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GASOLINA PARA EL FUEGO ELECTORAL

Por: Mauricio Flores 31 May 2018
Los precios de la energía —combustibles, electricidad— está en sustrato de la inflación que duplicó en 2017 las expectativas del […]
GASOLINA PARA EL FUEGO ELECTORAL

Los precios de la energía —combustibles, electricidad— está en sustrato de la inflación que duplicó en 2017 las expectativas del Banco de México. Esos precios son también parte de la narrativa electoral de los candidatos como una oferta de soluciones o conformidades dirigida a un electorado insatisfecho y molesto.

 

 

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POR: Mauricio Flores @Mfloresarellano

 

Es falta de credibilidad que los electores tienen ante hechos consumados de la economía mundial, es resultado de largos años en que el precio de gasolina y diésel fue “administrado” por el gobierno. Y de paso, reforzada la incredulidad con el descontento ante la percepción —a veces con fundamento, otra como autojustificación— de corrupción de diversos gobernadores y funcionarios públicos. Y una parte importante en las campañas pasa precisamente por esa vinculación entre precios de energía y percepción de corrupción.

En ese debate, la posición más incómoda es para el abanderado del PRI. José Antonio Meade sabe explicar con claridad que los subsidios canalizados a la gasolina —dada la importación de casi el 60 % del consumo— benefician a las personas más adineradas, y que la reducción de ese subsidio es vital en la formación de un mercado abierto y competido de combustibles, ya sin el monopolio de Pemex con un mecanismo fijo de Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios que aminore las fluctuaciones cambiarias y de precios internacionales; pero debe enfrentar los venablos de sus rivales que lo señalan como “padre del gasolinazo”. En su defensa, Meade podrá aducir que fueron los propios reportes de la SHCP, tras revisar las cuentas de los gobiernos estatales, los que revelaron los saqueos que fundamentaron las acusaciones realizadas por la Función Pública y las capturas hechas por la PGR, cuyos mandos son parte de un gobierno también priista. Su principal reto está en que un argumento tan elaborado pueda reventar el maniqueísmo social, ampliamente difundido, que hace del PRI sinónimo de abigeo presupuestal.

 

Ciertamente, la posición más cómoda en su carácter de opositor permanente, es la de Andrés Manuel López Obrador, cuya plataforma electoral parte de una premisa moral para recomponer la economía: acabar con la corrupción, ha dicho, evitaría gastos excesivos del sector público y por ello, menos necesidad de aumentar los combustibles para recaudar más IEPS, así como construir dos refinerías para dejar de importar gasolinas. El morenista ha sabido capitalizar los errores y derrapes del gobierno de Enrique Peña, por lo que puede ir erguido sobre la ola de molestia social que ocasionó el aumento acelerado de los combustibles en 2017. El reto de López Obrador es si puede justificar ante inversionistas y empresarios su animadversión a la Reforma Energética (que tiene comprometidos 50 mil millones de dólares de inversión foránea y nacional), y evitar que esas personas generen y dispersen muy tangible una percepción negativa sobre un plan que pretende reforzar al monopolio estatal de Pemex y CFE en energía.

Su ventaja está en que, en una elección, lo que más vende son los ataques a oponentes, mezclados con promesas de mejoras inmediatas… y las desventajas del tabasqueño: primero, el tipo de personajes de la vieja y tramposa Nomenklatura que le acompañan
como Manuel Bartlett; y segunda, cumplir sus promesas de ganar.

La posición intermedia, aventajada pero soterrada, es la de Ricardo Anaya. El líder del PAN (y en la campaña presidencial también del PRD) acusa a Meade del “gasolinazo” y promete erradicarlo al reducir 240 mil millones de gasto público… que es más o menos el gasto en nómina de maestros, médicos, soldados y policías federales. El candidato del PRI le respondió que el PAN es coautor de esos incrementos (de manera correcta, el gobierno de Felipe Calderón inició el movimiento a un mercado de energía, y el propio Anaya antes de ser candidato avaló la creación de un IEPS fijo para liberar los precios de las gasolinas), en un intento de exculpación. La ventaja de Anaya está en su capacidad retórica que puede inculpar haciendo mutis de las decisiones en las que se ha visto involucrado (o negocios, como la turbia compra-venta de terrenos industriales en Querétaro) y que lo harán un gran tribuno en los debates electorales.

 

Su desventaja: la facilidad con que algunos de sus argumentos pueden ser desarmados y, a final de cuentas, armonizar su ideología liberal y favorable a la economía del mercado con las propuestas de sus aliados del PRD y Movimiento Ciudadano, quienes reclaman mayor rectoría del estado y control de precios energéticos en una economía abierta.

Para todos los candidatos, el asunto quema.

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