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La lectura: ¿tenga para que se entretenga?

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
#LibrosAlDesnudo Por Jaime Garba En cierta ocasión le escuché decir a un escritor que la novela negra no era “profunda” […]
La lectura: ¿tenga para que se entretenga?

#LibrosAlDesnudo

Por Jaime Garba

En cierta ocasión le escuché decir a un escritor que la novela negra no era “profunda” y, entre otras cosas, que sólo servía para entretener. Ciertamente no soy docto en el género, pero tras los escasos títulos que he leído, fácilmente puedo negar estas declaraciones. Con “profundidad” ha de pensar en la literatura como oráculo, como respuesta a las preguntas esenciales de la vida, imagino que ha leído a Thomas Mann y a Milan Kundera; como antípoda del entretenimiento asumo le han sido importante los textos de Faulkner y Marguerite Duras, no lo sé, sólo son suposiciones, proyecciones tal vez de mis propios temores lectores, pero me es interesante ese ejercicio de búsqueda.

Cuando oía de estas perspectivas, repasé mentalmente qué libro podría servirme para hacerle saber de la mejor manera que el Noir no es sólo para pasar el rato, pensé en el norteamericano James Ellroy, pero de inmediato lo descarté porque aunque es un genio de la literatura negra, su estilo fácilmente puede ser desechado por un lector quien simplemente no empate con la psicología de sus personajes (él mismo es un personaje) y los contextos angelinos de sus novelas, en pocas palabras, su cosmovisión. Pensé en dos autores mexicanos, Paco Ignacio Taibo II y Rafael Bernal; el primero con toda una serie dedicada a Belascoarán Shayne, el detective que de la noche a la mañana, en un acto de justicia poética, renuncia a su cómodo y bien remunerado puesto como gerente de una importante empresa para aprender por correspondencia el oficio de detective privado. El segundo: Bernal, autor de la emblemática y cuasi de culto “Complot mongol”, la novela que inaugura el género negro en un país cuya tradición literaria de la época (finales de los 60) era muy distinta a la de las intrigas y vueltas de tuerca. Además “El complot mongol” siendo una obra maestra es sólo eso, un golpe certero que derriba, pero no hay más, permite levantarse al lector y preguntarse: ¿qué sigue?

Hasta allí mis opciones faltando solamente mi As bajo la manga, la novela que sin duda puede convertir a los escépticos como aquel escritor, que a su considerable edad creen que en cada libro se les agota el aliento: “Todo lo que muere”, de John Connolly, publicado por Tusquets en 2004. ¿Cómo es que este libro podría tener tal poder? Lo que pasa es que esta obra del narrador dublinés es un universo por sí misma, uno que convoca una magnífica escritura, una tremenda historia, una psicología de personajes extraordinaria y una construcción gramatical magistral. ¿Tanto así? Tanto así. La base de la novela es la arquitectura escrita de Connolly, digna heredera de Oscar Wilde, Samuel Beckett y Jonathan Swift. En esa línea del tiempo, en la cual se insertan muchos otros escritores contemporáneos, como Gerard Donovan, parece que existe una prueba casi científica de que los irlandeses nacieron tocados de la mano de Thot (el dios egipcio de la escritura). Pero además, “Todo lo que muere” se erige con el talento creativo del narrador, que decide escribir no sólo apostando todo, sino con la seguridad de ganarlo.

muere

Este título es la génesis de Charlie Parker, alias Bird, un inspector de policía de Nueva York que tras una fuerte discusión con su esposa se marcha a tomar unas copas, a su regreso, la encuentra asesinada de forma sádica junto a su pequeña hija. Entre los sospechosos está el mismo Bird, pero el crimen no se resuelve. Excluido de su trabajo, se convierte en un hombre atormentado por la imagen de aquella despiadada escena. Sin embargo los astros se alinean y poco a poco van llevando al personaje a encontrarse con una serie de asesinatos similares que le dan un rostro malévolo y sombrío a la mente perversa que le robó todo. Son estos sucesos no vertiginosos, más bien parsimoniosos, los que hacen que vaya recogiendo pistas cuales migajas de pan, para acercarse a la verdad, mejor aún, a la venganza.

Es sabido por todos que Connolly se documenta en literatura forense para darle una verosimilitud a su trabajo, pareciera con una doble intención, ambas ligadas, por un lado a dar un efecto dramático, devastador; por el otro, convertir lo sangriento, lo despiadado, en algo bello, aspiración complicada, pero lograda. Así uno lee lo siguiente: “Disparé una vez. Una rosa oscura brotó de la garganta del hombre y la sangre manó en una lluvia de pétalos sobre su camisa blanca.” Líneas de este tipo hay cada cinco segundos, lo que hace al lector levitar en una habitación, un cementerio o en los pantanos de Nueva Orleans, todo mientras la muerte asecha, contemplando lo hermoso del mal.

Los cimientos de la novela son indestructibles, de allí que la trama, las vueltas de tuerca, las develaciones y el final, vengan a ser la cereza del pastel de una obra que puede hacer que cualquier detractor del Noir cambie de parecer. Connolly es un autor excepcional, ojalá los sacrosantos lectores que aspiran a encontrar las preguntas universales en el canon literario abran un poco la mente y se den un recorrido por el género negro en la pluma de este y otros autores que valen en oro cada una de sus páginas.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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