionado de […]
#LaPielImpresa: ¿La televisión está muriendo?

Por Facundo

@facufacundo

Yo soy un hijo de la televisión. Casi cada aspecto de mi vida actual está relacionado de manera directa o indirecta con mi labor televisiva: mi identidad pública, gran parte de mi patrimonio, mi relación con amigos y colaboradores con los que comparto proyectos, momentos personales y otras oportunidades laborales, como mi programa de radio o contratos publicitarios. Estoy seguro de que todo eso no existiría hoy si no hubiera tenido la exposición y proyección que me dio la televisión.

Es por ello que cuando leo y escucho opiniones que aseguran, con cierto placer irónico, que la televisión está muriendo me lo tomo muy en serio. Pero antes de alarmarme y de hacerme una opinión propia basada en esas afirmaciones me puse a analizar la situación como espectador, como profesional de este medio y como el investigador nato que soy.

A favor de aquéllos quienes anuncian la agonía del que ha sido el medio masivo más importante de todos los tiempos, debo aceptar que mucho ha cambiado en este negocio. La causa de estos cambios es la apertura de opciones. Antes cuando uno se refería a “la tele” estábamos hablando de los canales que podíamos ver de manera gratuita, la televisión abierta. Ahí empezaba y terminaba todo: nos conmovíamos con las telenovelas, nos informábamos con el noticiero de la noche, nos reíamos con la barra de comedia. Salir en esa pantalla significaba fama casi instantánea. Los ratings alcanzaban números impensables hoy en día. La audiencia estaba concentrada y el negocio se vendía solo.

Sin embargo, no todo dura para siempre y las opciones para ver contenidos en otras plataformas hicieron su aparición. La televisión de paga, que al principio era un lujo reservado para aquéllos que tenían lana, se hizo cada vez más accesible y empezó a robarle audiencia, mercado y atención a la televisión abierta.

Por primera vez los telespectadores tenían una opción distinta de entretenimiento y las cosas empezaron a cambiar y este cambio no ha parado.

El ser la única opción daba a la televisión abierta la sensación de omnipotencia, muchas veces negativa. ¿Para qué mejorar los contenidos? ¿Para qué ofrecer algo distinto que lo que ya ha probado éxito? ¿Para qué innovar? Es normal que esto sucediera. Al fin y al cabo, como dice el dicho, “Si algo no esta roto, ¿para qué arreglarlo? “.

Y fue así como más rápido se pudo responder al cambio. De pronto las nuevas opciones ya le habían robado a la televisión abierta una gran parte de su audiencia.

Y después llegó Internet.

El mes pasado acabé un proyecto que se llamó Parodiando, un programa de domingo, en horario estelar, en el canal más importante de la televisión abierta, el canal 2. (Si no lo vieron, les cuento que me coroné campeón de la competencia contra Israel Jaitovich, a quien le mando un saludo) En ese programa mi compañero de fórmula, mi cocapitán, fue un güey famoso con una enorme audiencia que lo sigue y dueño de su propia voz ante ella: Luisito Rey, uno de los representantes más ilustrativos de una generación que no necesitó ni del apoyo, ni del poder de difusión de la televisión para llegar a su público y decir lo que tenía que decir.

Nunca antes en la historia de los medios había existido la oportunidad que tuvo Luisito de prescindir de un intermediario para llegar al público de manera masiva. Luisito es hijo del otro gran fenómeno que golpeó con tubo las piernas de la televisión abierta: los contenidos digitales.

En los últimos 20 años, fuimos testigos de lo que se denomina un cambio completo de paradigma. La tecnología revolucionó la manera en que se consumen los contenidos. Cambiaron los hábitos tanto en circunstancia, como en velocidad y plataformas. Ahora la tele tiene que convivir con las redes sociales, la tele de paga y los servicios de Tv On Demand como Netflix. El pastel que antes era todito para la televisión abierta ahora está cortado en rebanadas cada vez más delgadas y menos llenadoras sobre todo para una panza tan demandante como la de las grandes televisoras que como, era de esperarse, fueron demasiado grandes para moverse rápido en este gran cambio. De ahí la sensación de agonía que muchos perciben.

Las audiencias expuestas a toda la rapidez y la variedad que el entorno mundial ahora les muestra, ya no se conforman con cualquier cosa. Los ratings inevitablemente bajaron y bajaron tanto que muchos están diciendo que la televisión está muriendo. Y en cierto sentido lo está. La televisión como la conocíamos ya no va a volver, no está mu- riendo… Está muerta y enterrada. Pero algo nació. Es la televisión que convive con la nueva realidad de la que no puede, ni intenta escapar. He sido testigo de cómo se está creando una estructura en la que conviven en la fuerza del internet, la colaboración de la televisión de paga y el poder de la televisión abierta.

¿Mi diagnóstico? No estamos ante una muerte sino ante un nacimiento, el nacimiento de un ente que es como una mezcla de todo lo que conocíamos en el pasado y todo lo que consumimos en el presente. Obviamente muchas cosas quedarán atrás. Ya no habrá “Chabelo”, pero los niños se van a querer seguir entreteniendo. Ya no habrá Laura Bozzo, pero la gente se va a querer seguir asustando. Son tiempos emocionantes en los que aquéllos que nos dedicamos a hacer contenidos estamos retados como nunca para sacar todo el ingenio y la creatividad para ganar un poquito de su atención. Lo chingón es que en esta cadena de muertes y nacimientos los que más salen ganando son ustedes.

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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