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GENTE DETRÁS DEL DINERO: LA ESPÍA QUE NO ME AMÓ

Por: Playboy México 05 Jun 2018
EL COMÚN DENOMINADOR ENTRE QUIENES DENUNCIARON SER VÍCTIMAS DE ESPIONAJE DE ESTADO ES QUE PUGNAN POR ENDURECER EL IMPUESTO A […]
GENTE DETRÁS DEL DINERO: LA ESPÍA QUE NO ME AMÓ

EL COMÚN DENOMINADOR ENTRE QUIENES DENUNCIARON SER VÍCTIMAS DE ESPIONAJE DE ESTADO ES QUE PUGNAN POR ENDURECER EL IMPUESTO A LOS REFRESCOS. DE SER ASÍ, ¿POR QUÉ EL GOBIERNO INTENTARÍA FRENAR UNA MEDIDA QUE LE BENEFICIA FINANCIERAMENTE?

GENTE DETRÁS DEL DINERO: LA ESPÍA QUE NO ME AMÓ 0

POR MAURICIO FLORES @mfloresarellano

A FINALES de junio la intelectualidad y buena parte de la clase política mexicana —incluyendo al presidente Enrique Peña— se mostró indignada hasta el sonrojo luego de las denuncias sobre presunto espionaje contra activistas de derechos humanos, quienes combaten el consumo de alimentos y bebidas altamente calóricas así como periodistas de tendencia izquierdista. Las denuncias se ventilaron a través del periódico The New York Times. Ahí, el programa de intrusión Pegasus se exhibió como el quinto caballo del apocalipsis… cuando hoy basta teclear en Google la frase “programas para espionaje de celular” para encontrar infinidad de empresas que ofrecen cachar los mensajes de la pareja en cama ajena, a los hijos emproblemados en redes sociales y monitorear a los competidores. El espionaje en México, y en el mundo, es tan antiguo como la prostitución.

Independientemente de que Carlos Slim (que no la lleva bien con el gobierno de Peña luego de que la Reforma de Telecomunicaciones redujera sustancialmente sus rentas monopólicas) sea propietario del periódico que le dio vuelo al tema, el común denominador de los personajes que fueron espiados —reconoce el propio New York Times— es que pugnan por endurecer los impuestos a los refrescos.

Pero aquí la primera y económicamente sostenible duda acerca de la autoría gubernamental de esas acciones de espionaje: en cuatro años el impuesto al refresco dejó 63 mil millones de pesos adicionales a las arcas públicas. ¿Qué gobierno puede atentar contra una fuente de ingresos que le dejó más miles de millones de dólares que no tiene que gastar directamente en lo que se dijo se tendría que gastar? Vaya, si los activistas presuntamente espiados (según Citizen Labs) hubieran logrado su objetivo de aumentar otro peso de impuesto a los refrescos, el primer beneficiario habría sido el gobierno… que no la batalla que hoy libran desventajosamente las instituciones de salud pública contra la obesidad y la diabetes.

Pero el tono de la denuncia, la narrativa en los medios desarrollada por los ofendidos, al grado que incluso Juan Pardinas, director del Instituto Mexicano de la Competitividad, tuvo la ocurrencia de autodefinirse como el “nuevo enemigo del estado”, pinta al mando mexicano como un ente tiránico, poderoso e invasivo mediante sofisticados sistemas de espionaje electrónico. Pero en realidad lo que tenemos es su debilitamiento en las labores de inteligencia mientras crece y se propala la creación de servicios outsurcing privados de espionajecomo los que se pueden encontrar en cualquier buscador de Internet.

Y es que el año 2000, con la llegada de Vicente Fox a la presidencia se fue desmantelando sistemáticamente el equipo de investigadores, analistas, infiltrados y soplones, así como la infraestructura que tenía el CISEN. El avance tecnológico también hizo su parte en la reducción de elementos humanos en la investigación, pues ya siendo obsoletos los micrófonos plantados en oficinas o los cañones sónicos para escuchar conversaciones a través de cristales, también se redujo la necesidad de “coleo” o infiltración directa. Aquellos viejos militantes del partido comunista mexicano recordarán con cierta nostalgia los tiempos en que debían sospechar hasta de sus “camaradas de célula” de ser agentes encubiertos salidos de las calles de Bucareli y General Prim. Hoy la intrusión no es en la célula, es por el celular y puede ser más eficiente dados los grandes sistemas de almacenamiento de datos y programas interactivos para detectar mensajes clave.

De hecho, se estima que en los que va del sexenio cerca de mil 200 elementos policiacos y militares especializados
han dejado las filas oficiales: bastaría que un 10% de ellos hayan decidido “emplearse a sí mismos” para que con conocimiento, contactos y necesidad inunden el mercado privado de espionaje, el cual hoy es de lo más común y privatizado (más que parte de una agenda política de estado) del que incluso se han beneficiados periodistas —hoy quejosos— con tronantes grabaciones y videos que son prodigados, especialmente en tiempos electorales.

Vaya, ¿quién no recuerda el audio de José Andrés de Oteyza, expresidente de ohl en México, comentando las trampas financieras en la construcción del Viaducto Bicentenario? ¿O el video de Eva Cadena recaudando efectivo para Andrés Manuel López Obrador? Muchos opinadores, hoy alarmados por el espionaje, no quieren acordarse de la raja que sacaron de ese tipo de filtraciones. Vaya, hasta Kate del Castillo se queja de la intervención telefónica aunque ello haya derivado en la re-recaptura de El Chapo Guzmán.

Es improbable que el estado mexicano renuncie a un instrumento clave de seguridad nacional (lo tiene e.u.a., Rusia, Francia, China, Japón, etc.) y que los “Spyoutsurcing” dejen un lucrativo negocio. Ante ello, quien tenga algo delicado que transmitir puede seguir las enseñanzas de los viejos conspiradores: reuniones de persona a persona, palabras clave, cambio de rutinas, codificaciones eficaces, menor dependencia a los artefactos digitales y, sobre, todo discreción. El que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche.

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